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Todos quieren a los socialdemócratas

«Ni Sánchez ni Casado tienen el más mínimo interés por aplicar un ideario socialdemócrata en España. El primero es demasiado cínico y el segundo es sencillamente un conservador»

Opinión

Fernando Alvarado | EFE

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Más de treinta veces apeló Sánchez a la socialdemocracia en su discurso de clausura del Congreso Federal del PSOE del pasado domingo. Desde el PP le responden -vía Cuca Gamarra y Pablo Casado- que los socialdemócratas tienen su hogar en el Partido Popular. Todos quieren a los socialdemócratas. O lo que es lo mismo: en las últimas bocanadas de Ciudadanos todos anhelan un voto centrado y cabal que una vez pudo aglutinar el partido naranja.

Los extremos en España dan para lo que dan: Vox y Podemos. Pero en momentos difíciles se impone un discurso que garantice unos mínimos de protección y justicia sociales sin traumatismos ni populismos. Con serenidad y sentido común. Ahí supuestamente estaba Ciudadanos antes de que Albert Rivera decidiera cargarse de un plumazo cualquier referencia a la socialdemocracia en el ideario de Ciudadanos. Es bien sabido que un liberal con dos euros en el bolsillo se convierte inmediatamente en un retroliberal que apela a una libertad selvática y sin regulación ni protección algunas.

Nos espera un último tramo de legislatura en la que el voto socialdemócrata será esplendoroso objeto de deseo tanto para el PSOE como para un PP desnortado, que unos días pretende usurpar la radicalidad de Vox y al siguiente presentarse como una alternativa sensata. Ambos lo tienen difícil, la verdad; pues la fatiga socialdemócrata es más que evidente después de tanta mentira y desengaño. En este país, al verdadero socialdemócrata lo han condenado a una especie de escepticismo ácrata, de estoicismo con papeleta en blanco para el inodoro.

Es obvio, por otra parte, que la búsqueda de la moderación de los dos partidos responde a meros cálculos electoralistas. En puridad, ni Sánchez ni Casado tienen el más mínimo interés por aplicar un ideario socialdemócrata en España. El primero es demasiado cínico y el segundo es sencillamente un conservador.