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Ricardo Dudda

Iván Redondo somos todos

«Lo interesante del Iván Redondo columnista es que resulta muy transparente. Su estilo es su ética»

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Iván Redondo somos todos

Eduardo Parra | Europa Press

Iván Redondo no es una desviación de la política contemporánea; es su máxima expresión. Es como el cliché de los informáticos (que los propios informáticos dicen que no usan): it’s not a bug, it’s a feature. No es un fallo de la política, es la política. O, al menos, es la política hegemónica (siempre habrá algún diputado aislado que acuda a oscuras comisiones de Industria en el Congreso para trabajar y no para dejarse grabar y luego subir a Twitter un clip).

Ahora que está fuera de la Moncloa, Redondo busca trabajo. Su primera columna en La Vanguardia es un largo post de LinkedIn. Su presencia en un medio tan importante no es sorprendente. Es algo común en la prensa española: importa quién dice, no lo que dice. Por eso un recién creado periódico publicó en su primer día varias columnas de opinión de políticos; daba igual lo que dijeran, que eran vaguerías y propaganda, lo importante es quiénes eran.

Lo interesante del Iván Redondo columnista es que resulta muy transparente. Su estilo es su ética. Su terrible puntuación, las frases sin verbo o sin sujeto, los anacolutos, la falta de concordancia, las oraciones cascabel que no dicen nada pero suenan bien («Hay que educar con la mirada y aprender a ver con la cabeza en lugar de con los ojos»), el fraseo como de boomer comentando una noticia en Facebook, los clichés (o no sé muy bien cómo definir esto: «Las victorias son para los valientes. Para ganar lo primero que tienes que preguntarte es si lo eres») dicen más sobre sus valores y su forma de ver la política que cualquier libreta de anotaciones íntimas desde La Moncloa. Es una constante huida delirante. Es Michael Scott en un capítulo de The Office: «A veces empiezo una frase y ni siquiera sé a dónde va. Solo espero encontrarla por el camino».

Casi al final de su artículo, dice: «Sí, les adelanto que me gusta Luis Martín Santos. Y, en este tiempo de silencio que pretende ser también este espacio, es por ello que encontrarán a veces paréntesis y signos de puntuación un tanto particulares. Además de un estilo propio de redacción. Cada uno es como es». ¿Y ese inicial? ¿De dónde sale? ¿Y la mención a Martín Santos solo para mencionar el título de su obra y decir que este espacio va a ser un tiempo de silencio? ¿Eso significa que se va a callar? Es también fantástico cómo se defiende de las acusaciones de mal escritor: ¡Luis Martín Santos también lo hacía! (Si es que realmente quiere decir eso).

Pero lo más importante es que promete no cambiar ni dejarse editar. Es una buena noticia, en cierto modo. Su manera de escribir es su manera de pensar. Y su manera de pensar la política es la estándar en nuestra época: la mezcla caótica de una retórica neoliberal-woke de consultora (Mr. Wonderful más McKinsey), una épica y un romanticismo de El club de los poetas muertos y sobre todo un patrimonialismo arrogante. Él piensa que ahora que está fuera de La Moncloa podrá «devolver semanalmente a la sociedad parte del conocimiento adquirido en todos estos años en la política profesional». Lo que no sabe es que ese conocimiento vendrá por otro lado. Iván Redondo va a resultar más útil a la sociedad fuera que dentro de la política institucional.

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