THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

Al lavabo en catalán

«Llevan décadas repitiendo que la única manera de dominar el catalán es con la mal llamada inmersión lingüística y muchos se lo han acabado creyendo»

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Al lavabo en catalán

Europa Press

Hace unos días, los miembros de la Generalitat pidieron, alterados, las sales y presentaron una querella contra el líder de la oposición por decir que en algunos colegios de Cataluña no se deja ir al lavabo si no se pide en catalán. Lo primero que me vino a la cabeza al ver tan airada reacción fue pensar qué dirán los docentes que han obligado a los alumnos a hablar siempre en catalán –y eso incluye pedir ir al servicio– al ver a sus gobernantes tan ofendidos. Porque en la escuela catalana pasan, efectivamente, esta y otras barbaridades.

No quiero decir con ello, ni mucho menos, que suceda siempre ni en todos los centros, pero hay algunos casos, como confirma Ana Losada, la presidenta de Asamblea por una Escuela Bilingüe, a la que aprovecho para felicitar por su ingente labor en pro de los derechos de los alumnos catalanes. No se imaginen con esto a unas pérfidas maestras que pretenden fastidiar a los pequeños: es que los docentes que hacen cosas así, las hacen convencidos de que es lo mejor para sus alumnos, porque tienen que aprender catalán y la única manera es que en el colegio solo se hable esa lengua. Por supuesto es una barbaridad sin ningún tipo de base científica, pero es que llevan décadas repitiendo que la única manera de dominar el catalán es con la mal llamada inmersión lingüística y muchos se lo han acabado creyendo.

Como digo, lo del lavabo seguro que solo ha ocurrido en unos pocos centros y no pasaría de lo anecdótico si no fuera porque llevamos tantos años intoxicados con el nacionalismo catalán –explicitado en el Programa 2000–  que hemos acabado aceptando cosas que no son ni medio normales. Me perdonarán que utilice un par de anécdotas personales para ilustrar esto que digo.

La primera sucedió en 2005 en un instituto de la periferia de Barcelona. Era tutora de un grupo de 4º de ESO y habíamos decidido trabajar en tutoría el tema de las drogas para lo que fotocopiamos un dossier, pero antes de repartirlo alguien cayó en la cuenta de que estaba en español. Como eran muchísimas copias –había cuatro grupos con una treintena de alumnos cada uno– dedicamos una reunión a decidir si se les entregaban o no, porque estábamos convencidos de que era ilegal dar documentos escritos en español fuera de la asignatura de esta lengua. Al final, teniendo en cuenta el desembolso económico que había realizado el instituto, decidimos dárselos con la sensación de estar saltándonos la ley. Imagínense el grado de lavado de cerebro que tenemos los catalanes después de tantos años de ingeniería social nacionalista.

La segunda fue al curso siguiente, en otro instituto también de la periferia (nótese que, en ambos casos, gobernaban los socialistas). Era un centro nuevo y la puerta de entrada emitía el mensaje «puerta abierta» o «puerta cerrada» para las personas invidentes. Pues bien, hubo que cambiar el mensaje porque no estaba en catalán, con tan mala pata que el fabricante solo lo producía en español, francés e inglés, por lo que tuvo que hacer uno específicamente para el instituto a un precio desorbitado. Los centros no andan nunca sobrados de dinero y una parte importante del presupuesto de ese año se tuvo que destinar a escuchar «porta oberta, porta tancada».

Y añado una tercera anécdota, esta explicada por mi amigo Rafael Arenas. Un día, su hija le contó que la clase de español la daba la hermana gemela de su maestra. Como sabía que dicha maestra no tenía ninguna gemela, le preguntó a su mujer, que también trabaja en ese colegio, y le explicó que como era incompatible ser tutora y dar la clase de lengua española, la maestra salía, se cambiaba algún complemento y volvía a entrar diciendo que era la hermana gemela. Absolutamente delirante.

Pueden observar que, como en la canción, lo de los políticos nacionalistas con el catalán no es amor, sino pura obsesión. En su lucha por erradicar cualquier rastro de español en los colegios, el Consejero de Educación ha decidido gastar el dinero en formar a los profesores para que, pase lo que pase, ellos y los alumnos hablen solo en catalán. Si ponemos como ejemplo el caso de un alumno que pide ir al lavabo en español, el profesor puede decirle que no lo entiende si no se lo dice en catalán. Esta sería una de las técnicas posibles y me consta que este tipo de cosas ya se hacen. Entonces, ¿a qué viene la querella mientras pretenden formar a los profesores para hacer justo eso que han denunciado?

Los nacionalistas han logrado convencer a muchos ciudadanos de que el único idioma legítimo en los centros escolares es el catalán. Y el español para ellos, por mucho que sea la lengua materna mayoritaria, está al mismo nivel que lenguas que no llegan ni al 1% de la población. Solo hay que ver el último cartel de la Generalitat. En él, un paraguas verde sobre el que han escrito «La escuela en catalán» cubre a varios niños de los que salen letras en diferentes alfabetos, entre ella la «ñ», que está al mismo nivel que las lenguas extranjeras. Además, la letra «ñ» corresponde a una niña en silla de ruedas. Por supuesto, me parece perfecto que aparezca todo tipo de diversidad, pero cabe recordar que la Generalitat pretende eludir la obligación de dar, al menos, una asignatura en español introduciendo un segundo docente en el aula. Es decir, tratando a los alumnos que piden español como si tuvieran necesidades educativas especiales. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Después de años clamando en el desierto, después de años aguantando insultos en Cataluña e incredulidad en el resto de España, es una alegría comprobar que, por fin, muchos ciudadanos empiezan a despertar de la pesadilla nacionalista y a reivindicar sus derechos: solo hay que ver el éxito de iniciativas como las de Escuela de Todos y la del ICAB.

La Generalitat lleva gastados millones de euros en intentar convertir el español en una lengua extranjera en Cataluña, pero lo único que han logrado es que se perciba como la lengua de la libertad frente a su obsesiva imposición del catalán. La revolución cívica está en marcha y ya es imparable. Es el momento de ejercer nuestros derechos frente a los liberticidas que nos gobiernan y, no lo duden, lo vamos a hacer.

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