Ucrania, desinformación y la doctrina Biden para Europa
La caída de Kabul era el punto final de la guerra contra el terrorismo, el yihadismo dio un balance negativo. Toca recalcular enemistades y retos y para Washington esos están en Moscú y Pekín ¿Ucrania? el pretexto para dominar Europa y limitar a Rusia
Estados Unidos ha demostrado que tras la salida de Afganistán no sólo se estaba abandonado al empobrecido y ensangrentado estado centroasiático sino que se estaba reconfigurando el modelo geopolítico de Washington, la nueva base de esta expansión implica salir rápidamente de los escenarios incómodos consumidores ingentes de recursos humanos, financieros y diplomáticos aceptando el fracaso del modelo unipolar y unilateral de los Estados Unidos en la primera década de este milenio.
El terrorismo internacional y los yihadistas ya son un peligro amortizado, un enemigo de temporada baja que fue el sueño de las operaciones especiales y del ejército de los Estados Unidos pero un juego diplomático, de influencias y espionaje aburrido que no ha tenido frutos, de hecho la excusa del yihadismo y más tarde de la lucha contra las dictaduras árabes provocó una serie de guerras que no sólo han beneficiado a los enemigos de USA.
Los talibanes están en el poder y tienen buenas relaciones con China y Rusia, sin contar de las relaciones cada vez más cálidas entre Kabul y Teherán, de hecho los iraníes fueron los grandes vencedores de la guerra de Irak de 2003, su influencia en Bagdad y Erbil es estable, Damasco nunca ha estado tan cerca de Moscú ni de Teherán y en Libia se están haciendo denodados esfuerzos para que el país no caiga en la influencia turca, que desde luego no piensa compartir con Occidente.
Los Estados Unidos han despertado del sueño americano con menos influencia y habiendo perdido todas sus guerras, de hecho los objetivos logrados han sido los contrarios a los propuestos y ahora esos estados están cercanos o hacen ojitos a los grandes enemigos de Washington: Pekín y Moscú.
Ucrania, la madre del cordero
Sin embargo este impasse ha hecho que Estados Unidos necesitara hacerse notar en un escenario favorable mediáticamente frente a un rival denostado y con bastante mala prensa de por sí: la Rusia de Putin. Los ejercicios militares de alto nivel entre Rusia y Bielorrusia (ya comunicados) y así como los ejercicios navales en las costas de Crimea dieron la excusa perfecta a Washington para enlatar una crisis.
La acumulación de tropas rusas sólo respondía a un intento de invasión. Rusia (en la posición 12 de la lista de países por PIB, un punto por encima de Australia y uno por debajo de Brasil), movilizó a su ejército y Washington creó la crisis con el objetivo de solucionarla en base a un conjunto de acciones diplomáticas y mediáticas como la filtración de las conversaciones diplomáticas en Bruselas, Ginebra y Viena que condicionaron las negociaciones.
Mientras que los rusos dejaban claro que no iban a invadir, los medios de comunicación europeos y norteamericanos, en un bochornoso ejercicio de propaganda, daban incluso fecha de invasión: el 16 de febrero. Biden, junto a Boris Johnson, dejaban claro que iban a realizar medidas restrictivas económicas contra Rusia si atacaba Ucrania. A todo esto no dejaban de llegar aviones cargados de armas, instructores y decenas de drones estadounidenses de reconocimiento sobrevolaban el espacio aéreo ucraniano (curiosamente evitando espacio aéreo turco).
Rusia, sin embargo siguió enviando tropas dentro del marco de los ejercicios que, una vez iban concluyendo, iban volviendo a sus cuarteles de origen vendiéndose esto como una “retirada” de Rusia, que estaba recapacitando y no iba a invadir.
Moscú, que desde luego saben jugar al juego diplomático, decidió entrar en ese juego. Aparte de liberar imágenes de las maniobras militares enseñando músculo, sin embargo ese músculo (despliegue de 150.000 soldados más o menos más los blindados, aviones y helicópteros) implica un gasto extra para las arcas rusas que el gobierno de Moscú ha decidido amortizar diplomáticamente usando esta crisis enlatada.
Tanto Putin como Lavrov hacían de contrapeso mediático y diplomático frente a la prensa y con sus homólogos de visita en Moscú. La víctima, sin embargo, no es Rusia sino Ucrania. El acercamiento a Occidente y la salida tortuosa de la esfera de influencia rusa tras el golpe de estado contra Yanukovich y la ruptura de los pactos y acuerdos internacionales previos (Tratado Rusia-OTAN de 1997, la declaración de Estambul, la declaración conmemorativa de Astaná de 2010 etc…).
La reconfiguración geopolítica y la búsqueda de alianzas por parte de Kiev es legítimo, pero la soberanía ucraniana en este caso estaba limitada a los acuerdos firmados y vinculantes por lo que si Ucrania tras el golpe de estado reconfiguró su poder de forma atropellada sin atender a estos principios Rusia presionó para que se hiciera cumplir estos acuerdos en beneficio propio.
Este golpe, que fracasó parcialmente porque mientras conseguía su objetivo de derrocar a Yanukovich esto condujo a una posterior guerra civil y a la integración de Crimea en la Federación Rusa así como la secesión del territorio oriental (mayoritariamente ruso). Moscú junto con el Presidente bielorruso Lukashenko avanzaron en la resolución del conflicto con los acuerdos de Minsk I y II, pero la constante violación de los mismos por Kiev con el asesinato de los líderes de Donbass como Pavel Driomov (asesinado en 2015), Mijail Tolstij (2017), Arseni Pavlov (2016) o el jefe de estado de Donetsk Alexandr Zajarchenko (2018) no auguraban un futuro pacífico.
