THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

¿Un tripartito en el País Vasco?

«Se habla con naturalidad de la posibilidad de que Pedro Sánchez apadrine un tripartito en el País Vasco con el Partido Socialista de Euskadi, Bildu y Podemos»

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¿Un tripartito en el País Vasco?

Eneko Andueza, secretario general del PSE. | Javi Colmenero (Europa Press)

Se habla con naturalidad de la posibilidad de que Pedro Sánchez apadrine un tripartito en el País Vasco con el Partido Socialista de Euskadi, Bildu y Podemos, que desaloje del poder al PNV, eterno ocupante del Gobierno excepto cuando el PP ayudó a Patxi López a convertirse en lehendakari a cambio de nada.

En Sabin Etxea, la sede del PNV, no acaban de asumir que Pedro Sánchez, su Pedro Sánchez, que les debe el Gobierno gracias al apoyo que le dieron para echar de Moncloa a Mariano Rajoy, esté dispuesto ahora a apoyar al partido que tiene su origen en ETA, la banda terrorista que ha asesinado a un buen número de dirigentes y militantes del PSOE y del PP, incluso a simpatizantes del PNV. Además de asesinar a militares, miembros de las fuerzas de seguridad, empresarios, jueces y fiscales, y civiles que tuvieron la mala fortuna de pasar por el lugar más peligroso en el momento menos oportuno. No lo acaban de creer, pero es lo que hay. Pedro Sánchez lo niega con la boca pequeña, pero los desmentidos y negativas de Sánchez, incluso con la boca grande, no valen para nada. Ha dado pruebas sobradas de asumir con naturalidad la mentira y el engaño, y duele decir eso de un presidente de Gobierno.

Bildu pisa los talones al PNV desde las últimas elecciones, y Andoni Ortúzar teme el sorpasso más que a cualquier otra cosa. Por la pérdida del poder, evidentemente, pero también porque sabe muy bien de qué es capaz un tripartito así configurado. Aparte de la ruina para los vascos, que tienen un master en sufrimiento después de 40 años de terrorismo, supone también éxodo, inseguridad jurídica, deterioro de todos los sectores sociales incluida la cultura, iniciativas demagógicas mientras se dejan de lado las urgentes y, lo peor, la idea de contar con un gobierno en el que tiene cara y mando un personaje como Arnaldo Otegi, condenado por terrorismo aunque hay quien hipócritamente le considera un hombre de paz – Zapatero dixit-. Cualquiera que conozca su biografía sabe perfectamente que palabras como paz, tolerancia, respeto y sensibilidad no forman parte de su vocabulario.

No se comprende cómo no se han levantado voces destacadas del socialismo para declarar al mundo su absoluto rechazo a esa posible maniobra que no descarta determinado círculo del sanchismo. No se comprende. Ya se sabe que a Pedro Sánchez le tienen sin cuidado lo que piensen las personas que han construido la mejor historia del socialismo, pero aunque sepan que nunca harán cambiar de criterio a un ensoberbecido e irresponsable Pedro Sánchez que no tiene más objetivo que perpetuarse en el poder, al menos podían alertar sobre las consecuencias de esa operación que preparan algunos. De la inmoralidad que supone no solo blanquear la marca Bildu, sino hacerlo a cambio del apoyo a un Pedro Sánchez que, con los resultados en la mano después de casi tres años de gobierno, ha empobrecido a los españoles, desprestigiado las instituciones, abierto heridas que estuvieron bien cerradas para facilitar la convivencia entre los que sufrieron una guerra civil, ha devaluado el papel de España en el escenario internacional, dado alas al independentismo, instrumentalizado la Fiscalía del Estado a conveniencia e incorporado al gobierno a un partido populista comunista que jamás habría aceptado ningún país europeo porque conoce sobradamente las consecuencias de una coalición de esas características.

No es fácil que a Sánchez le puedan echar los suyos aunque no sean suyos; esos que podrían asumir las declaraciones de Felipe González cuando se definía como socialista militante pero no simpatizante. Pero el PP, principal partido de la oposición, sí tiene una responsabilidad al no centrarse en denunciar de forma sistemática e inteligente, sobre todo inteligente, sin brocha gorda, las consecuencias de seguir votando a un Pedro Sánchez que no sabe que hay líneas rojas que jamás se deben traspasar. Y en política con más razón. 

Pablo Casado, tan ensimismado en problemas que provoca él mismo, tan irritantemente obsesionado en hacer entrar por su aro a algunas de las personas más capaces de su partido, incluido el alcalde de Madrid, al que han metido en una lucha indeseada, hace tiempo que ha perdido la perspectiva: no está ejerciendo con eficacia como líder de la oposición. No escucha siquiera a los que le son más leales. Por cierto, pronto perderá a una de esas personas incondicionales en su lealtad, María Pelayo. Unos aseguran que hace tiempo que desea recuperar su vida privada. Otros, que García Egea le ha puesto puente de plata. 

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