THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

Menos mal que España no es Francia

«¿Imaginan que en España toda la izquierda junta solo lograra sumar un 20% de intención de voto para unas elecciones?»

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Menos mal que España no es Francia

La candidata del partido conservador Los Republicanos, Valérie Pécresse. | Europa Press

De Gaulle, Pompidou, Giscard d’Estaing, Mitterrand, Mitterrand, Chirac, Chirac, Sarkozy, Hollande… ¡Boum! El delicado turnismo entre la derecha gaullista y la izquierda socialista saltó por los aires en la Francia de 2017. (Ya, ya… Giscard no era gaullista, cierto, pero sí era un obvio representante de la derecha moderada y europeísta francesa, además de un excelente representante de sí mismo).

En 2017, casi 60 años después del arranque de la V República en Francia, empezó la gran transformación: ni el candidato de la derecha gaullista ni el de la izquierda socialista quedaron en posición de disputar la segunda vuelta en las elecciones presidenciales francesas. Los gaullistas, con Fillon como candidato, quedaron en tercer lugar; los socialistas, con un ignoto Hamon, en quinta (y muy distante) posición, por detrás incluso del insumiso Mélenchon. Los dos grandes partidos, a derecha e izquierda, quedaron como marcas averiadas a ojos de los franceses.

Cinco años después -es decir, ahora- no solo los socialistas sino la suma del conjunto de los candidatos de todas las formaciones de izquierda (según las encuestas) juntaría con dificultad un 20% de la intención de voto para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, que se celebrarán en abril. Esa suma de un escaso 20% la ofrecía esta semana el diario El País, poco sospechoso de mirar a la izquierda con desafecto.

¿Imaginan que en España toda la izquierda junta solo lograra sumar un 20% de intención de voto para unas elecciones? Da igual qué elecciones; las que fueran. ¡Menos mal que España no es Francia! Y aquí la izquierda -aun troceada, dividida y cada día más entregada al nacionalismo separatista- es capaz de sumar vigorosas coaliciones Frankenstein.

Si hace cinco años los franceses dieron la espalda a los dos grandes partidos que se habían turnado en la presidencia de la República, ahora parecen decididos a olvidar que hubo un tiempo en el que la mayoría decidía elegir a un presidente socialista. Y fue un tiempo prolongado: los 14 años de los dos largos mandatos de Mitterrand unidos a los cinco años de la presidencia de Hollande suman casi dos décadas de liderazgo socialista en la Francia de su V República. 

Ahora parece que por muchos reportajes humanos que hagamos -nada menos que desde España- sobre el enorme potencial político de la alcaldesa de París, a los franceses les da lo mismo. Ellos están en otras cosas. Parece que la agenda woke-trans-metoo, tan extraordinariamente inclusiva en la cancelación de cualquier conato de vida inteligente (allí como aquí), mueve muy pocos votos de apoyo francés. 

Y eso que allí no han disfrutado del doble insuperable espectáculo infantil de aquí de los últimos días. Allí no han tenido que valorar su voto a la izquierda después de ver cómo los muy preferentes socios nacionalistas de un Gobierno de izquierdas acosaban a un niño de cinco años por el atrevimiento de su familia de pedir que el 25% de las clases del cole se impartieran en castellano, tal como manda la tímida ley vigente; ni tampoco después de contemplar cómo ese mismo Gobierno -en el pleno de un solemne Consejo de Ministros- había concedido el indulto, y devuelto la patria potestad, a una mujer condenada por el secuestro de sus hijos sabiendo que uno de ellos, siendo muy niño, había sido sometido a abusos sexuales mientras estaba bajo su cuidado y custodia como madre, según dictaminó un pediatra, un forense, y manifestó el crío maltratado tras una denuncia del colegio.

¡Menos mal que España no es Francia! Y aquí la izquierda, pase lo que pase y haga lo que haga, tiene garantizado un apoyo más sólido que el hormigón… O no.

