El auténtico juguete es el Ministerio de Consumo
«Garzón ha tenido la ocurrencia de convocar una «huelga de juguetes» y promocionarla mediante un spot publicitario que provoca tanta hilaridad como enojo»
Alberto Garzón es un ministro de cupo. Además, de doble cupo. Porque primero, y en contrapartida a su apoyo en la investidura, los de Podemos le exigieron a Pedro Sánchez un cupo en el reparto de sillas ministeriales. Hasta cinco les tocaron. Y porque después, en el sub reparto interno de Podemos y por representar al Partido Comunista, a Garzón le tocó un sillón, aunque para eso hubiera de inventarse un ministerio, el de Consumo, que, en ausencia de cupos, repartos y subrepartos, no hubiera pasado de ser una Dirección General como mucho. Así se conformó el actual Gobierno de España.
Pasado ya el ecuador de la legislatura, la trayectoria del ministro constituye la evidencia empírica de lo que suele suceder cuando alguien llega a un puesto por el estrafalario e inaceptable sistema de asignación de cupos. En este caso, nada con sifón. Es de tal dimensión su nadería que, repasando la hemeroteca, se comprueba que en los dos últimos años Alberto Garzón solo ha sido noticia por sus charlotadas y por sus patadas al lenguaje. Por nada más.
Así, un día salió en la prensa porque había «proponido» (sic) que no se suministrara golosinas o chucherías a los niños. Otro, por haber «puesto de manifestación» (sic también) que los españoles debiéramos consumir menos carne en nuestra alimentación. Como se ve, auténticas joyas de la estulticia. Pero, dispuesto a batir sus propias marcas, ahora el ministro por cupo ha tenido la ocurrencia de convocar una «huelga de juguetes» (de nuevo, sic) y promocionarla mediante un spot publicitario que provoca tanta hilaridad como enojo.
Hilaridad por el carácter absolutamente naif de los mensajes lanzados y del medio utilizado para lanzarlos. Enojo por lo vergonzoso que resulta que semejante bodrio haya podido salir de las filas de nuestro Gobierno. Y, además, está su coste. No son los 90.000 euros que ha costado realizarlo, sino dicho importe más lo que cueste pagar sus sucesivos pases en las televisiones. Claro que ambas cosas son nada al lado de los más de 60 millones de euros del presupuesto del Ministerio de Consumo para 2022, ¡un 50% más del que dispuso para este año! La verdad es que nos está saliendo caro el ministerio que hubo que crear para que Garzón fuera ministro, pues buena parte del citado importe, todo menos los sueldos de los funcionarios adscritos que cobrarían su remuneración en cualquier otro ministerio, es dinero tirado al mar.
No obstante, si nos desprendemos de la pereza que proporciona profundizar en sus quehaceres como ministro, sí puede observarse una constante: la afición de Garzón por la prohibición y por las recomendaciones negativas. Tiene una clara vocación por constreñir la vida y la conducta humanas, cualidad indisolublemente unida al credo político que profesa. Quiere dirigir nuestra dieta, el ocio de nuestros infantes y el nuestro. No nos olvidemos de la prohibición de la publicidad sobre el juego ofertado por las empresas privadas, aunque, eso sí, la publicitación de la Lotería Nacional sea ilimitada. A lo que se ve, para él no es juego. O, en la concepción del ministro por cupo, por ser pública para ella no deben regir los mismos principios que se aplican para los que se ofertan desde el sector privado. De nuevo, ese credo político…
En cualquier caso, y al margen del cariz grotesco que suele acompañar a sus actuaciones, lo que resulta evidente es que el ministro por cupo utiliza su ministerio y su presupuesto —recordemos, más de 60 millones de euros— para desarrollar impunemente su afán liberticida. A estas alturas del partido, pocas dudan caben ya: El auténtico juguete es el Ministerio de Consumo y quien juega y se divierte con semejante instrumento de ocio es el propio ministro. Que lo disfrute mientras pueda y le dejemos.