Hay que imaginar a Greta feliz
«El planeta seguirá tan pancho como hasta ahora con 1, 2 o 75º más de temperatura»
Dice el titular que la Conferencia de Glasgow era la «última oportunidad para controlar el clima», pero yo apostaría que habrá más. Porque mucho me temo que eso no sea información sino alarmismo, ese mismo virtue signaling que practican los presidentes cuando ponen caritas de preocupados por el cambio climático antes de entrar a la reunión y anuncian con gran contento grandes acuerdos de nobles intenciones pero sin entrar en detalles ni compromisos al salir.
Porque nosotros los occidentales somos asín. Por aquello que explica Luri de que encontramos más virtuosa la náusea que el apetito, estamos en manos de unas élites que nos acompañan en el sentimiento y prometen descuentos en la factura del psicólogo mientras no se cansan de recordarnos que el mundo se va a la mierda y que es por culpa nuestra.
Así, tratarán de hacernos creer que sin la presencia ni el compromiso real de China pero con un poco más de nuestra parte, con un poco de buena voluntad y un par o tres de hamburguesas vegetales, podremos salvar el planeta. Los chinos no van porque tienen cosas más serias de las que preocuparse, pero vamos pagando la luz cada vez más cara, circulando más lenta y apretujadamente por calles más estrechas para dejar paso a la bici, el patinete y demás, y sobrevivir comiendo hierbajos y gusanos (carísimos, por cierto), porque las vacas se tiran muchos gases y eso la madre naturaleza no lo podría soportar.
Esta es nuestra condena como joven sociedad pagana, adoradora de Gaya y otros dioses extraños, que como dioses paganos que son exigen sacrificios humanos sin ofrecer siquiera la salvación a cambio. Nos sacrificamos y más que lo haremos, pero el planeta no podrá salvarse porque eso no quiere decir nada. El planeta seguirá tan pancho como hasta ahora con 1, 2 o 75º más de temperatura, con humanos o sin, con vida, con agua o convertido en un infinito y estéril desierto porque el planeta es indiferente. Si quitamos a los humanos de la ecuación, si dejamos de considerarnos la sal de la tierra, entonces ninguno de nuestros sacrificios tienen ningún sentido porque nadie habrá para aplaudirlos, reconocerlos, recordarlos o recompensarlos.
Estamos en una especie de procesismo que no admite ni la salvación ni la destrucción final pero donde las portadas y las cumbres y discursos catastrofistas se seguirán sucediendo porque es el catastrofismo y no la salvación lo que vende y lo que, paradójicamente, reconforta a nuestras compungidas conciencias occidentales. Hemos hecho sufrir tanto que ahora nos toca a nosotros, aunque sea un sufrimiento inútil.
Uno ve entrar a Greta a su enésima cumbre climática con esa sonrisa medio disimulada y esa cara so deepleconcerneada y piensa que la pobre chica y gracias a los dioses está condenada a pasarse la vida entera de cumbre en cumbre y de catástrofe en catástrofe esperando mientras pueda un apocalipsis que no termina de llegar. Pero hay quien dice que esa lucha misma basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginar a Greta feliz.