Monos con martillos
No somos conscientes que lo que manda en el mundo conocido no son personas, sino intereses más allá de lo personal. Si quien manda lo hace como un primate, por más herramientas que tenga, siempre será un mono un poco más evolucionado
En estos tiempos aciagos en los que a las puertas de nuestra nutrida zona de confort asoman los fantasmas olvidados hace ya más de setenta años, parece que no hemos aprendido las reglas de juego de la vida, la supervivencia, o de la evidente prevalencia de la amígdala reptiliana emocional sobre todo lo que nos rodea bajo una capa de civilización y buenas maneras.
No hemos salido aún de la plaga que nos asoló, tambaleando nuestra soberbia sobre los insistentes, mutantes y pequeños bichos pandémicos, cuando antes de tomar aire nos golpea la soberbia, lo primitivo y el interés creado. Sentimientos sobre comportamientos racionales.
Nuestra evolución, nuestra diferencia respecto a los demás animales, supuestamente no racionales, es precisamente lo que nos identifica y nos caracteriza como tales «seres superiores» en la escala evolutiva. Pero parece que debemos repasar esos privilegios para ni olvidarlos, ni usarlos como armas contra el semejante; pues por más distante que seamos en el espacio de este decadente globo terráqueo, siempre nos unirán más cosas de las que nos separan. O eso creía yo. Como decía el clásico «la razón se cobija en los irracionales cuando los seres humanos han perdido la razón».
Tener como mejoras adaptativas el habla, el pulgar oponible, la capacidad de abstracción simbólica o la creación cultural, debiera ser suficiente. Por el contrario, lo que veo es que sobre el habla prima la manipulación del lenguaje con intereses sórdidos; que el logro del pulgar oponible sólo era una mejor forma de asir herramientas para el fratricidio; y que el que para mí sería el verdadero logro, a saber, el pensamiento abstracto y la moral, parecen estar sometidas a la economía, el medro y la inquina.
Dejo claro que estoy confuso. Cambio de criterio a golpe de informaciones, imágenes y de discursos narrativos muy bien construidos, puesto que parece que el Don de la lengua lo usamos más para el engaño y arrastrar al equivoco que para encontrar algunas certezas que nos permitan avanzar. No me cabe duda de que todo bando miente, tengo claro y distinto que de entre tanta gruesa capa de mentiras y mentirosos, nada es lo que parece y todos los argumentos parecen igualmente falaces. Ambos bandos mienten, ambos lados manipulan, todos apelan al sentimiento y la emoción, sea por futbol, Patria o música de fiesta.
No negaré que cada uno puede elegir el bando que desee por afinidad idiomática, cinematográfica, estética o cualquier motivo peregrino que se le muestre con suficiente convencimiento. Pero debemos tener claro que son eso: bandos elegidos o en los que nacemos, pero que nada nos garantiza que uno sea mejor que otro. Sólo sencillamente es el nuestro. Aunque normalmente viene impuesto por las normas del imperio de turno al que nos toque obedecer.
No me gusta ni el relativismo, ni la posmodernidad, ni los planteamientos sobre igualdad ética entre discursos, pero cuanto más salgo de la Espesura a informarme y escuchar, más la empatía me hace complicado encontrar mi identidad; pareciera como si dejando de luchar cada día para filtrar todo de forma agotadora y estéril, el propio Don de la humanidad me deslizara sobre una condescendencia cada vez mayor. Eso significa que han ganado parte de mi mente, y sembrado la duda sobre si mi sesgo es más lo que otros quieren de mí, que lo que yo mismo soy.
Estoy plenamente convencido que, tras estos dos años de Pandemia y asolamiento de nuestra zona de confort, todo conflicto actual tiene sus raíces en recuperar viejos sentimientos para intentar sobrevivir. Parece que la Razón de la Fuerza nos va a llevar por derroteros que solemos llamar «tambores de guerra». Terrible es que lo veamos como recurso primigenio para salvaguardar por miedo cerval lo poco que parece quedar de nuestra forma de vida.
Me temo que somos como barcos en tempestad, luchando por intereses siempre de terceros en discordia. No encuentro, por más que miro, por lo que se nos pide que salgamos a defender, luchemos y hagamos el sacrificio más grande, cuando es algo en lo que los propios incitadores no creen. Bien está que, por evitar migrañas y subidas de tensión arterial, no nos planteamos la veracidad de lo que un bando nos dice sobre el otro. Pero es que de seguirles nos va la vida económica y el futuro de nuestro subsistir, cuando no el alma y el cuerpo de nuestros hijos. Esa falsa unidad preñada de globalismo pseudo democrático nos hace ver la pertinencia de la unión ante amenazas periódicas que están al acecho siempre como el lobo de las fábulas. En puridad, si por casualidad paseas por entre calles, sentimientos y mentes de ese enemigo, verás la misma manipulación, preparación para la batalla de sus vidas y la obligación moral de luchar por el amenazado futuro de su descendencia de sangre, cultura o evolución.
Estamos rodeados de martillos empuñados por Primates a los que hemos encumbrado como custodios de nuestro futuro. Pero eso no significa que dejen de ser Primates o peor aún, Monos menos evolucionados. Tenemos claro el cómo llegaron donde están. Como hemos dicho muchas veces no existen ni conspiraciones, ni manos negras… sólo intereses creados, motivaciones económicas y vasallaje ante el correspondiente «nuevo imperio».
Sinceramente ya que parece inevitable, me gustaría autoengañarme y decir que me apresto a las reclutas y el viaje, pero que lo hago por lo que he decidido que me identifica, no por falacias de otros, medias verdades o que simplemente seamos para ellos la carne que nutre sus motores y la sangre con la que seguir «en la brecha». Me consta que en el otro lado se piensa igual. Alguno que otro me lo ha dicho.
Un dialogo de sordos en los que la soberbia de ambos lados impide cumplir acuerdos logrados, entender los temores y necesidades que los atenazan. Me temo que ya tienen el camino trazado como buenos Monos adiestrados y nos arrastran con ellos.
Si llego a sospechar en el lugar que me iba a encontrar, abandono de primeras la empatía y me fijo al ideal que mejor discurso tenga o me lo parezca, me alisto al son de soflamas y palabras talismán; pero al menos me dejaría de subir la tensión y no tendría tantas migrañas.
Nos vemos, al parecer en un frente, que desearía que fuera de ideas y de palabras, pero me temo que será de economía, intereses de otros y sobre todo de mentiras para justificar cada acto irracional.