La guerra Rusia-OTAN
La crisis ucraniana responde a dos causas claras: la estrategia de arrinconar a Rusia en sus fronteras con la consecuente reacción de Moscú y la necesidad de acaparar el mercado energético europeo por parte de Washington
Rusia es uno de los países más incomprendidos del actual panorama internacional y todo producto de la propaganda, la paranoia soviética se fue transformando durante la era de Putin, que tuvo grandes altibajos en sus comienzos, en la paranoia rusa. Una paranoia sin fundamento ya que en términos históricos Rusia es una potencia internacional por sí misma y no necesita volver a la era soviética.
Desde la caída de la URSS, los Estados Unidos incumplieron de forma sistemática las promesas hechas por George Bush Sr. a Gorbachov de no ampliar la OTAN hacia el este, ya que entraron en la Alianza Atlántica tanto los países Bálticos (Estonia, Letonia, Lituania), que hacen frontera con la Federación, así como Polonia, Bulgaria y Rumanía. Eso sin contar con la oleada de estados postsoviéticos que entraron en la UE, dejando a Rusia confinada a sus fronteras naturales, a su aliado bielorruso y a una Ucrania cuyos tirones hacia el oeste ya se veían venir desde la era de Yushenko y la revolución naranja.
La problemática viene también de otras series de provocaciones por parte de la OTAN como el despliegue de escudos antimisiles, la penetración en el Cáucaso a través de Georgia y los intentos por pugnar por Armenia, especialmente en la actual era de Pashinián. Sin contar de Asia Central donde la CIA realizó la mayor operación de inteligencia tras la guerra fría a través de la financiación de organizaciones islámicas de Fetullah Gülen a través del Hizmet (también conocida como FËTO), una organización sociorreligiosa atlantista que se ha convertido en un quebradero de cabeza tanto para Turquía como para Rusia en el Asia Central y es que el problema ruso tiene que ver con la inefectividad de las instituciones postsoviéticas.
Por lo que vemos que a nivel geopolítico Rusia ha ido perdiendo terreno en Europa y el resto del mundo a marchas forzadas, de hecho si no llega a apoyar abiertamente al Presidente Bashar al Asad en Siria, Rusia hubiera acabado saliendo de Oriente Medio como ya vio su influencia seriamente mermada tras la caída de Gadafi en el Magreb.
A toda esta fórmula hay que sumar los intentos de desestabilización en Bielorrusia a través de protestas “enlatadas” que nos recordaban a las de las revoluciones de color y las de la Primavera Árabe en 2021. Lukashenko es un aliado estratégico y básico para Rusia en la Europa Central y luego el intento de desestabilización en Kazajistán en 2022 que acabó con un rápido despliegue de la OTSC comandado por Rusia. La caída de Kazajistán hubiera significado que todas las fronteras de Rusia salvo las de Mongolia, China y Corea del Norte estarían comprometidas, sin contar que en Kazajistán está Baikonur.
Sin embargo, esta situación no tiene que ver sólo con arrinconar a un Estado como Rusia sino con el poder sobre Europa Occidental. Para Rusia, Ucrania es su patio trasero directo. No va a tolerar tropas de la OTAN o la integración de Kiev en la UE. La crisis de 2014 con el Euromaidán se debió a la congelación de las conversaciones por parte de Viktor Yanukovich con la OTAN y la UE, hecho que generó una serie de protestas que acabaron en guerra civil, con la proclamación de un Estado de reconocimiento limitado bajo influencia determinante rusa y con la anexión de Crimea por parte de Moscú tras un referéndum.
Las causas primeras fueron esas: desde 2014 hasta 2022 siguieron épocas de más o menos intensidad en el conflicto y en la consolidación de las realidades Novorusas (con el asesinato de todos los líderes rebeldes que permitió a ciertos sectores políticos de Donetsk y Lugansk gobernar libremente así como la consolidación de la integración crimeana en Rusia.
La actual crisis aprovecha todos estos hechos históricos recientes, así como la consolidación de la prioridad ucraniana a nivel internacional de integrarse en la OTAN y la UE, aspiraciones que se han consolidado y que siguen su camino contra la voluntad de Rusia que, por otro lado, entiende que el statu quo actual es el menos lesivo para sus intereses frente al statu quo ante bellum (previo a 2014) o el statu quo post bellum.
¿Una guerra a gran escala?
La concentración de tropas de Rusia en la frontera es un aviso, una prueba de músculo, pero los rusos, que si algo tienen son buenos espías y diplomáticos, llevan meses queriendo garantías. ¿De qué? De compras de gas a largo plazo: las compras de gas a largo plazo significan contratos cuya rescisión normalmente con condiciones leoninas para el que rompe la baraja, por otro lado sirve a Rusia para dos cosas: tener asegurado un tiempo de paz donde maniobrar sin tensiones ya que este tipo de contrato energético a una Europa necesitada de energía como sea tras el fracaso de las energías verdes supone un respiro para Moscú.