Hay otro relevante detalle en este arranque preelectoral francés que nos anima a proclamar: ¡Menos mal que España no es Francia! Allí no es que tengan un potente candidato de lo que aquí llamamos extrema derecha: es que tienen dos. Marine Le Pen, con su Frente Nacional, y Éric Zemmour, con su Reconquista. 

Le Pen compitió en 2017 en la segunda vuelta de las últimas presidenciales, y perdió frente a Macron. La aparición de un competidor en su mismo espacio electoral podía hacer prever que dividirían el voto entre ambos. Pues los sondeos publicados en diciembre dan a Le Pen entre el 15% y el 18% de los votos, y a Zemmour entre el 12% y el 14%. Por entender el contexto: a nuestra Anne Hidalgo le conceden entre el 3% y el 5% de esa intención de voto, y al candidato de la izquierda mejor situado, el insumiso Mélenchon, entre el 8% y el 11%. 

Los sondeos previos, los publicados entre septiembre y noviembre, aún pronosticaban mejor resultado para Le Pen y, sobre todo, para Zemmour. Aquí también se ha hecho viral el muy eficaz vídeo con el que el candidato de Reconquista anunció su candidatura. Tan eficaz que YouTube decidió que su contenido no era apto para menores. 

«El gran reemplazo» que denuncia Zemmour -y que pone su foco más crítico en el avance del islamismo, con su completa organización social- tiene su correlato de realidad. Por ejemplo, un 43% de los jóvenes de la muy laica Francia consideran que «las reglas decretadas por su religión son más importantes que las leyes de la República», frente a un 20% de los adultos que también da esa respuesta. ¡Menos mal que España no es Francia! (de momento).

Zemmour y, en menor medida, también Le Pen han perdido parte de su potencia electoral gracias a un acontecimiento verdaderamente relevante. El 4 de diciembre, una mujer, Valérie Pécresse, fue elegida por Los Republicanos como candidata a las presidenciales francesas. Quedaron por el camino grandes popes gaullistas como Michel Barnier o Xavier Bertrand. Y, a toda velocidad, Pécresse se ha situado en segundo lugar en las encuestas para la primera vuelta y -ojo- con bastantes posibilidades de ganar a Macron en la segunda. Antes de la elección de Pécresse, Los Republicanos iban por detrás de Zemmour en intención de voto. Quizá en Francia el candidato es importante: ¡Menos mal que España no es Francia!

Resulta que Pécresse es la actual presidenta de la región francesa más próspera: Ile-de-France, que incluye París. También resulta que fundó una corriente propia dentro de Los Republicanos, y la llamó «Seamos Libres». Y resulta que la comparan con Margaret Thatcher y Angela Merkel, y que a ella le gusta la comparación: «Mis adversarios me llaman dama de hierro».

Nada más ser elegida, se lanzó contra Macron: «A él le obsesiona gustar; a mí me obsesiona hacer». Dice Pécresse que, con ella, ha vuelto «la derecha de las convicciones y de las soluciones». La avala su impresionante currículo: sirvió en los Gobiernos de Chirac y Sarkozy; fue dos veces ministra; no solo estudió en la ENA sino también en la Escuela de Estudios Superiores de Comercio, y habla inglés, ruso y japonés; defiende el liberalismo económico, los valores republicanos de Francia y el control de la inmigración… Presenta su página web con una frase: Le courage de dire et la volonté de faire

España no es Francia, ni Francia es Alemania, pero si lo que indican los sondeos se mantiene en los próximos meses, es probable que el testigo del liderazgo femenino europeo que ha dejado vacante Angela Merkel lo coja esta mujer católica, burguesa, trabajadora, preparada y, a lo que parece, con la máxima determinación. 

Quédense con el nombre: Valérie Pécresse. Y no, no busquen similitudes españolas, y menos aún madrileñas… que ¡menos mal que España no es Francia!

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