Decálogo de las buenas costumbres
«El hortera elige la pompa y la ostentación; el elegante, la sencillez y el aticismo. No confundas lo sencillo con lo simplón. El buen árbitro dirige el juego sin interrumpirlo»
Costumbres, digo, y no rutinas. Estas, que son costumbres mecanizadas, valen para el gimnasio, pero no para la vida. El hábito hace al monje y el chándal al deportista.
- Sé una persona educada, pero no ceremoniosa. ¿Doblas la espina y entonas el s’il-vous-plaît al abrirle la puerta al vecino? ¿Acudirías al botellón con los ternos, el fajín y los entorchados? La mayor elegancia es la que no se ve. Elegante, en origen, es quien elige bien (eligere). El hortera elige la pompa y la ostentación; el elegante, la sencillez y el aticismo. No confundas lo sencillo con lo simplón. El buen árbitro dirige el juego sin interrumpirlo.
- No envidies. Al hacerlo, te confiesas subalterno. La envidia es una forma corrupta de emulación. Actúa como un ácido que corroe el carácter, como una ponzoña que, instilada gota a gota, te envenena, te adultera y te envilece. ¿Por qué el cuento la dibuja con rostro vejancón, mirada ojizaina y una serpiente royéndole el seno? Porque quien envidia se devora a sí mismo.
- No tengas miedo de las palabras malsonantes. Hay un lenguaje para cada lugar. Intolerable es la jerga patibularia en el templo, intolerable la jerga académica en la taberna. Evita, ante todo, los piadosismos. Un adulto no hacepipí. Si te pegas un martillazo en el dedo, insulta, maldice y ultraja; injuria, si es preciso, a la madre que parió a Panete, pero, por favor, no grites ¡miércoles! La frase del general Cambronne en Waterloo («la Guardia muere, pero no se rinde») es célebre por su estrambote final: merde! ¿Habría pasado a la historia diciendo córcholis?
- No seas una persona sincera. La evacuación de los sentimientos no es más que un proceso digestivo. Hacerlo en público es de mala educación. No hables«sin pelos en la lengua» ni digas «las cosas claras». La civilización es un cendal invisible que cubre a duras penas tu animalidad. Al levantar sus faldones, so pretexto de espontaneidad, te quedas con el culo al aire.
- Retírate de la política. Aunque nunca hayas participado en ella. De niño, Jardiel Poncela iba al Congreso con su padre, que era periodista parlamentario. Un buen día, harto de las conjuras que se urdían entre candilejas, decidió batirse en retirada. Contaba con once años. ¿Hay algo peor que dar la turra a la abuela? Politizar la sobremesa es una grosería; permitir que el partidismo se enseñoree de tu vida privada, una derrota. La hiperpolitización lleva a la degeneración de la democracia: por cada escama del Leviatán, el rostro ensoberbecido de un activista.
- Evita las frases hechas. Es más: mantente en guardia frente a ellas; son tentativas de colonizar nuestra mente. Por eso la lucha contra el tópico es una lucha moral. Cuando surgen los latiguillos no habla el individuo, sino la muchedumbre. Por regla general, todaunpopular opinion es más popular de lo que aparenta y todo hot take está recalentado. Pensar con automatismos no es pensar.
- No des explicaciones. O dáselas, como mucho, al comisario de policía. Siempre habrá quien se moleste por lo que digas. Recuerda el aforismo de Lichtenberg: imposible es llevar la antorcha de la verdad sin chamuscar algunas barbas. Uno ha de sersui juris, señor y juez de sí mismo, pero no fiscal ni abogado. No te defiendas. Sería como arrojar margaritas a los chanchos. Juega con la tiranía del qué dirán sin uncirte a su yugo. Si dicen de ti que eres masón, espía ruso y del Atleti, no te esfuerces en desmentirlo. Cría fama y échate a dormir.
- No te enrolles. El buen rollo es una cálida lengua protráctil: ora se despliega para dar lametones de adulación, ora se repliega para correr hablillas contra el disidente. O te enrollas, o te arrolla. Por eso ser un aguafiestas se paga tan caro. Desconfía de la unanimidad, sobre todo cuando va acompañada de pasteleos.Rotulum es la raíz de rollo y de rodillo. De ahí que el rodillo mediático sea siempre buenrollero. Quien se mueve no sale en la foto.
- Hazte el tonto. ¿Qué ganas siendo el lumbreras del grupo? Quienes sobrepujan entre sus pares solo generan pelusa y resquemores. Como es sabido, el soldado raso no envidia a su general, sino a su cabo. Tampoco es bueno envanecerse ante el jefe. El tonto de Pastrana solía zamparse la bandeja de pasteles que la Princesa de Éboli le encargaba, pero esta tendía a disculparlo cuando aquel la interpelaba: ¿pero no ve que soy bobo, Majestad? Para ser bienquisto, decía Gracián, hay que vestirse con la piel del bruto.
- Cierra el pico. Es tal la cantidad de propaganda que ingerimos a diario que la vida se nos hace bola; de ahí que, para evitar la esteatosis, muchos necesiten vomitar opiniones. No seas boquirrubio. Cuando hablas mucho, no puedes hacerte cargo de todo lo que dices. Busca la quietud y siente cómo el espíritu acrece en ella. Como ha escrito Armando Zerolo, el diálogo es una nota al pie del silencio.
Corolario. Yerran quienes confunden la nobleza del hábito con la vileza mecánica de la repetición. Virtuosa es la vida morigerada, que es la conducida por las costumbres (mor, costumbre; gerere, llevar) cuando éstas son buenas. Aquí van diez. Cuente con mi amistad quien cumpla con una sola de ellas.