Entre talento y discapacidad: un mal modelo de gestión humana
Tras el desolador año pandémico, y más allá de las críticas a la gestión inicial, al tratamiento de los diferentes procesos de gestión, contratación y ejecución; nos hemos dado cuenta que el modelo Cainita (que entiendo les suene ya “cansino”) por el que “despellejamos” toda acción propia y valoramos de forma sobredimensionada: la eficacia alemana, la dureza en el proceso de confinamiento de Rusia, la rápida inmunización social o de rebaño de Reino Unido, e incluso las “bravatas” de EE.UU. sobre lo que haría y que no hizo. Para al final ver que Alemania está en un caos pandémico sin visos de encontrar salida coherente, EE.UU. va con varios dígitos de retraso en su “milagro de vacunación”, y la “dura” Rusia está en límites de catástrofe social y sin forma de salir en tiempo del atolladero en el que están.
Por tanto, ni somos tan malos y necios, ni los “otros” son dechados de virtud, si no más bien desechos de esta. A las pruebas me remito de sus propias estadísticas oficiales, las de la OMS y de los diferentes think tanks patrios.
Lo que sí es cierto que el aforismo que me enseñaron mis maestros, del cual nunca nadie me dio solución que me convenciera, decía: “Si el mundo ya no es como era, los niños no son como éramos, ¿por qué les seguimos enseñando y tratando como lo hacían con nosotros?”.
Cansado estoy de hacer anotaciones en mi cuaderno de “batalla” sobre pedagogos blogueros, pediatras mediáticos y gurús sociológicos, que se hartan de decir lo más obvio en tema educativo del talento: la edad de cero a tres años es la fundamental en el desarrollo cognitivo y emocional del niño/a; siendo además el momento de tener que dotar a los vástagos de las herramientas emocionales que les permitirán no ser presa de ansiolíticos a temprana edad. Sin embargo, en este nuestro suelo patrio en lo educativo, si quieres esa “evidencia” o la pagas, o te mudas a algunas de las dos comunidades autónomas que lo tienen claro en la educación pública y que lo aplican generando resultados de resiliencia y capacidades de innovación temprana, de disrupciones cognitivas que generan verdadero “talento”, etc.
Los estudios demuestran que tienen razón y que siguen en los informes figurando aventajados en materias troncales, transversales y de educación cívico/social. Y como de lo que estoy hablando es de política educativa del talento, puedo nombrarlas sin que me arrojen a los fuegos del infierno. La Rioja y la Comunidad Foral de Navarra son las locomotoras que se toman en serio los paradigmas de gestión del talento cognitivo y emocional desde los cero años y tienen una política de integración de “lo diferente” bastante exitosa. En el resto del Estado suelen ser aparca niños/as y parches conciliadores para los progenitores “productivos”; por más que los educadores y maestros de las escuelas infantiles intenten educar a las familias (por favor, no usemos el vocablo guardería que suena a eso, a guardar el rebaño mientras ejecuto mis quehaceres para tener “pan y circo”). Un sinsentido hacer algo contrario a lo que sabemos que funciona.
Al fin y al cabo, son el “cada vez más escaso recurso humano del futuro”, puesto que la tasa de reposición es francamente desoladora en España, como en otros países de la órbita occidental, pero no sólo en la erróneamente denostada función pública, sino en cualquier nivel productivo o ante cualquier análisis del mercado laboral. Pero parece que no nos queremos enterar.
A ver si me explico mejor. El lechero no trata mejor a las vacas por que las “ame”, siendo que de todos gustos hay amor, si no por que quiere que le dure más y de mejor “producto” que le haga competitivo. Y lo demás son juegos de tahúr malo. En otros países saben que el éxito se debe a la capacidad de repetir hasta lograr la mejora en algo, se debe al conocimiento de la realidad social que existe y de sus capacidades para adaptarlas al mercado laboral tan etéreo y cambiante, y sobre todo se debe a conocer el juego muy bien para que con las cartas que te tocan puedas hacer un papel digno, puesto que las reglas son conocidas y las cartas no siempre podemos elegirlas, bien por los límites de eticidad que implicaría una clonación selectiva, bien porque muchas veces quien tiene la Banca, no es torpe, es sencillamente inepto, ya que escucha sólo a su conciliábulo e ignora la verdad que demuestra los resultados de pensar una adecuada gestión de la ciudadanía que le toca y de cómo alimenta a los recursos humanos.
