La lengua de los dioses
«Todos los intentos loables de conservar y favorecer la lengua son completamente instrumentalizados políticamente»
En el excelente documental Traidores de Jon Viar, que está disponible en la web de RTVE gratis hasta el 4 de noviembre, el padre del director, que perteneció al grupo terrorista y estuvo ocho años en la cárcel hasta la amnistía de 1977, explica cómo se dio cuenta de que el nacionalismo de su familia era una especie de autoengaño artificial y lleno de contradicciones. «Me creaba conflicto el mensaje de mi familia cuando decían que nuestra lengua era el euskera. Yo vivía en una ciudad en la que hablaba español todo el mundo, mi madre me enseñó el español y era la lengua que hablaba, y me la enseñó muy bien. No podía entender que se emocionaran [su familia] cuando oían cosas en euskera que no entendían. Era como una mitología, una especie de lengua sagrada que no conocían ellos pero en la que hablaban los dioses o en la que los dioses les hablaban».
Es la lengua como marcador. No solo de clase. Es la lengua exclusivamente como instrumento político. Cuando Herder dice en el siglo XIX a los alemanes que no hablen francés, que hablen alemán, que le hablen a sus madres en alemán y escupan esa lengua apestosa del Sena, no está defendiendo la herencia cultural alemana ni defiende la lengua como patrimonio. Está defendiendo su nacionalismo. Menciono a Herder porque a menudo hay quienes dicen que los nacionalistas (catalanes, vascos, gallegos…) defienden la lengua para que no se pierda, que están defendiendo un patrimonio, como si estuvieran defendiendo un monumento antiguo que hay que preservar. Y es mentira. Usan la lengua como instrumento político.
¿De qué sirve que entre los menores de 29 años el 69% sepa hablar en euskera (un porcentaje muy alto dado que muchos han sido escolarizados en euskera), si luego solo un 27% de ellos afirma que lo usa a veces? Porque no se enseña euskera para hablarlo (en 2016, según un informe del Gobierno vasco, solo un 20% de los vascos lo empleaba más o igual que el castellano). Se enseña para imponer una ideología. Todos los intentos loables de conservar y favorecer la lengua (defenderla como cultura, como patrimonio) son completamente instrumentalizados políticamente. En Cataluña ha pasado lo mismo. Se dice que los antiindependentistas han instrumentalizado la lengua, han abierto el ‘melón’ lingüístico y buscan romper un consenso amplio con respecto al catalán. Es al contrario. Al servirse de la lengua para promover un proyecto político excluyente, son los independentistas los que están instrumentalizando el catalán y el euskera, que dejan de ser lenguas de todos por su culpa.