Estas garantías, producto de un acuerdo ofrecido por Rusia y declarado por Alexandr Novak (viceprimer ministro de Rusia) haría que Rusia aumentara su producción y suministro a Europa…un acuerdo perfecto: más energía a cambio de contratos más largos.
Todo ello salpimentado por la crisis por el Nord Stream 2, que iba a suministrar gas de Rusia a Alemania y cuyo funcionamiento ha sido suspendido hasta nueva orden por Berlín. De hecho, el Nord Stream 2 es uno de los actores invisibles de esta crisis ucraniana, sobre todo tras el levantamiento de sanciones empresa Nord Stream AG y a su CEO Matthias Warnig por parte de la Administración Biden en mayo de 2021. Sin embargo, los alemanes han demostrado no tenerlo tan claro y han parado el acuerdo con Gazprom, la empresa estatal rusa.
Por otro lado, Rusia no podría ganar una guerra abierta con la OTAN en suelo europeo, en caso de producirse, aunque anexionara todo el país y controlase la mitad del Mar Negro. La economía rusa no termina de arrancar y su clase media aún no está lo suficientemente consolidada a pesar de tener una economía relativamente saneada (la deuda sobre su PIB es del 19,28%, datos de 2020) y la deuda per cápita es de 1.706€ (datos de 2020). Sin embargo, Rusia depende mucho de la venta de petróleo y gas a sus mercados naturales: China y Europa.
La problemática viene de las sanciones y Rusia las teme, sabedora de que puede ganar tanto la guerra total sobre Ucrania como una guerra híbrida en Novorussia como ya ganó en 2014. El problema son las sanciones por parte de los Estados Unidos, que desea profundamente una grave crisis o una guerra entre Europa Occidental y Rusia. ¿Por qué? Porque eso implicaría la cancelación de contratos energéticos, que harían mucho daño a Rusia, y esos contratos irían a parar a Washington, que está deseando colocar su gas natural licuado en el mercado europeo, copado por la red de oleoductos y gasoductos que vienen desde Rusia, Turquía y los Balcanes y Argelia.
Para los Estados Unidos, que ha dicho que quiere dialogar pero no negociar la problemática, el objetivo es lograr tener todo preparado para cuando estalle la guerra, ya que las sanciones vaciarán el mercado Europeo de la energía de la presencia rusa, que sería copada por Estados Unidos. Eso sin contar con las contratas para reconstruir las zonas afectadas en caso de que Ucrania recupere Donestk y Lugansk más la destrucción en las zonas de conflicto y el teatro de operaciones donde se desarrollen las operaciones militares. De modo que no sólo será cuestión de sustituir los gasoductos y oleoductos rusos (más baratos, rápidos y con mayor cantidad) por los metaneros y petroleros estadounidenses, que se pagarían más caros con menos cantidad y más lentos, sino que las empresas constructoras estadounidenses harían su agosto.
Sin contar con el empobrecimiento de las zonas de conflicto y la brecha que se crearía a nivel político, diplomático y económico entre Europa Occidental y Rusia, que caería en una profunda crisis económica ya que el lance entre Europa y Rusia sólo beneficiaría a Estados Unidos, que tendría su frente ruso cerrado y se podría centrar en su verdadero temor: China.
La realidad es que estos movimientos dejan claro que tanto la estructura de la OTAN como de la UE son estructuras atlantistas al servicio de los intereses de Washington y sus funcionarios actúan como sátrapas del poder estadounidense y no en beneficio de los pueblos europeos y es que si la historia nos enseñó algo es que los norteamericanos son eso… Estados Unidos está a 6.000 kilómetros y le importa poco las vidas que los europeos vamos a sacrificar (tanto rusos como europeos occidentales) y el destrozo de las infraestructuras, la pobreza que viene y demás.
Si la historia nos demuestra algo es que tanto rusos como el resto de europeos pertenecemos a la misma familia europea, tenemos historia común, ideales comunes y vivencias similares. Al fin y al cabo nos conviene llevarnos bien ya que habitamos el mismo continente, somos vecinos y comerciamos juntos. Aquellos que pretenden la guerra son los mismos que, enquistados en instituciones europeas, sirven a unos intereses diferentes a los del pueblo. En definitiva son traidores, ya que mientras ellos se enriquecerán con contratas y comisiones nosotros mandaremos a nuestros hijos, hermanos, hermanas y padres a una guerra que nos va ni nos viene y que ellos empezaron por su afán de eliminar a un rival en detrimento de tener unas relaciones de buena vecindad.
Veremos cómo acaba esto.