THE OBJECTIVE
José García Domínguez

¿Qué se gana, Pablo, cambiando Ciudadanos por Vox?

«Zamora, como se acaba de advertir ahí arriba, no es que no sea Madrid, es que no se parece en nada a Madrid»

Opinión
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¿Qué se gana, Pablo, cambiando Ciudadanos por Vox?

El candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León por el PP, Alfonso Fernández Mañueco. | EP

Vox ya se había consolidado como primera preferencia estable de la otra derecha sociológica en la España interior, pero Génova no acertó a verlo. En ese enunciado escueto se puede resumir la historia toda del muy innecesario y contraproducente (para el PP) adelanto electoral en Castilla y León. Clases sociales distintas votan por norma a partidos políticos distintos. Constituye una ley universal de la Ciencia Política. Así las cosas, el PP es un partido de clases medias, el gran partido de las clases medias. Ciudadanos también era (se impone escribir en pasado) un partido de clases medias. E igual los de Abascal se significan por representar en lo fundamental a las clases medias. Pero la antigua clase media española nacida a rebufo del desarrollismo de los sesenta, grupo de población que había constituido un todo bastante homogéneo en su gran momento histórico, cuando el instante inmediatamente previo a la desindustrialización programada de Occidente, hace lustros ya que asiste a un lento pero constante proceso de fragmentación, de descomposición interna. 

De ahí que la clase media de Madrid y la clase media de Zamora, pongamos por caso, cada vez posean menos características identitarias, al margen del común rótulo sociológico. Y la dirección del PP parece que no lo ha sabido advertir. Casero confundió el botón rojo con el verde. Y Casado tomó Zamora por Madrid. Los dos tropiezos consecutivos del PP remiten su origen común a sendos problemas de desajuste cognitivo; uno cromático, el otro espacial. En Génova barruntaron que, y merced solo unos leves retoques de travestismo retórico, Mañueco podría pasar por un sucedáneo convincente de Ayuso. Olvidaron, sin embargo, que Ayuso encarna una criatura política ontológicamente madrileña, quintaesencialmente madrileña. Y Zamora, como se acaba de advertir ahí arriba, no es que no sea Madrid, es que no se parece en nada a Madrid. E igual que eso pasa con Zamora, acontece también, acaso con la excepción de los núcleos capitalinos de Valladolid, Segovia y Burgos, en el grueso del paisaje humano y geográfico que da forma a Castilla y León.

La precaria lógica que explica este adelanto electoral inane por parte de la dirección nacional del PP solo se apoya en la gratuita presunción de un reagrupamiento general de toda la base social de la derecha en torno a sus siglas

Una diferencia muy de fondo, muy estructural, que en lo político se traduce en la imposibilidad metafísica de repetir ahí, en Castilla y León, otra mayoría aplastante similar a la de Ayuso. Pero Génova, decía, no acertó a verlo. Casero erró con el botón porque tampoco había entendido bien el enunciado de la pregunta. Por su parte, Pablo Casado se equivocó porque igualmente no supo leer bien los indicadores estadísticos de Castilla y León. Y es que esa región, la más grande y con menor densidad de población de España, presenta, por ejemplo, un índice de desempleo homologable con el de Madrid. Pero la única razón de que ello ocurra remite a que sus jóvenes en edad de trabajar han emigrado, y en masa, precisamente a Madrid. Castilla y León posee dos récords tristes. Gana la liga de la despoblación interna, con una pérdida media de 12.000 habitantes al año. Y ocupa también, como es sabido, el primer puesto en la liga de ancianos muertos en residencias por covid. 

Fenómenos, ambos, entre  los que no resulta difícil identificar una relación causa-efecto. Ocurre que en Castilla y León hay tantos ancianos alojados en residencias por la muy simple razón de que sus hijos se han tenido que marchar lejos a buscarse la vida. Y entender eso, la muy obvia trastienda sociológica de esa correlación estadística, es entender la distancia sideral que en todos los ámbitos separa la realidad y los estilos de esa nueva y rutilante clase media aspiracional, la del Madrid integrado en la vanguardia de la economía vinculada a los servicios de alto valor añadido, esa misma que votó disciplinadamente a Ayuso en la CAM, y las viejas clases medias tradicionales en decadencia el centro peninsular, en especial las asentadas en las ciudades más alejadas del radio de influencia directa de la capital, así las del antiguo reino de León. La precaria lógica que explica este adelanto electoral inane por parte de la dirección nacional del PP solo se apoya en la gratuita presunción de un reagrupamiento general de toda la base social de la derecha en torno a sus siglas. Una quimera absoluta, tal como se acaba de ver. ¿Qué se gana, Pablo, cambiando Ciudadanos por Vox?

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