Populismo económico, un 'hobby' muy caro
«Cuesta imaginar un futuro mejor cuando el gobierno persiste en el populismo económico para enmendar la crisis»
Siempre he desconfiado de los agoreros, pero cuesta imaginar un futuro mejor cuando el Gobierno persiste en el populismo económico para enmendar la crisis. Este Gobierno cree que la transición energética y la solución ante la inflación sucederá a toque de corneta en el BOE. Con paguitas y subvenciones resolverá lo que podemos comer o consumir y logrará de paso, con su política de bonificaciones, despojarnos del desarrollo de nuestra individualidad imperfecta, generadora de desigualdades en el libre mercado.
Pero, ay, las estadísticas muestran que las políticas redistributivas no consiguen sostener el aumento de la riqueza, sino que en realidad igualan hacia abajo, empobreciendo a toda la sociedad. Vemos políticas de ingeniería social diseñadas para controlar a la ciudadanía y conseguir ya no solo una igualdad de oportunidades, sino de resultados. El pensamiento del populista de izquierdas se reduce al rechazo al pequeñoburgués: hay que joder a «los ricos» (esos ricos somos usted y yo, querido lector). Son niños terribles estos socialistas. Llegan al punto de pedir, en medio de su berrinche, que no bajen los impuestos a los carburantes porque no nos afectará igual a todos (piensan que los ricos son los que utilizan más el carburante). Pero esto es una anécdota, el problema de fondo es que mezclan la desigualdad con la injusticia, y tienen como hobby resolver las injusticias del mundo.
El resultado de este hobby es que tenemos una economía cada vez más intervenida y menos productiva. Dicen que buscan mejorar el estado del bienestar, pero la realidad es que usted y yo cada vez somos menos libres y más pobres. Algunos parecen haberlo notado: las ayudas y bonificaciones agrícolas destinadas a ayudar a los agricultores cada vez más pobres han sido rechazadas por ser insuficientes y estar mal diseñadas. También las ayuditas al precio del carburante van a encontrar oposición porque al final estas ayudas o la diferencia del precio intervenido la pagamos usted y yo, querido lector. El Gobierno busca a toda costa mantener los niveles de recaudación de impuestos y después repartir y gastar como considere oportuno. El ciudadano paga y paga mientras reza para recibir una ayudita. En eso consiste el hobby comunista que pagamos los ciudadanos.
Algunos teníamos fe en el regeneracionismo en la política, en la ciencia y la tecnología. Seguramente gracias a la evidencia empírica y al desarrollo de unas políticas modernas, de nuevas tecnologías y ciencia política podríamos superar las crisis que vivimos en épocas anteriores, pensaba yo. No hay que fiarse de los agoreros y los liberales, me decían. Sin embargo, hay un planteamiento erróneo de base que ha sabido ver un liberal, Milton Friedman, y es que las actitudes proteccionistas de esa época previa a los avances mencionados todavía nos acompañan hoy.
Las utopías sociales no nacen en los Gobiernos socialistas, sino en los mercados, y necesitamos más libertad y menos intervencionismo para salir de esta crisis. Pero por desgracia, todavía existe una tendencia a considerar deseable cualquier intervención gubernamental, a atribuir todos los males al mercado y a evaluar positivamente nuevas propuestas de redistribución de la pobreza. España es la vieja mendiga del calcetín remendado que siempre vuelve a romperse en la misma costura.
Las actitudes, dice Friedman, aún no han cambiado. Hay que esperar que la evidencia ponga fin a la fe en la pureza y la virtud del intervencionismo. Aún tenemos que explicar por qué las medidas que anuncia Sánchez, su isla energética o las bonificaciones, ayudas y la asistencia directa para los precios de los carburantes solo crean más pobreza y dependencia. ¿De dónde sale el dinero para pagar estos programas de ayudas? Pues de su bolsillo, querido lector, y del mío, y de las futuras generaciones que tendrán que pagar nuestra deuda pública. La ingeniería en el plano económico limita la esperanza para el avance de la libertad y la dignidad de los ciudadanos, socava el propio estado del bienestar al apostar por un gasto desorbitado, y encadena a las generaciones futuras. En definitiva, cada vez somos más pobres y menos libres. Con Sánchez pasaremos del Gobierno conductor de la economía al aeromodelismo y después al vuelo sin motor, para acabar en la caída libre.