ARCO en el horizonte
«No sé si es buena idea hacer una feria de arte en julio en Madrid. Quizás el calor mesetario excita el deseo acaparador de los coleccionistas internacionales»
Los que disfrutan haciendo chistes sobre lo tonto que es el arte contemporáneo están de enhorabuena. Finalmente, ARCO 2021 –aplazada por el asuntillo de las miasmas– abrirá sus puertas la segunda semana de julio. Allí estaremos todos, porque quién va a preferir irse a la playa pudiendo estar en ese oasis frondosísimo que es Ifema en verano.
No sé si es buena idea hacer una feria de arte en julio en Madrid. Quizás el calor mesetario excita el deseo acaparador de los coleccionistas internacionales. Dios lo quiera. Lo que sabemos es que una parte significativa de las galerías nacionales no tienen intención de participar. El sector más contundente ha sido el barcelonés, que se ha plantado casi en bloque. Ignoro si las que finalmente asistirán lo hacen por presiones de la feria, porque a sus contables les han cuadrado los números o porque son unos entusiastas suicidas. Nos espera una feria con estands más pequeños y baratos y con los aforos controlados por parte de la organización.
Han recortado por donde toca, claro. Se han suprimido los pases generales de los artistas y han puesto unas condiciones draconianas para las acreditaciones de prensa. Haciendo el papeleo, veo que este año solo entrarán blogueros con un mínimo de 6000 suscriptores (¿habrá alguna revista con tantos lectores?). Es decir, influencers como el imbécil del «hamparte» y gente de esa ralea. Esto afecta, estrictamente, a los chavales con intereses profesionales en el arte contemporáneo y que no han estudiado en el colegio privado de turno o no son hijos de alguien. Antes de escribir en cabeceras de relumbrón uno empieza en su web cochambrosa o en su perfil de Instagram; por eso es lamentable que se carguen las opciones para los que no vienen relacionados de casa.
Lo de controlar el aforo cepillándose la presencia de los artistas me parece una genialidad. Merece un espacio de honor entre las grandes ideas de la humanidad, entre la de asar la manteca y la de dispararse en el pie. No sé cómo harán con las taquillas, pero me malicio que si pasas por caja y sueltas los 40 euros de la entrada no solo se desactiva (¡ipso facto!) el riesgo de contagio, sino que tu aliento adquiere propiedades curativas.
Espero sinceramente que se haga buen negocio y que la gente gane el dinero que necesita para sobrevivir. Si no, veremos otra feria llena de cartelitos de «premios» de propios y ajenos, anuncios grandísimos de que fulano de tal o la empresa de turno se han comprado un cuadrito por 800€ y ha nombrado a 37 finalistas a los que no les ha soltado ni un maravedí. Lo veremos en unas semanas. Y si la cosa va mal, ya le haremos la autopsia. Ya se sabe cómo va esto: el primer sospechoso es aquel a quien le beneficia el crimen.