Multipolaridad y Rusia, la batalla por Ucrania
«Rusia necesita Ucrania para poder consolidar su bloque de poder en un mundo que camina al multipolarismo y eso genera una carrera por el poder ya sea para ostentarlo o retenerlo y Ucrania es una clave para Occidente y Moscú».
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se conformó una sociedad internacional dominada por dos grandes bloques antagónicos que respondían ante Washington y Moscú, estos dos ejes controlaron extensas masas de terreno y población y sembraron el mundo de conflictos internacionales entre versiones de ambos bloques.
La Guerra Fría entre la URSS y Estados Unidos tuvo sus versiones en la Guerra Fría Árabe entre los socialistas laicos y sus repúblicas frente a las monarquías y teocracias islámicas, en África la lucha fue entre los grupos anticolonialistas y los grupos leales a sus metrópolis que, en algunos casos, lograda la independencia comenzarían una etapa de interdependencia neocolonialista a través de las relaciones de poder en base a la influencia y los acuerdos comerciales.
En Sudamérica se dio este criterio: la élite oligárquica hispanoamericana, de origen criollo, aliado a tesis cercanas al fascismo europeo más tarde se acercaron a Estados Unidos y, en este contexto, grupos marxistas ayudados por la URSS se enfrentaron por toda América Central a estos gobiernos sostenidos por Washington de modo que la guerra entre USA y los soviets desangró estas regiones.
Curiosamente existirían guerras entre estados socialistas: la tensión entre la URSS y China estalló en la guerra Vietnam-Camboya con el apoyo de Moscú a los vietnamitas y de China a los camboyanos del jemer rojo.
Una vez caída la URSS y reconfigurado el mundo en términos de bipolaridad a unipolaridad los Estados Unidos hicieron todo lo posible a todos los niveles para lograr dos objetivos: identificar enemigos regionales ya fueran marxistas (como Cuba, un clásico, o la Venezuela de Hugo Chávez) o de corte tradicionalista (Serbia, fuertemente ortodoxa; Irán, islámica etc.).
En este contexto Rusia, que se adhirió con algunas reservas a los planes de Occidente en la era Yeltsin tuvo en Putin un líder que hizo un giro hacia otro lado: Rusia no sería jamás parte de Occidente no por Moscú, que también, sino porque Rusia nunca había sido considerada como parte de Europa. Había sufrido el influjo prusiano con Pedro III y más tarde el francés con Catalina la Grande quedando la corte rusa bajo la tensión de estas influencias, al final del siglo XIX se haría notar la influencia británica también.
Sin embargo, Putin entendió que Rusia, que no era parte de Occidente, tampoco tenía la capacidad de establecer un nuevo orden bipolar sino, simplemente, establecer un bloque y proponerlo a la esfera internacional como parte de una estrategia de atomización geopolítica derivada de la nueva coyuntura social.
Con esta nueva coyuntura hacia que hacer especial caso al cambio del modelo productivo, la tecnificación y la deslocalización, eso unido a la crisis económica de 2009 y el nuevo desarrollo de instituciones internacionales paralelas a las Occidentales, que no son mutuamente excluyentes sino que se superponen; nos hace ver que estamos ante la aparición de un nuevo mundo basado en la multipolaridad y la política de bloques.
La guerra de Ucrania es un ejemplo claro de ello: el bloque Occidental y sus satélites, que lo serán hasta que tomen conciencia de bloque propio, han sancionado a Rusia pero otros bloques no.
El primer elemento de estudio de esto es la propuesta rusa de intentar retener la máxima influencia sobre el mundo eslavo que le sea posible, Ucrania es el espejo díscolo de Bielorrusia. Mantener Ucrania en la esfera de influencia de Moscú no es sólo una cuestión de seguridad militar y de freno al avance de la OTAN a las fronteras rusas, que también, sino es una pieza clave en la deriva identitaria de la política de bloques, Putin no entiende a Rusia como líder del bloque eslavo sin la concurrencia de Ucrania, y Occidente, que conoce perfectamente la teoría de Mackinder, entiende que Ucrania le daría a Rusia el control de una de las zonas más importantes del mundo y eso consolidaría su poder.
