Ímprobos esfuerzos de George Clooney para coronarse como rey del 'cool'
«George Clooney se nos aparece como digno heredero de Steve McQueen o Dean Martin, como el nuevo rey del cool»
Nunca estuvo claro si el rey del cool —la desenvoltura, la despreocupación, lo guay— era Steve McQueen o Dean Martin; los dos habían hecho méritos, ya que Steve sabía mostrarse silencioso y enigmático, y subirse y bajarse de motos y coches como nadie, mientras que Dino se las apañaba maravillosamente bien para dar la impresión de que siempre estaba bailando y cantando sin esfuerzo, y divirtiéndose como si la vida fuese una fiesta incesante, y al mismo tiempo daba a entender que sabía perfectamente que en realidad no es así pero así hay que afrontarla, de lo que daba ejemplo.
Pero en nuestros días, George Clooney —famoso actor y anunciante de Nespresso— se nos aparece como digno heredero de aquellos dos gigantes de la actitud, el nuevo rey del cool, gracias a su apostura, su casa en el lago Como, su imbatible esposa, que es adalid de los derechos humanos, guapa, elegante y una cotizada profesional del Derecho (¡no una advenediza de la moda ni del cine ni la tele!).
Y, coronando el edificio de su coolness, están las últimas declaraciones de Clooney, cuyo apellido, por cierto, es casi anagrama del concepto.
El otro día le preguntaban (en The Guardian): «¿Alguna vez ha pensado: “¿Sabes qué? Creo que ahora ya tengo bastante dinero”?». Y él respondió que sí, de hecho poco antes le habían ofrecido 35 millones de dólares por un día de trabajo para el anuncio de una compañía aérea de «un país aliado, pero a veces cuestionable», y la cosa no acababa de convencerle.
¿Qué compañía sería esa? George no lo dijo pero probablemente fuese Qatar Airways, o Emirates, o las líneas aéreas de Arabia Saudí. Con esta última satrapía, especialmente, los reparos del actor son comprensibles, pues prestar buena imagen a un régimen que asesina a sus súbditos en sus propias embajadas puede dar un poco de repelús.
De manera que George dice que consultó a Amal (otro punto cool: mencionar a la esposa como coautora de las decisiones importantes) y decidieron que «la cosa no valía la pena. Si me quitaba un minuto de sueño no valía la pena».
(Pensándolo bien, mientras escribo estas líneas, no estoy tan seguro de que todo esto de la oferta de los jeques sea de verdad cool y no una fanfarronada. Yo creo que Steve y Dino siguen en la pole position del cool).
Clooney podía haber ganado 35 millones de dólares en un día de trabajo, trabajo que en su caso no consiste, como el de Tom Cruise —por poner un ejemplo—, en dar saltos por ahí como una cabra, subirse a la punta de los rascacielos de cristal ayudándose solo con un par de ventosas, colgarse de aviones en vuelo y liquidar a un malvado espía, y todo en hora y media; en fin, una vida de gymkana. Es que cuando uno es bajito todo cuesta más. En cambio, Clooney, que es alto, para ganar esos 35 kilos solo tenía que lucir el smoking, guiñar un ojo, hacer una mueca simpática… Fácil, ¿verdad? ¡Pues no, lo ha rechazado!
Yo creo que estas frases suyas son extraordinarias y no se les ha prestado la atención que merecen. No sé si lo que pretendía era humillar a los lectores con tal despliegue de desenvoltura (de cool), de poderío económico y de rectitud moral, pero desde luego contradicen y conculcan el sentido del salario, que nunca es bastante, y la naturaleza elusiva del dinero, que nunca sabes cuándo lo puedes necesitar. ¡No son frases que digan Bezos, Zuckerberg, Gates o nuestro Amancio Ortega!
Sin ánimo de enmendarle la plana a George Clooney, yo le diría: «Rechazar esa fortuna ha sido un gesto estéril y pavonearte de ello en la prensa, una ordinariez. Pero tranquilo, George, ya te he perdonado… Ahora bien, si aún estás a tiempo, no seas tonto: enmiéndate; trabaja arduamente ese día que te piden los jeques, sean suníes o chíes, tanto monta, monta tanto; sonríe, y haz muecas simpáticas, y guiña el ojito, y acaricia la pajarita del smoking…
…¡y toma ese maldito dinero! Luego, si quieres, lo donas a una causa justa, por ejemplo para abrir pozos de agua en el África sedienta, o construir viviendas dignas para alguna colonia de desplazados, o sacar de la angustia del desempleo y la pobreza a 35 familias, a millón por familia…
No seas solipsista, George: el mundo no se acaba en tu buena o mala conciencia.
Tengo otras ideas muy excitantes para invertir esos 35 millones. ¡Llámame y lo hablamos!».