Todos contra el Rey
«El mayor ataque a la figura del monarca ha venido desde el nacionalpopulismo de extrema derecha»
Que la monarquía no pasa por su mejor momento en nuestro país ya no cuenta como noticia.
Tras más de tres décadas liderando en todas las encuestas las preferencias de la ciudadanía como institución mejor valorada, los escándalos financieros (que no los sexuales, que aquí esas cosas afortunadamente nos dan bastante igual) del rey emérito siguen lastrando la valoración de su hijo y actual monarca a pesar del brillante desempeño y de la profesionalidad con el que está realizando Felipe VI las complicadas labores que la Constitución le encomienda como jefe de Estado.
Complicadas, sí, y mucho más en el epicentro de una de las legislaturas más polarizadas de nuestra democracia, un mal propiciado por un nuevo ecosistema político atrozmente disfuncional en el que algunos partidos han entendido que su única forma de encaramarse al poder y permanecer en él es dinamitar todos los puentes de nuestra convivencia, todos los consensos preestablecidos y por supuesto todas las instituciones que puedan suponer un punto de unión para todos los españoles. Hablo especialmente de nuestra monarquía parlamentaria.
Para que podamos darnos cuenta en todo su esplendor de lo dificultoso de la situación, solo tenemos que poner nuestro microscopio de entomólogo sobre las reacciones de los diferentes partidos y sus entornos al discurso navideño del monarca.
En primer lugar, sobre la turbamulta que forma el Gobierno de España y sus socios parlamentarios, esos que le han permitido aprobar presupuestos y leyes a cascoporro, una melee formada por nacionalpopulistas de extrema izquierda e independentistas de diferente graduación alcohólica que han aprovechado la ocasión para disparar contra la monarquía con el fin nada disimulado de hacer con ello mella sobre toda nuestra carpintería institucional, dándose el curioso caso de que por primera vez desde el comienzo de nuestra aventura democrática sea un partido del Gobierno, en este caso Podemos, quien ha encabezado a esta masa enfurecida, acercándonos peligrosamente a un verdadero conflicto entre instituciones del Estado de consecuencias impredecibles.
Pero siendo complicada la digestión de este conflicto entre poderes del Estado propiciado por los socios parlamentarios de Pedro Sánchez, mi impresión es que el mayor ataque a la figura del monarca no ha venido desde ese espacio político frankensteiniano, sino desde el otro extremo de la galaxia, desde el nacionalpopulismo de extrema derecha que curiosamente se define a sí mismo como monárquico y constitucionalista.
Un simple vistazo a las redes sociales tras el regio discurso nos ofrecía un panorama absolutamente lisérgico en el que destacados propagandistas de la causa voxera arremetían desde cuentas notoriamente vinculadas a este partido contra el discurso del jefe del Estado acusándolo literalmente de cobardía, felonía, traición (como lo oyen) y de estar vendido al Gobierno y al propio Sánchez en los mismo gruesos términos con los que se refieren a cualquier español que no comulgue con las ruedas de molino de su estrecha visión de España.
La conclusión es clara, evidente y rotunda: nuestra monarquía parlamentaria encabezada por Felipe VI se ha convertido en el mayor enemigo de los nacionalpopulismos de nuestro país.
Ambos populismos, el de extrema derecha y el de extrema izquierda, son plenamente conscientes de que mientras Felipe VI sea capaz de mantenerse como una figura de consenso, unión y moderación, sus posibilidades de convertir España en un Estado populista de corte autoritario no son más que una entelequia.
Y por tanto, ambos, cada uno desde su particular estrategia, van a continuar atacando al actual jefe del Estado con todo el armamento del que dispongan y sin descanso alguno.
La pregunta es: ¿y qué vamos a hacer los demócratas al respecto?