¿Por qué dices «no a la guerra» cuando quieres decir «heil, Putin»?
«No valoramos suficientemente el talento que tiene Podemos para colocarse del lado incorrecto de la historia»
En Podemos es habitual que lo cursi enmascare lo siniestro. El grito de «no a la guerra» que en los últimos días vienen entonando sus cuadros sería una simpática ingenuidad si estuviera dirigido a Rusia. Pero se lo dirigen a la OTAN, a la Unión Europea y al Ejecutivo del que forman parte. Su «no a la guerra» no es una pueril defensa de la paz, sino una velada defensa de Putin, que es quien ha desplegado tropas en la frontera de Ucrania. En 2003 se dijo «no a la guerra» para rechazar el apoyo del Gobierno de España a la guerra de Irak. Aquel «no a la guerra», con todo su histrionismo goyesco, significaba «no a la guerra». En 2021 significa «viva Putin».
No valoramos suficientemente el talento que tiene Podemos para colocarse del lado incorrecto de la historia. ¿De dónde procede su afinidad con la Rusia de Putin? Quizá les seduzca el privilegiado trato que dispensa a la comunidad LGTBI. ¿Recuerdan cuando la Duma aprobó por unanimidad la ley que prohíbe la difusión de «propaganda de relaciones sexuales no tradicionales»? Dentro de la «propaganda» se incluía, claro, cualquier material en defensa de los derechos del colectivo. Fue un pretexto magnífico para la violencia, como bien sabe el trío Pussy Riot.
Pero en España Podemos defiende los derechos de la comunidad LGTBI, luego la fidelidad a Rusia debe de tener otras causas. ¿Será por cómo cuida el Kremlin a los ciudadanos díscolos? En 2006 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos lo declaró responsable del asesinato por envenenamiento de Alexander Litvinenko. En 2018 intentaron asesinar a Sergei Skripal y a su hija Yulia, que sobrevivieron tras varias semanas en estado crítico. Más recientemente le tocó al opositor y activista Alexei Navalny, envenenado poco antes subir a un vuelo en Tomsk (Siberia) con rumbo a Moscú. La Rusia de Putin no es precisamente el paraíso de los cuidados.
La causa entonces debe de ser la generosidad del líder ruso con la extrema derecha europea, independentistas catalanes incluidos. La devoción del zar por los partidos que amenazan los valores y equilibrios europeos se manifiesta en generosas aportaciones económicas que sirven para financiar programas de odio y ruptura. La extrema derecha europea está con Putin por el dinero y porque lo observan como némesis de «los progres». Otro día hablaremos de cómo la propia Rusia se ha convertido en un régimen de capitalismo tóxico, con unos alarmantes índices de desigualdad.
Pero, si la política interna no explica la posición de Podemos, habrá que buscar las causas en la polítca exterior. Podemos está alineado desde su fundación con el eje ruso-iraní. Y eso parece estar por encima del belicismo de Putin, de la homofobia, el asesinato de opositores o la financiación de partidos radicales. Es triste, pero es su decisión. Eso sí, en Podemos deberían dejarse de patrañas pacifistas y admitirlo con franqueza: ¿por qué dicen «no a la guerra» cuando quieren decir «heil, Putin»?