El objetivo Occidental, en su interés por consolidarse en Ucrania, pasa por debilitar a Rusia en su proyección y, por ende, con las sanciones rematar ese ascenso. Este país le daría a Rusia la ansiada salida al mar que tanto necesita ya que el mar Báltico es demasiado poco en términos geopolíticos para un país como Rusia. El Mar Negro es estratégico, de ahí la mayor importancia del avance en la franja entre Donbass y Crimea, de hecho ya controlada convirtiendo al mar de Azov en un lago totalmente ruso.
La carrera por la costa debilitaría de forma total a Ucrania al aislarla del mar y, de paso, conectaría a Rusia con sus fuerzas en Transnistria.
La victoria o derrota en esta campaña implica la consolidación o no del bloque eslavo capitaneado por Rusia. Parecido conflicto aunque menos lesivo para Moscú es la influencia en Asia Central, influencia por la que compite con China, Irán y, sobre todo, Turquía. Rusia se arroga el derecho de influencia sobre este suelo, ya confirmado con la entrada de tropas de la OSCE en Kazajistán en enero de 2022.
La influencia en Asia Central se basa en varios puntos: las regiones centroasiáticas formaron parte del Imperio ruso y después de la Unión Soviética; muchas de las ciudades fueron fundadas por rusos y su arquitectura e historia es rusa, de hecho es cuna de instituciones rusas y de personajes rusos y a pesar de que ahora están en terceros países la retención de esta influencia es primordial para poder consolidar la influencia de Moscú. Este sería el primer bloque.
El segundo bloque que estamos viendo alzarse y es obvio que será el hegemón mundial muy pronto es China, un bloque y civilización convertido en país y, por ende, es imparable. India es otro país-civilización llamado a ser un bloque por derecho propio. Sin embargo, las regiones del mundo islámico (la Ummah), así como el África negra o América Latina son zonas donde el poder, que una clara base identitaria, aún no ha sido capaz de establecer los parámetros para consolidarse como un bloque geopolítico más allá de la tutela de otros bloques mayores (el problema de la fragmentación y el conflicto).
A pesar de que estas regiones tienen muchas posibilidades de conformarse como un bloque propio; sobre todo Iberoamérica y el mundo islámico, aún no ha sido capaz de trasladar a instituciones reales y a un proyecto serio este pensamiento en bloque. De hecho ni siquiera Rusia tiene su bloque del todo controlado (sino no hubiera hecho falta la guerra de Ucrania o la de Georgia en 2008). Los dos únicos bloques perfectamente definidos y cohesionados son el bloque Occidental (Estados Unidos, Reino Unido y la angloesfera geográficamente no Occidental, y la Unión Europea) frente a China.
Rusia es una potencia que está definiéndose y cuyo triunfo o derrota (hasta el próximo intento) en Ucrania derivará o no en la consolidación de un bloque definido por lo que ya tendríamos a un tercer jugador en el tablero.
Sin embargo, en este juego de la primacía la región de Europa del Este se convierte en una línea de fractura per se, como las costas orientales del Pacífico, de ahí la necesidad de Estados Unidos de mantener Taiwán a toda costa ya que el poder marítimo (Estados Unidos es una talasocracia) no puede permitir que una telurocracia como China o Rusia obtenga acceso a las costas opuestas de ahí los intentos de contener la salida al mar de Rusia, que ya lo tiene con Crimea y el control total del Mar de Azov.
A Occidente le va la vida en ello ya que con Ucrania bajo control ruso el siguiente paso es el salto al mar. En paralelo la agresividad de USA en las costas del Pacífico, el mar amarillo o el mar de China tiene como objetivo adelantar la defensa y coartar el poderío chino que está, de forma inevitable en el mar y Washington no puede permitirse que su costa oeste esté frente a las costas chinas y su costa este esté frente a un poder rival (Moscú) que controle la franja de Heartland (Bielorrusia-Ucrania-Óblast de Kalinigrado) ya que eso significaría la consolidación real del poder ruso y todos lo saben. Rusia controla dos de las tres fichas (Óblast de Kalinigrado y Bielorrusia)… Ucrania es la clave de donde dependerá el nacimiento y confirmación total de un nuevo bloque que, además, tiende hacia China.