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¿El fin del procesismo?

«Si damos por buena la hipótesis de Espada, con el adiós, muchachos, empañado en lágrimas de Messi estaríamos ante la finalización definitiva de la turra insoportable del ‘Procés’»

Opinión

ALBERT GEA | Reuters

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Escribe Arcadi Espada en el postfacio, que no postfascio de su canónico Contra Catalunya: «La influencia del fútbol en el Proceso no es del gusto de muchos analistas que buscan siempre causas que ennoblezcan su objeto de estudio y de paso los ennoblezcan a ellos. Pero, a mi juicio, el Proceso, no puede explicarse sin la oleada colectiva de felicidad, fuerza y optimismo que los éxitos del Barça de Guardiola y Messi supusieron».

Si damos por buena la hipótesis de Espada, con el adiós, muchachos, empañado en lágrimas de Messi estaríamos ante la finalización definitiva de la turra insoportable del Procés[contexto id=»381726″]. ¿Tendremos esa dichosa suerte? Yo lo dudo mucho, pero por lo menos disfrutaremos de un poco de sosiego mudo después de tanto berrinche enlutado de funeral desde los medios de comunicación afines al sentimiento trágico de la nación.

Una cosa ha quedado clara: en la sufrida derrota dolorosa no tenemos rival. Y es que volveremos a sufrir, volveremos a luchar y volveremos a llorar, porque lo nuestro siempre acaba en tragedia amarga.

Bien es cierto que en esta ocasión hubo un presidente que salió para hablar como un adulto y le dijo a la feligresía la verdad sin cuentos. O sea que se había acabado la fiesta y no quedaban monises para pagarle balones de oro al astro argentino, que, por sorpresa mía, quería quedarse a vivir en este inhóspito país.

Parece ser que en París ya se están organizando un afiche de galácticos. Y aquí paz y después gloria. Yo estoy dispuesto a que la estética claudique si es por el bien de la ética; así que cruzaré feliz el desierto de ligas y champions si las calles no vuelven a llenarse de lazos amarillos ni nadie más ho torna a fer.

Será que agosto me pilla de un insólito optimismo.