Lo importante es participar: la trampa del «diálogo»
«El catalanismo parecía muerto durante el procés más duro, pero hoy está en mejor forma y con más poder que nunca»
El miércoles se reunieron Pere Aragonès y Pedro Sánchez en el Palacio de la Generalitat. Lo único que trascendió del encuentro es superficial. Los medios más favorables a la mesa del diálogo lo describieron con vaguedades. «Sánchez y Aragonès blindan el diálogo». «No hubo grandes avances, pero la reunión en sí lo fue». «Lo importante, después de tantos años de tensión, es hablar». «La importancia de la reunión en sí». «Pese a las enormes diferencias, ambos reivindicaron la cita por sí misma». «El emplazamiento a intentar entenderse fue la máxima de ambos».
Una regla de honestidad filosófica, o de lógica, es que lo definido nunca puede entrar en la definición. ¿De qué han hablado? Han hablado, y eso es lo importante, se repite una y otra vez. A pesar de que no tienen mucho que decir. No es una visita oficial protocolaria. Es una mesa de diálogo ad hoc, para resolver el «conflicto». Dicho así, parece que hay un conflicto equilibrado entre las dos partes. Pero la realidad es que una parte está siempre rozando la insurgencia (o entrando de fondo en ella) y la otra se limita a pedirle por favor que pare.
En la negociación hay una desigualdad de principio. El Govern insiste en incumplir sentencias judiciales (la que obliga a un mínimo de castellano en la educación), en promover políticas discriminatorias (ralentizó la vacunación de guardias civiles por motivos políticos, a pesar de haber vacunado a los Mossos) y la única cesión de Aragonès, que no es una cesión, es prometer que cumplirá la Constitución y que defenderá la independencia de manera no unilateral, una quimera. Porque como dice Arcadi Espada, no hay independentismo sin unilateralidad: «Un día entre los más ardientes del Proceso un independentista se me quejaba: «Decís que tenemos todo el derecho a ser independentistas, pero en cuanto queremos ejecutar el derecho nos mandáis a la Policía». Tenía toda la razón, absolutamente. La independencia solo puede lograrse por la vía de los hechos, aprovechando alguna circunstancia desestabilizadora».
Pedro Sánchez, por su parte, ofrece soluciones dentro de la legalidad que acaban solo beneficiando al catalanismo y al PSC y solo convencen a medias a los independentistas: más competencias, más inversiones, más promesas de discriminación positiva hacia el nacionalismo (que no hacia Cataluña). El catalanismo parecía muerto durante el procés más duro, pero hoy está en mejor forma y con más poder que nunca.
Más allá de que dialogaron, se desconoce el contenido de la reunión. Es obvio que no trataron mucho la cuestión del referéndum de autodeterminación, que no es solo ilegal sino injusto. Descartado esto, por lo tanto, quizá hablaron de competencias e inversiones. Y para negociar eso el Govern debería acudir a los cauces que ya tiene establecidos el sistema autonómico, y no exigir reuniones bilaterales.
Pero intuyo que la mayor negociación tuvo que ver con el protocolo, cómo gestionar la imagen de la reunión, la percepción, lo que los anglosajones llaman optics. ¿Dónde se sienta cada uno? ¿Habría que publicar alguna foto de la charla? ¿Rueda de prensa conjunta o independiente? ¿Agua y café o solo agua? Tras la reunión, ambos líderes sugirieron que había mucho interés en lo estético: «Las imágenes son importantes desde el punto de vista político», dijo Aragonès. «Las imágenes también son importantes», dijo Sánchez.
La trampa del diálogo es el marco independentista del sit and talk: es decir, el diálogo como sinónimo de concesión. Y la concesión va siempre en la misma dirección: desde el gobierno central al nacionalismo.