Los odiadores de Iturgaiz
«Está muy bien que las televisiones se muestren ‘deeply concerned’ con lo que sucede en Cuba y Hungría, pero resulta que aquí Mikel, por haber nacido Iturgaiz y vasco, se juega la vida cada vez que salta al terreno de juego»
El odio. Sí, el odio. Ese impulso primario que une a un batasuno con un CDR y que, decía Welles, no es sino el abandono de la naturaleza humana. Vean lo que aún sucede en el País Vasco y comprenderán que la extorsión y el señalamiento no proceden de lo divino, sino acaso de una herriko taberna, que debe ser el averno en la mitología abertzale.
Está claro que el odio es un mal que no termina y que sólo daña al que odia, así como la virtud es su propio premio, aunque no se le puede pedir a un bildutarra que entienda los principios básicos de la Ética, de la Estética ni de cualquier disciplina noble y bella.
Digo esto porque Mikel Iturgaiz está amenazado de muerte por haber nacido hijo de un dirigente del PP. Y porque ETA ya no mata, pero está claro que su proyecto político sigue vivo cuando sus cachorros hacen la vida imposible a cuantos jóvenes dignos se atreven a defender lo de todos en tierra de nadie.
Ya sabemos que querer la Constitución o reclamarse español -como buen vasco- son motivos de hostigamiento nacionalista, pero que haya chavales perseguidos por su apellido es una infamia que no es de recibo ni siquiera en donde la libertad de expresión se confunde con homenajear a etarras delante de sus víctimas. Y menos cuando Mikel vino al mundo para recordarnos que a Miguel Ángel Blanco lo mataron los hijos de la ira.
Cuentan que Mikel creció entre escoltas y que su padre, Carlos, se convirtió en héroe una noche en la que se jugó la vida por llevar a su hijo a un hospital. Y si no lo saben es por omisión de nuestra Memoria Histórica, que sólo es un invento del PSOE para blanquearse a sí mismo, a sus socios y para vendernos a Otegi como «hombre de paz».
La vida que Mikel ha mantenido frente a galernas y putadas, frente a abertzales y jeltzales, es el vivo ejemplo de que el nacionalismo no se apacigua, sino que se combate. Y es ahí donde más fallan los medios y las universidades, que ya sabemos cómo están por esos lares.
Hasta donde yo sé, Mikel no es gay, trans ni está racializado, y por eso no verán su caso en los platós ni habrá manifestaciones en su nombre. Acaso porque no cabe culpar a la ultraderecha, sino a la izquierda abertzale, que es lo más parecido al fascismo tal y como hoy cabe entenderlo: como la imposición de unas ideas mediante la violencia.
Lo que vengo a decir es que en España hay un problema de odio ideológico, que lo suele sufrir la derecha y que eso explica que un servidor sea acusado de defender el fascismo (sic) cuando escribe una carta inocente a los podemitas.
Está muy bien que las televisiones se muestren deeply concerned con lo que sucede en Cuba y Hungría, pero resulta que aquí Mikel, por haber nacido Iturgaiz y vasco, se juega la vida cada vez que salta al terreno de juego. Y son pocos los que estamos para denunciarlo.