No vemos que cuando la tasa de reposición es de caída libre, cuando no nos damos cuenta del valor que tiene la escasez de “personal”, entonces somos país “a media potencia” y que jamás saldrá de una ser una “potencia media”; luchando cada año para ver y premiar con la fama quien es el más inepto jarrón bello pero inútil, o ver que cada año crece la demanda de “suerte” buscada en un papel numerado que quiere sustituir por el camino rápido lo que sólo se consolida socialmente “con el sudor de cuerpo y mente”. A veces estoy tentado de convertirme en un conspiracionista.
Sin embargo, hay algunos países que se han dado cuenta ante su escasez de capital humano, y teniendo diariamente que reinventarse para sobrevivir, que buscan allí donde se encuentre, no las personas, si no los “indicadores de eficiencia”, dando igual si para ello deben modificar leyes o cambiar modelos de negocio.
Nunca entendí que, en el modelo inclusivo, falso en su aplicación, sólo busca que los unos aprendan a convivir con lo que existe en el mundo, no busca lo que realmente importa que es el resultado, no quien lo consigue. Hay en temas tan delicados como el análisis de información, las búsquedas de “procesos de innovación disruptivos”, e incluso temas de defensa militar que usan las viejas fórmulas de R.O.I para saber la tasa de éxito logrado respecto a la inversión lograda, dándose cuenta que mucho del “pegamento” proviene de esas personas denominadas con “discapacidad” bajo estándares “normalizados”, no sobre criterios de éxito o adecuación a la actividad.
Seguramente nada hay más delicado que las directivas de defensa y seguridad nacional de los países. Y me temo que tras las estadísticas de disfunciones cognitivas fruto de nuestra “salida de zona de confort” están creciendo a ritmos que no sabemos cómo gestionar. Pero esto no es nuevo, ya llevan lustros compartiéndose tareas y funciones no por lo que “nosotros necesitamos” sino depende de la gente que tenemos.
Se nos llena la boca de pensamiento divergente, de creatividad, de modelos de simulación para hacer casos del “What if..” de “pensamiento lateral” que no es sino una mala copia de la Terapia racional emotiva de Beck y Ellis, que, avispados consultores, tradujeron para “perros y gatos empresariales” con inusitado éxito entre la llamada élite que maneja el mundo; llegando a usar metáforas de monjes, Ferrari, quesos desaparecidos…
Me reafirmo, estamos en manos de “no capacitados” cuando los llamados “discapacitados” demuestran mayor éxito en tareas adecuadas a su perfil competencial, incluyendo análisis o herramientas para la guerra manejadas por ejemplo por gente del espectro autista.
Dicen los que entienden que en España uno de cada cien seres humanos sufre esquizofrenia, ansiedad un 10,4%, psicosis 1,2%, pero si es de carácter afectivo asciende al 7,2%, problemas adaptativos el 2,4%, Trastornos del espectro autista un 1%… Por tanto, debemos empezar a ser conscientes que el llamado talento o factores de innovación pueden venir de alguien que hasta ahora no contaban socialmente. La salud mental no está en la agenda política cuando afecta a la economía de forma inusitada.
Las sociedades modernas, dado su envejecimiento, dada su decadencia económica y dadas las prevalencias totales que sufren, debería replantearse que es Discapacidad y que es lo que deseamos hacer con un creciente porcentaje de la población que correctamente gestionados “generan rasgos traducibles a criterios económicos”. Otros países ya están en recuperar cualquier atisbo de “talento” al tener poca masa crítica. Nosotros seguimos pensando que de 0 a 3 años el niño/a debe ser aparcado y no “canalizado al sistema de rendimiento en talento o creatividad”. Si hay formas diferentes de ver el mundo y eso nos hace avanzar en competencias, ganaremos el futuro en lo económico, en la creación de herramientas con talento y sobre todo en una verdadera integración social. Parece una locura per somos pocos para no tomarlo en serio. Si nos sobrara capital humano podríamos “derrocharlo”, pero cuando nos falta, debemos saber qué de cada uno de nosotros nos hace “válidos para el sistema”.