Estos asesinatos se daban al mismo tiempo que el Batallón Azov, que fue comandado por Andriy Biletsky (militante de extrema derecha, diputado de 2014 a 2019 y líder del partido Cuerpo Nacional), dicho cuerpo paramilitar fue integrado en las fuerzas armadas ucranianas, concretamente en la Guardia Nacional y forma parte del Ministerio del Interior ucraniano.
Rusia consideró eso como provocaciones, sin embargo seguía sin reconocer al nuevo estado considerando la guerra como un conflicto interno, se acusó a Rusia de injerencias en el este de Ucrania de la misma forma que la OTAN realizaba operaciones injerencistas en Kiev.
Lo importante aquí, sin embargo, es que el pueblo ucraniano se ha visto en medio de un fuego cruzado y este actual conflicto prefabricado en Washington ha dado la oportunidad a Estados Unidos de reconfigurar su poder en Europa. La crisis ha servido para que las tropas estadounidenses aumenten su número en países como Alemania, Polonia, Rumanía o Bulgaria mientras que la influencia militar, política y económica estadounidense en Kiev crece.
Eso se traduce en la integración de facto de Ucrania en Occidente por lo que con la excusa de la “inminente” invasión rusa los Estados Unidos han logrado militar la zona, enviar miles de toneladas de armas y firmar acuerdos para la modernización del paupérrimo ejército ucraniano, esos contratos millonarios no sólo se traducen en dinero sino en el despliegue de tropas norteamericanas en Ucrania en la forma de instructores y demás fuerzas de asistencia.
Esto, en connivencia con la nueva clase oligarca ucraniana proeuropea y liberal, promete una liberalización progresiva del país y mucho crédito para poder sostener al nuevo estado. Sin embargo esa colonización militar, política y económica del país, tendente a debilitarlo para evitar movimientos y futuros tirones a la inversa (hacia Moscú) ha hecho que la diplomacia rusa actúe también ante la creciente agresividad de Estados Unidos en Ucrania.
La reacción rusa ha pasado por consolidar sus posiciones en Crimea y dejar claro que forma parte de pleno derecho de la Federación y por lo tanto Moscú la considera parte de su integridad territorial por lo que atacarla, ya dejan claro, es atacar el territorio ruso y eso generará una respuesta. Esta posición tan clara sobre Crimea ha hecho que el tándem Kiev-OTAN se centre en la zona Oriental del Dniéper.
Ahí es donde Rusia está jugando una baza importante: el reconocimiento de Donbass. Hace unos días se filtraba un documento del partido Rusia Unida (el partido de Putin) para que se reconociera la independencia de Donbass, seguramente proponiendo la figura de la secesión remedial atendiendo a las noticias que llegan de las agencias rusas de noticias como ITAR TASS y de las que la prensa occidental no se hace eco: el descubrimiento de fosas comunes de rusos asesinados por fuerzas paramilitares ucranianas en el este del país.
Este reconocimiento no sería el primero que se hace, ya Rusia tras la guerra de 2008 contra Georgia por Osetia del Sur reconoció a este estado de reconocimiento limitado y a Abjasia abriendo embajada y firmando acuerdos de cooperación y asistencia militar quedando ambos países bajo el paraguas de Rusia, razón por la cual bajó la tensión en la zona.
En este caso la petición está siendo estudiada en la Duma, la cámara baja rusa, pero el reconocimiento de Donbass como Estado de Novorussia (Donetsk y Lugansk) por parte de Rusia es irrevocable (según el derecho internacional público una vez reconocido un estado no se puede revocar dicho reconocimiento a no ser que deje de existir, a lo sumo se pueden congelar relaciones).
Que Rusia reconozca y establezca relaciones bilaterales y de asistencia a todos los niveles pero sobre todo militar implicaría cambiar por completo el escenario ucraniano porque el reconocimiento ruso trae tras de sí el reconocimiento de más países de la región, sobre todo ahora que Rusia tras diez años (la primera década de 2000) poniendo orden dentro de su casa se ha lanzado a recuperar la influencia internacional y su contundente prestigio, que volvió a ser determinante (y peligroso para Washington) tras la exitosa operación en Siria.
En definitiva, los norteamericanos han logrado su objetivo de crearse un nuevo enemigo que sustituyera al manido terrorismo yihadista con su poca rentabilidad diplomática y qué mejor que los rusos y los chinos (los clásicos nunca mueren). De paso refuerza su presencia militar en Europa para luchar tanto contra Rusia como para dejar claro a los líderes europeos quién manda, tensar las relaciones diplomáticas torpedeando proyectos como el NordStream II para ofrecer sus barcos cargados de Gas Natural Licuado y aumentar su influencia sobre Ucrania no porque Washington no duerma por la seguridad de Kiev sino porque ahí es donde se libra la guerra contra Rusia, que ha movido ficha seriamente dejando claro que no va a tener a la OTAN de forma oficial o extraoficial en su frontera ucraniana, el límite está en el Dniéper, lo que ha provocado la partición efectiva del país ¿quién ha perdido?…Ucrania y Europa Occidental.