Son unos liberticidas
«Disponen de un amplio abanico de opciones para seguir dando satisfacción a su afición prohibicionista. Es evidente que cuando se teme a la libertad, el vicio de prohibir no tiene límites»
Definitivamente, no les gusta la libertad. Tienen un incomprensible rechazo a que el hombre ejerza su capacidad de decisión sin estar supeditado a las permanentes disposiciones o recomendaciones de la burocracia estatal. Aunque son multitud los ejemplos existentes, vamos a centrarnos en los dos últimos estrambotes generados desde el gobierno socialpodemita.
El primero es la última charlotada del ministro Garzón, ese que quiere reducir el consumo de carne que realizan los españoles. Ahora se le ha ocurrido convocar ¡una huelga de juguetes! (sic), basándose en el supuesto enfoque sexista que rodea a su producción, adquisición y utilización. Más allá de la caricatura, la trastienda de la nueva estulticia del ministro de Consumo encierra una enfermiza afición al intervencionismo del Estado en todas las facetas de la vida humana. Antes, en la dieta. Ahora, en el ocio infantil, mañana en …
Pero es que, además, la experiencia histórica del socialismo real ha demostrado su especial torpeza cuando aplica su dirigismo al ocio. Valga como anécdota que los cubanos adultos cuentan que, para evitar las trastadas de sus pequeños, no había mejor receta que advertirles con ponerles ante el televisor para ver los dibujos animados producidos en la Unión Soviética. La amenaza surtía efecto inmediato, reconduciéndose inmediatamente la algarabía infantil.
Pero hay otro ejemplo también sangrante. Se nos informa que el Ministerio de Sanidad se está planteando la posible prohibición de fumar en los vehículos privados. Con independencia de la condición de fumador o no que tenga cada cual, e independientemente de la posición que cada uno tenga respecto al tabaco, es indudable que el interior de un vehículo privado es un espacio ajeno al Estado, en el que éste no debe decir lo que se puede o no hacer sin perpetrar un ataque ¡otro más! a la libertad individual. Es tan grave la posibilidad planteada como inaceptables los argumentos con los que se pretende justificar.
Así es. Se alude a la posible existencia de varios usuarios dentro del vehículo, siendo posible que los no fumadores tengan que soportar el humo de los que sí fuman. Pues volvemos a lo mismo. Dejen ustedes de decidir por nosotros. Dejen que aquellas personas que comparten el habitáculo de un coche se auto organicen libremente por sí mismos, y decidan si quieren que fume o no el fumador o fumadores que pueda haber entre ellos. No se empeñen en organizarnos la vida, que no queremos que nos la organicen.
Pero se alude también a que se trataría de una medida en favor de la seguridad vial, argumentando que cuando el fumador es el propio conductor, la acción de fumar le obliga a soltar una mano del volante. De comprarse el argumento, lo siguiente a prohibir será la utilización de la radio del coche por parte del conductor, pues también necesita de una mano para encenderla, para cambiar de dial o para subir/bajar el volumen. Y ya puestos, por el mismo motivo también debería prohibirse la subida o bajada de ventanillas. Y, por supuesto, deberían estar prohibidos los coches con cambio de marchas manual. La verdad es que disponen de un amplio abanico de opciones para seguir dando satisfacción a su afición prohibicionista.
Es evidente que cuando se teme a la libertad, el vicio de prohibir no tiene límites. Por eso, la gravedad de los dos ejemplos que hemos comentado estriba en su carácter de síntomas o manifestaciones de la aversión a la libertad que inunda sus espíritus. Definitivamente, son unos liberticidas.