THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

El espejo y la cruz

«Todas las culturas han dejado un poso: nosotros solo vamos a dejar telebasura»

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El espejo y la cruz

Bob Dylan en Londres. | Europa Press

Siempre he considerado la creatividad como una práctica espiritual. Esta cualidad inacabada, este apetito inquieto por seguir explorando, nos pone a prueba. Nos pide que nos expandamos para no contraernos. Evadir este compromiso es tentador, el artista en la sombra es el que nunca escoge el camino del arte, que es el arriesgado. Ya lo dijo Bob Dylan, «nunca jamás crees nada, pues será mal interpretado y te encadenará y te perseguirá el resto de tu vida».

El destino del creador, a veces, es ser castigado por la masa. Algunas de las cosas que decía Dylan reflejan esta condena social: «Nunca digas o hagas nada que la persona que tienes delante no pueda entender». «Solo quieren que diga lo que ellos quieren que diga». «Esas personas creen que tengo una imaginación fantástica, y me siento solo». El artista es un kamikaze que acepta el caos, pero el caos puede que no le acepte a él. Como el arte es un acto de sintonizar y volcar aquello que necesita ser mostrado, el artista sirve de canal y de espejo a la sociedad. Una dictadura es una sociedad sin espejos. 

Dylan, el genio, tuvo una faceta religiosa en la que observa su cruz, como buscando una explicación. Hay una escena en la película I’m Not There en la que el genio le pregunta a Cristo en la Cruz, creador condenado: «¿Por qué soy el blanco de tus flechas?». La explicación es que hay algo que aterra más que el silencio, y es el espejo que proyecta el artista en la sociedad de su época. Eso es lo que más teme el personal, y aquel que pone el espejo sabe que tendrá que cargar, tarde o temprano, con la cruz. La censura triunfa si el artista es censurado ya no por el poder, sino por la sociedad de su época, por la masa enfurecida. 

Mientras dejamos que los artistas y creativos sean censurados, algo que hoy ejerce la intelligentsia progresista cada día, la gente se entretiene embobada con la telebasura, que no es otra cosa que el embellecimiento de la telemierda real. La imagen stendhaliana es el espejo a lo largo del camino. La televisión refleja la sociedad como un producto estandarizado, sirve lo que pide el gentío. Solo la cultura más minoritaria requiere abstracción y conexión con algo más elevado, con lo creativo. Pero en general la cultura de hoy es una telebasura que fabricamos nosotros con nuestro mal gusto y nuestros malos libros, nuestra música hortera y nuestra disposición a permitir que la cultura se convierta en un asunto de gustos y colores. El analfabetismo tecnificado de nuestra época esclerotiza el pensamiento y banaliza la creatividad.

Todas las culturas han dejado un poso, todas las épocas han tenido unos ídolos que representaban la alta cultura, lo rompedor y también la belleza y el buen gusto. Nosotros solo vamos a dejar telebasura. Este horterismo del reggaeton y esta televisión la hacemos nosotros. Al artista lo corrompe esta sociedad y el arte también lo viene degradando su público. Toda creación puede regenerarse pero, malas noticias, nuestra vida ya no. Y además, en nuestra vida no podemos cambiar de canal, acabamos interpretando los personajes de una telenovela barata. Desde Bob Dylan no hemos hecho más que retroceder hacia lo vulgar, lo hortera  y lo cursi. La cultura la hacemos todos los días en la telenovela de nuestras vidas, porque la cultura es un estilo de vida.

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