El FRAP contra Bandera Roja
«Bandera Roja comparte hoy un mismo espacio mítico en su imaginario sentimental con otras muchas siglas de la época, verbigracia las del FRAP»
Los que en Barcelona conocen a Joan Subirats, y Barcelona no deja de ser un Sabadell con puerto de mar donde nos conocemos todos, además de cierta bonhomía natural coinciden en resaltar otro rasgo no tan benemérito de su carácter, a saber: la también muy natural inclinación a ramonedear. El verbo ramonedear, neologismo local de origen anónimo y de uso corriente en los ambientes intelectuales de la Ciudad de los Prodigios, posee una etimología que remite al apellido del tertuliano radical y filósofo antisistema Josep Ramoneda, justamente célebre, al modo de lo que en tiempos se decía de Rodolfo Martín Villa y los coches oficiales, por no haber dejado en facturar ni un solo día durante el último medio siglo en todo tipo de instituciones oficiales y oficiosas de las culturas catalana y española, siempre merced, entre otros saberes iniciáticos, a la habilísima administración de una muy estudiada ambigüedad discursiva, la que le permite moverse como pez en el agua igual entre independentistas furiosos con mando en plaza que entre defensores de orden constitucional provistos de parejo poder decisorio sobre algún presupuesto. De ahí, entre otras hazañas dignas de pasar a los anales, que ahora mismo pueda proclamarse votante entusiasta de la CUP y al mismo tiempo pertenezca al Comité Ejecutivo del Círculo de Economía, el selecto club privado que agrupa a la élite de los multimillonarios dueños de las mayores empresas de Cataluña y España.
Así, y al modo canónico acuñado por su mentor, el hoy flamante ministro Subirats ha escrito y publicado a lo largo de su vida cientos y cientos de páginas, quizá miles, a propósito del tedioso asunto de la relación entre Cataluña y el resto de España; sin embargo, nadie será capaz jamás de encontrar una sola frase suya, ni una, ya fuera expresada de forma oral u escrita, donde explicite su postura personal a propósito de la independencia. Pierda el lector, pues, toda esperanza al respecto tras su acceso al Consejo de Ministros. Sin embargo, más allá de su contrastado ramonedismo, la figura que más marcaría la personalidad intelectual y el pensamiento de Subirats fue Jordi Solé Tura, quien, entre otras cosas, dirigió su tesis doctoral. Por lo demás, existe un vínculo biográfico muy intenso entre el versátil Ramoneda, Solé Tura y nuestro flamante ministro. Y es que los tres militaron cuando la dictadura en el mismo grupo clandestino, la Organización Comunista de España (Bandera Roja). Bandera Roja, formación fundada en Barcelona a partir de una escisión estudiantil del PSUC, fue quizá – y sin quizá- el grupo más exquisito, cultivado y elitista de la constelación de siglas de extrema izquierda a que daría lugar el Mayo del 68 y la paralela esclerosis terminal del comunismo soviético. No por casualidad entre sus activistas y dirigentes más relevantes figuraría también el antecesor de Subirats en el ministerio, Manuel Castells.
Bandera Roja comparte hoy un mismo espacio mítico en su imaginario sentimental con otras muchas siglas de la época, verbigracia las del FRAP
Tres apellidos célebres de Bandera Roja, los de Castells, Solé Tura y Subirats, a los que procede añadir un cuarto, el del sociólogo y urbanista Jordi Borja, otro de los grandes mandarines de la izquierda exquisita barcelonesa que, pasados los años, acabarían integrando el núcleo duro del equipo de Pasqual Maragall en el Ayuntamiento, para más tarde apadrinar a Ada Colau y tutelar la creación de su propio partido, el de los Comunes. Entre los jóvenes fundadores madrileños de Podemos que, por obvias razones generacionales, no pudieron vivir el antifranquismo de sus padres, Bandera Roja comparte hoy un mismo espacio mítico en su imaginario sentimental con otras muchas siglas de la época, verbigracia las del FRAP. Aunque quizá a alguno de ellos le sorprenderá saber que si Manuel Castells y Jordi Borja están vivos hoy es porque los dos militantes del FRAP que tenían que asesinarlos en París, allá a principios de los setenta, fallaron en el último momento. Resulta que el PCE (m-l), brazo político del FRAP, aspiraba al monopolio exclusivo de todo el espacio a la izquierda de los revisionistas del PCE oficial, el de Carrillo. Y Bandera Roja, entonces encabezada por Solé Tura, amenazaba con convertirse en un inesperado competidor en la disputa por ese mercado.
Así las cosas, y con Borja y Solé Tura alojados en el domicilio parisino de Castells, profesor por entonces en La Sorbona, una comitiva del FRAP también instalada en Francia los convocó en un café. Esperaban explicaciones de aquellos insolentes catalanes. Y, al no resultarles satisfactorias, planearon matarlos. La ejecución se iba a producir en el piso de Castells. Y hasta allí se desplazaron dos miembros del FRAP armados con sendas pistolas. Pero el anfitrión, Castells, no estaba en casa aquella noche. Y uno de sus dos invitados, Borja, que ocupaba una habitación con acceso a un patio de luces, pudo huir al apercibirse de la presencia de extraños en el interior de la vivienda. Solo les quedaba, por tanto, Solé Tura, acogido en otra dependencia de la finca. Pero cuando ya todo estaba dispuesto para asesinarlo a tiros, uno de los miembros del comando se echó atrás en el último segundo; a consecuencia de lo que, en lugar de dispararle, comenzaron a golpearlo en la cabeza con las culatas de sus pistolas. Solé Tura acabaría desvanecido e inconsciente en el suelo de la habitación, pero vivo. Tal que así, querido Pablo, se las gastaba el FRAP.