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Anna Grau

TV3%

«Lo más llamativo de la corrupción en Cataluña no es su carácter sistémico. Es su carácter poco menos que total»

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David Zorrakino | Europa Press

Estos días TV3, la televisión catalana, ha vuelto a ser «noticia» por un vomitivo vídeo cuyos autores, presuntos humoristas, fantaseaban nada menos que con una felación de la reina Letizia. El vídeo en cuestión fue «censurado» por una TV3 que anteriormente les había dejado pasar barbaridades de todo tipo. Siempre que alguien protestaba, la cadena pública catalana se escudaba en que el código deontológico que los profesionales de la casa (de cualquier casa, en realidad) deben cumplir a rajatabla no es de aplicación para «colaboradores», inescrutablemente contratados a través de productoras externas que no se dignan a informar de qué y por qué cobra nadie. Así sucedió, por ejemplo, con Mediapro cuando se ha intentado averiguar uno de los secretos mejor guardados del régimen: los honorarios de Pilar Rahola.

El explosivo vídeo con el tema ya citado no llegó a emitirse en TV3 porque, según denunciaron sus perpetradores, Jair Domínguez y Peyu no sé qué (me da pereza buscarlo en Internet), les fue «censurado». Ante lo cual, optaron por colgarlo en Twitter, anclado en un interminable hilo donde daban rienda suelta al despecho por su «represión» y se arrancaban con un delirante manifiesto en defensa de su «libertad de expresión».

Apenas habíamos tenido tiempo de reaccionar, de preguntarnos en qué cabeza cabe, por descerebrada que esa cabeza sea, que en una televisión pública pueda colar algo así, cuando llegaba el segundo asalto: el archicuestionado director de TV3, Vicent Sanchis, con una mano se defendía de las acusaciones de «censura»… y con la otra animaba a seguir el rastro de otro vídeo, filtrado tan extraoficial como oportunamente, donde se podía constatar que el gag «censurado» era mucho más bestia todavía. Tras fantasear con tener sexo oral con la reina, la misma fantasía alcanzaba a su hija la princesa Leonor, de 15 años de edad. Se supone que esto tenía que ayudar a «digerir» la «censura» hasta a los hiperindepes más desmadrados.

Puede parecer una lógica demencial, pero para alguna gente que ahora mismo acumula un importante poder de decisión en Cataluña no deja de ser una lógica. Lo mejor de todo es que la misma mano «amiga» de la dirección de TV3 que daba publicidad a este segundo, más extenso y todavía más espeluznante vídeo era la que luego clamaba por censurar -esta vez sí, sin comillas- a medios de comunicación como el digital Elcatalán.es, que se limitaban a dar cuenta informativa del hecho.

Visto desde fuera podía parecer que todo el mundo se había vuelto todavía más loco de lo que ya lo está en la Cataluña del procés. Visto con ojos algo más de insider, olía a guerra de bandas, a choque de gangs: un director de TV3 que tiene los telediarios contados contra unos vividores de la cosa que también ven que sus jugosos contratos con los medios públicos de comunicación catalanes tocan a su fin. La renovación de la cúpula de estos medios avanza lenta y tortuosa, pero inexorable. Y hay quien puede haber decidido morir matando.

Aun así, sonaba raro. Un poco menos si se tiene en cuenta que, muy pocos días antes del estallido del escándalo, la Audiencia Nacional había entrado en TV3. El juez Pedraz ha pedido una montaña de facturas para tratar de verificar lo que muchos sospechamos hace tiempo, y es que la televisión pública catalana podría llevar años siendo la nave nodriza de todas las mafias del 3%, podría ser una gran centrifugadora del dinero negro del procés. Es tan sencillo como que TV3% lleva tiempo, mucho tiempo, pagando facturas astronómicas y poco o nada fiscalizadas a productoras externas que, si no en todos, por lo menos en ciertos casos son fundamentalmente sospechosas de haber desviado parte de sus honorarios a engrasar la caja B del nacionalismo. A veces la cosa ha sido tan descarada (pero legal) como la creación del diario Ara, buque insignia de la prensa del régimen cebado con aportaciones megamillonarias de varias «estrellas» de TV3. La intervención de Pedraz anuncia operaciones más turbias, no solo contrarias a la ética sino presuntamente también a la ley. Es casi la única explicación para la apabullante opacidad financiera que hace años que envuelve a la televisión catalana como un manto de invisibilidad que ni el Partido Socialista, que formó parte de dos Gobiernos tripartitos, ha podido o ha querido romper.

