¡¡Vamos a contar mentiras y que te las creas!!
No hay nada más difícil que reconocer que somos engañados por unos y otros. Preferimos que nos mientan los nuestros, pero eso no hace que sean menores las mentiras. Nadie cumple: da igual que sea Juan 8:1-7, que la reprimenda de Eriximaco a Aristófanes en El Banquete de Platón. El engaño permanece
Dicen los unos que se acercan tiempos difíciles por culpa de los otros; siendo que los unos y otros son juegos de semánticos en donde nunca sabemos con certeza qué posición ocupamos.
No me caracterizo por ser muy etnocentrista, pero es cierto que mis siglos de cultura configuran mi sesgo, al igual que viajar debería rebajar las tentaciones ensoberbecidas de todo aquel que se siente mejor buscando su particular «Hannibal at portas», o peor, del que viaja sin mirar por que sólo acumula experiencias que convierte en bravatas entre las francachelas etílicas para presumir, sin haber tenido respeto allí donde fuere.
Toda sociedad, toda cultura, todo individuo necesita creer en que lo suyo es mejor. Bueno, menos los españoles que adoramos a quienes nos vilipendian, creemos a quienes «desde dentro» venden a sus semejantes por títulos, monedas trucadas, o peor aún, por las migajas de mesas de otros que nos tienen «elicitados» permanentemente. Pero eso es otra historia.
La mentira es la estrategia necesaria para justificar nuestras acciones a otros, para evitar el castigo por la obra inadecuada o sencillamente por puro egocentrismo infantil que busca «ganar» a toda costa. La mentira forja carácter y estructura, personal y social, por lo que no podemos renunciar a ella; pero al menos debemos ser decentes al decir: «esto soy yo y mis principios a los que no deseo renunciar». Ahora que suenan, en las bocas de los imprudentes que no han visto los desastres , tambores que tocan arrebato por la defensa de nuestros supuestamente amenazados intereses, debemos saber lo que implica usar la Razón de la Fuerza como recurso. No seré yo el último en levantar la mano cuando se me pida, pero que sea por defender lo que me identifica o por lo que quiero para el futuro de nuestros hijos, no por satrapías de ambos lados que luchan en escenarios regados con nuestro sudor. Nos han convencido de que nuestro modo de vida está amenazado y que el otro, el ogro, el infame tirano, nos arrebatará libertades, oportunidades futuras e interviene aviesamente en nuestros intereses de estado para su beneficio propio. Algo que de todo punto es cierto en cada palabra. Como lo es que los que nos lo dicen llevan haciéndolo décadas con nosotros igualmente, como es propio de todo Imperio, de todo aquel que busca la Hegemonía geopolítica. Si bien las maneras difieren y es normal preferir aquellas que culturalmente llevan, al menos medio siglo, penetrando en nuestro inconsciente.
Es legítimo, pero no mintamos diciendo que defendemos a la «civilización correcta», cuando sólo lo hacemos por intereses creados. Admitámoslo y estemos prestos si es menester para asumir lo que implicará esa posición. No se hacen tortillas sin romper los huevos.
Si hay que tomar bando prefiero elegir sabiendo que de antemano me equivocaré, pero lo haré por Voluntad, no por deseos de otros con sonrisa edulcorada y que nos hacen vivir «su sueño dorado en tecnicolor».
La mentira no aparece cuando no se dice algo, si no cuando se escamotea, cuando dicen que son por nuestro propio bien, los motivos amplios y reales del por qué de las cosas y de las acciones. Particularmente prefiero que me digan lo que hay detrás de algo cuando están en juego, vidas, haciendas, sueños y tantas cosas logradas para el futuro, bajo el precio de la sangre de una generación, que les aseguro no veo preparada para estas empresas a las que nos arrojan. En realidad, ninguna generación lo está. Pero la que me toca defender es esta no otra o la de otros.
Mienten cuando nos pasan la mano por el lomo, nos mienten cuando usan los recursos como estrategias de marketing social o cuando directamente no tienen capacidad para «negociar» decentemente por nuestros intereses. Se que es una quimera pretender que exista transparencia en materia del porqué de los actos de proceres de la patria y su sequito de tecnócratas, pero al menos creo que sí seria bueno, que por una vez la mentira diera paso a la franqueza de como están las cosas, de cuan implicados estamos y de qué precio pagaremos; así al menos iremos voluntariamente a donde con pretextos nos van a llevar. Así al menos dejaremos las retóricas emocionales a un lado, para que la «realidad de nuestro nivel» en ciertas materias pueda servir de comienzo de un camino para crecer. Así los francotiradores de la espesura no serian necesarios, como innecesario es el adormecimiento del ocio que nos imponen. Si fuera «pan y circo» al menos de calidad…
La mentira existe cuando no se lucha o valora por igual las fronteras de los otros que las nuestras; cuando fingimos teatrillos respecto a nuestra posición, en vez de ver cómo mejorarla en un tiempo argumentado. No dejará de aporrear nuestra vida la mentira si quien tiene delegadas las responsabilidades nos considera eternos menores de edad.
Yo me apresto con lo que tengo a ir donde se me requiera. Pero sólo si al menos se tiene la decencia de no mentir con descaro y bajo el paraguas de otros. Lo malo de la violencia o su incitación, es que se sabe cómo comienza, pero no como acaba, lo bueno de la mentira es que tiene patitas cortas y no «cuela» más de unas pocas veces.
La violencia siempre acaba mal incluso para el que gana por el precio que paga. La mentira provoca desafección y perdida de identidad. Precisamente quizás lo que se pretende cuando se nos considera «carne de cañón».