Un discurso muy poco español
«Alguien aquí debería preservar el carácter de España, como hacía el Emérito antes de ser castigado a la fila de los intocables»
El de nuestro querido monarca ha sido un discurso políticamente correcto. Como cuando en un debate la profesora le pregunta qué opina de la pena de muerte. Como cuando le llama por teléfono el director general de «Sánchez y Cía. Demoliciones» para venderle un seguro o una pensión. El mensaje navideño de 2021 es un discurso como el turrón que compran en mi casa, blando y sin azúcares añadidos. Es el reflejo de lo que hoy representa España en el ámbito internacional: un país blando, sin sustancia, sin carácter ni fuerza. «Está en juego que sigamos progresando o perdamos el paso», dice nuestro Rey. Y yo creo que el único peligro es que de tanto progreso y Agenda 2030 perdamos la esencia de lo que somos. ¡Y menudos somos los españoles! Como decía Camba, nosotros somos toros de lidia. «El espectáculo que le damos al mundo no es divertido ni filosófico, pero tiene una gran emoción. Se nos torea, se nos engaña con un trapo rojo. De tanto embestir al aire o contra la barrera, vamos perdiendo acometividad; a veces nos ponen unas banderillas de fuego, y el dolor nos irrita y nos da nuevas fuerzas. A todo esto, el cielo es azul; el sol, brillante; las mujeres, hermosas».
Me da pena que en España ahora se imponga el discurso snob de hombres vaciados de su propia historia, sin entrañas de pasado ni calaveradas. Yo prefiero los monarcas con biografía, como el Emérito, aunque la historia de su vida tenga algunos renglones torcidos. En la parte más borbónicamente reconocible de su discurso, Felipe VI ha defendido la Constitución, «cuyo espíritu nos convoca a la unidad». Cuando ha llegado a esta parte, me ha parecido oír el ronquido de algún telespectador. El mensaje, resumido, es que los españoles debemos ser dóciles a todas las disciplinas internacionales. Y muy progresistas, tanto que estemos en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Al margen de velar por el futuro, alguien aquí debería preservar el carácter, inexorable e inalienable de España, como hacía el Emérito antes de ser castigado a la fila de los intocables.