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¡Calviño es castrista!

«Para los puristas de los ideales, parece que es más importante decir que Cuba es una dictadura a intentar que la isla transite hacia la democracia. Ya no hablamos de lograr resultados. Prefieren tener la razón a ser eficaces en las relaciones internacionales»

Opinión

Chandan KHANNA | AFP

  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

En este país nuestro, donde desde el rey emérito a un padre de la Constitución como Manuel Fraga han tenido buenas relaciones con Fidel Castro, si la mismísima Calviño evita la palabra ‘dictadura’ pasa a ser sospechosa de defender el castrismo.

En España hay una capacidad insólita para pudrir la conversación pública: no importa que la posición del Gobierno de España, en estas protestas históricas y sin precedentes, haya ido en la misma línea a la mantenida por la Unión Europea, ni que se haya pedido al régimen castrista que respete los derechos humanos. Lo importante es la maldita palabra. El dedo y no la luna.

Resulta totalmente superfluo decir que Cuba es una dictadura si no hay la capacidad de que estas palabras tumben al régimen. Por el contrario, cualquier declaración contundente puede dificultar la liberación de los periodistas encarcelados y abrir crisis parecidas a la de Marruecos o, como sucedió con Venezuela, que la UE se precipite al reconocer un líder político que ni siquiera tiene posibilidad de tener el control sobre el territorio.

Para los puristas de los ideales, parece que es más importante decir que Cuba es una dictadura a intentar que la isla transite hacia la democracia. Ya no hablamos de lograr resultados. Prefieren tener la razón a ser eficaces en las relaciones internacionales. Y, al final, se banaliza la crítica al Gobierno cuando toda nimiedad se convierte en un escándalo.