THE OBJECTIVE
Juan Carlos Laviana

Periodistas, de héroes a villanos (así nos ven, así nos vemos)

«Ya se sabe que cada periodista sueña con ser novelista, con elevar el trabajo farragoso y limitado de las redacciones a una categoría superior, la literatura»

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Periodistas, de héroes a villanos (así nos ven, así nos vemos)

Hannes Wolf | Unsplash

Hasta hace nada el periodista era un héroe. En el cine sin ir más lejos. Ya es historia aquella época gloriosa en que Todos los hombres del presidente (1976) llenaban las facultades de periodismo. Queríamos ser como Woodward/Redford o Bernstein/Hoffman. Queríamos derribar presidentes corruptos. Ser como Nick Nolte en Bajo el fuego (1983) o Mel Gibson en El año que vivimos peligrosamente (1982)Que una foto o una exclusiva nuestras cambiaran el rumbo de las guerras. Todavía, entonces, había posibilidad de encontrarse con un director como Humphrey Bogart en El cuarto poder (1952)que se dejara la vida para que la verdad llegase a la rotativa.

El cine y la propia sociedad ya no nos ven así. Ni siquiera nosotros mismos nos vemos como héroes. De hecho, las grandes películas sobre periodismo de este siglo XXI echan la vista atrás en busca de referentes éticos y de la épica perdida. The Post (2017) nos presenta a una editora de los años setenta como Katharine Graham, especie ya extinguida, capaz de anteponer las revelaciones de su periódico a los intereses de sus amigos de la alta sociedad de Washington. Buenas noches y buena suerte (2005) recupera la figura de  Edward R, Murrow, el periodista que desafió todas las presiones para desenmascarar al todopoderoso senador McCarthy. Spotlight (2015) rinde homenaje al equipo de investigación que, ya en los estertores del periodismo tradicional, desveló los abusos sexuales del clero en la muy católica Boston. Es como si en este momento de tribulación, de crisis existencial del periodismo, buscáramos una luz en el pasado que nos ilumine y nos ayude a reencontrar el camino extraviado del oficio.

El periodismo ha perdido la aureola épica. Y el cine ya no encuentra inspiración en el presente de la que fuera una de las profesiones más fotogénicas de la historia. La sociedad nos ve ahora como villanos, como las fieras sin escrúpulos que nos mostraron algunos films premonitorios como El gran carnaval (1951), Network (1976) o, más recientemente, Todo por un sueño (1995) y Nightcrawler  (2014). Visiones negras del periodismo, antes excepcionales, y ahora habituales.

Ocurre lo mismo con la literatura. Para comprobar la imagen actual del periodismo en España recurrimos a las novelas. En lo que va de año han llegado a las librerías, al menos, cuatro títulos -¿pasarán algún día al cine?- en los que se retrata al periodista atribulado de hoy. Ya se sabe que cada periodista sueña con ser novelista, con elevar el trabajo farragoso y limitado de las redacciones a una categoría superior, la literatura. Y, claro, cuando se enfrenta al reto de la novela recurre a lo que mejor conoce: el periodismo

José Sanclemente, editor de ElDiario.es, ha publicado Regeneración (Roca Editorial), título suficientemente expresivo del estado de la cuestión. En la novela nos encontramos a una periodista que ha de enfrentarse a poderes corruptos, a políticos y empresarios que pretenden controlar los medios, a la lucha entre los digitales y los legacy papers, a las intoxicaciones de comisarios siniestros habitantes de las cloacas, intereses opacos, compañeros periodistas que no se sabe si trabajan para su periódico o para el CNI. Y también a viejos directores con relaciones demasiado estrechas con los políticos y a jóvenes directores deseosos de influir en la marcha de la política… en el fondo muy parecidos a sus predecesores de la anterior generación.

En la novela encontramos indicios de que en el periodismo hay esperanza. No en vano la protagonista es una joven luchadora, que aún no ha perdido la fe. «Nosotros no tenemos que poner o quitar políticos –espeta la reportera a su director-, nuestra obligación es vigilar al poder, no formar parte de él».

Berna González Harbour, histórica periodista de El País y muy reconocida novelista, ha presentado El pozo (Destino), significativo título también. Nos muestra un caso con muchas similitudes con otros que nos apelan de continuo desde las televisiones –la desaparición de una niña en un pozo-, con disparatadas coberturas mediáticas alentadas por el morbo y desenfrenadas luchas por la audiencia.

La autora, tras mostrar todas las miserias que se esconden en el periodismo de ese tipo de sucesos, deja un resquicio abierto para salvar la profesión.  Su intención, como asegura en el epílogo, es rendir un homenaje al «periodismo de verdad», exponiendo las miserias del mucho más ruidoso periodismo «del orgasmo, del espectáculo, del show».

Jesús Ruiz Mantilla, otro veterano periodista cultural de El País además de novelista y ensayista acreditado, nos propone Papel (Galaxia Gutenberg), otro título significativo. Nos presenta los avatares de una redacción en crisis, atenazada por la precariedad tras despidos masivos, por poderes que controlan la línea editorial, capaces de poner y quitar directores, generaciones diversas conviviendo en un barco a la deriva, la difícil transición del papel al digital, el prestigio perdido del periodismo en un mundo donde la verdad cotiza a la baja.

En Papel se ofrece una muy interesante teoría sobre las causas de ese desprestigio. Más allá del nuevo escenario propiciado por Internet -el móvil, las redes sociales, la fugacidad de las noticias- el narrador achaca la crisis de credibilidad a las cortas miras de las empresas. Considera que los editores, a falta de recursos y en medio de la precariedad, han sacrificado la independencia a cambio de unas migajas de los poderosos.

Manuel Jabois, asimismo de El País, combina columnas, reportajes y novelas. Ha publicado Miss Marte (Alfaguara), con un personaje esencial también periodista. Se trata de una reportera que vuelve, 25 años después, a su pueblo gallego de origen para hacer un documental sobre la desaparición de una niña. En la novela, Jabois aprovecha para reflexionar sobre la profesión, sobre la mentira, sobre la forma de investigar. «Se aproxima de una forma fría –dice de los métodos de trabajo de su personaje- y quiere simplemente acumular todos los detalles del caso, y siempre tiene que tener algún testigo, una fuente, y en ese sentido es bastante como el noventa por ciento de los periodistas que conozco».

Concluye con otro de los grandes dramas del periodista de hoy, las llamadas noticias falsas. «Lo peor de no saber la verdad  -proclama- son las verdades alternativas que aparecen».

Para salir del pozo en el que  se encuentra el periodismo resulta acuciante reflexionar sobre cómo hemos llegado a esta situación, asumir los errores cometidos en el camino, buscar la verdad de nuestra crisis. Al fin y al cabo, ese es nuestro trabajo. Estas cuatro novelas, escritas por cuatro autores que saben de lo que hablan porque se han dejado la piel en las redacciones, son una fuente inagotable de ideas y propuestas para salvar el periodismo. Todos, desde el becario hasta el editor, deberían detenerse un momento en la vorágine de esta profesión. Leer y reflexionar. En Regeneración, El pozo, Papel y Miss Marte está la historia de nuestra vida.

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