En la pasada legislatura, cuando Ciutadans era el grupo mayoritario en el Parlament catalán, los nacionalistas sabían que no podrían llevar a cabo un nuevo pasteleo para renovar la cúpula de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA), porque C’s ha estado, está y estará siempre por los criterios de transparencia, mérito y capacidad, por lo que se hizo lo indecible para retrasar y hasta paralizar la renovación. Se antepuso el pasteleo, el cambio de cromos en la sombra, sobre los consensos serios y transparentes que en nuestra opinión deben prevalecer en estos procesos. Por eso ahora la tele catalana es un gigantesco yogur que lleva años caducado. Ahora todo son prisas. Pero aun así parece que se llega demasiado tarde para impedir que el hedor trascienda, incluso con las puertas de la nevera herméticamente cerradas.

Lo más llamativo de la corrupción en Cataluña no es su carácter sistémico. Es su carácter poco menos que total. Alcanza prácticamente a todas las terminales de poder político, económico, mediático. En los peores días, tienes la sensación de que no se salva nadie. Hasta el Síndic de Greuges podría llevar años fraccionando irregularmente contratos, como presuntamente hizo la presidenta del Parlament, Laura Borràs, que esta misma semana trató con todo el desparpajo de cambiar el reglamento de la Cámara para no perder sus privilegios en cuanto la procesen.

Se opuso todo el mundo menos su partido. Pero, ya me perdonarán por decirlo, una no tiene precisamente la impresión de que eso se deba a ningún repentino tsunami de virtud. Más bien, a un cambio de guardia en el vicio: el procés es tan desmesurado y tan voraz (probablemente el 3% ya es poco para aquilatarlo…) que ya no da más de sí. Está chupado como un limón, exhausto como las famosas «cajas de resistencia» de los golpistas. Simplemente cada vez tocan a menos entre más. Por la decadencia en sí que arrasa Cataluña, sangrada hasta los tuétanos, y porque si encima a algunos chupasangres de toda la vida les entra el miedo a ser destetados de repente… En fin, se comprende que cunda algo muy parecido a la desesperación.

Mucho se ha hablado de los indultos a los presos del procés y de tal o cual precio político pagado por el Gobierno de Sánchez a sus socios independentistas. Bien, visto desde dentro, el precio más alto de todos (y Pedro Sánchez no es el primero en pagarlo) ha sido y es mirar para otro lado mientras crecía y crece la ingente bola de una corrupción casi inimaginable. A escondidas a veces pero otras, insisto, a plena luz del día: ¿cómo se les queda el cuerpo si les digo que la Generalitat dejó prescribir tranquilamente el delito fiscal (entre muchos otros) cometido por la familia Pujol al no declarar la herencia del avi Florenci? ¿Que ni el impuesto de sucesiones, tan despiadado en Cataluña, les reclamaron?

Créanme: no hay comunidad ni sociedad que pueda aguantar indefinidamente esto. Afloran tantos posibles chanchullos cada día que literalmente no nos es posible dar abasto ni político ni periodístico a denunciarlos ni a investigarlos. Es abrumador. En serio.

Imagínense cómo tiene que ser la cosa en TV3 como para que el soecísimo vídeo contra la reina y su hija pueda llegar a parecer… ¿una jugada maestra para distraer la atención de la verdadera pornografía de fondo?

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