El engaño, el indulto, la clemencia
«El indulto es conveniente porque lo conveniente lo dicta el Gobierno, no los principios. ¡Viva la España plurinacional y monocerebral!»
Salvo que la decisión de indultar a los condenados del procés haya sido espontánea, podemos afirmar que el Gobierno ocultó sus intenciones para evitar el previsible coste electoral. Este es el ángulo ciego del relato oficial: ni siquiera quienes consideran oportunos los indultos pueden negar que el Gobierno engañó deliberadamente a los ciudadanos hace dos años, en vísperas de las elecciones generales, y hace cuatro meses, en vísperas de las elecciones catalanas. Si el debate público se rigiera por las normas adecuadas, partidarios y detractores del indulto nos uniríamos para exigir una explicación al Gobierno.
Pero la norma que rige es la que ayer tarareó el socialista Juan Espadas en el programa de Alsina: apoya los indultos porque el Gobierno ha decidido concederlos y dejaría de apoyarlos si el Gobierno decidiera lo contrario. Se agradece que alguien exhiba con honestidad su carencia de valores y confirme lo que todos sospechábamos: aquello del interés general, la concordia y el diálogo es un estribillo sobrevenido. El indulto es conveniente porque lo conveniente lo dicta el Gobierno, no los principios. ¡Viva la España plurinacional y monocerebral!
En contra de los indultos se concentraron el domingo varios miles de personas en Madrid. La indignación es comprensible, pues el Gobierno no indulta a los condenados, sino lo que representan: la patrimonialización de las instituciones y el atropello de los derechos constitucionales de todos los ciudadanos. Estos indultos implican ignorar una amenaza real a la igualdad entre españoles y al Estado de Derecho. Yo, como muchos ciudadanos, entendería un indulto que significara mirar hacia delante, pero no uno que significa mirar hacia otro lado.
El Gobierno identifica satisfacer al nacionalismo con solucionar el conflicto, cuando es al revés: toda solución democrática pasa por confrontar los postulados e intereses del nacionalismo, porque el nacionalismo es la única fuente de conflicto. Ceder ante el nacionalismo no solucionará nada, como tampoco se «soluciona» una extorsión pagando al extorsionador.
Y ahora permítanme una adenda para hablar de la clemencia. Hace unas semanas, una locutora celebraba que una mujer hubiera mutilado al hombre al que acusaba de intentar violarla («¡una gran heroína!»). La policía descartó el intento de violación y la mujer está en prisión provisional.
Puedo estar equivocado, pero veo con perplejidad que, desde el mismo entorno mediático, se aclame la mutilación genital de un varón mientras se hacen llamadas diarias a la proporcionalidad y la clemencia.