¡No es la gestión, es España!
«¡Cuánto necesita hoy España un centro izquierda patriótico y respetuoso de los valores de unión, libertad, igualdad y solidaridad!»
Hace aproximadamente dos años y medio, el mismo día siguiente a las elecciones generales de 2019, a muchos demócratas, de izquierdas o de derechas, se nos revolvió la sangre. E incluimos en ese grupo, por conocimiento personal, a votantes del PSOE. La democracia, en sus raíces y su esencia, a nuestro juicio, estaba sufriendo un ataque brutal y perverso, una traición impropia de sociedades europeas. Ello se debió a la creación del SPS (SanchoPodemismoSeparatista) y, sobre todo a cómo se creó.
Nos percatamos de que Pedro Sánchez (no decimos el PSOE, que ya había sido manipulado con malas artes por el interfecto) había utilizado un sistema de votación inserto en una ley electoral muy inadecuada para engañar escandalosamente a la nación. Hasta el mismo día de la votación sostuvo con una contundencia y una soflama, que ni siquiera se le había pedido, que jamás entregaría parte del Gobierno de España a minorías totalitarias antisistemas o a herederos del terrorismo.
Hizo exactamente lo contrario al día siguiente del recuento de votos, dando origen al SPS y su control sobre los ciudadanos españoles. Para quienes la democracia consiste meramente en unas elecciones periódicas con concurrencia de cualquier tipo de partido, suponemos que eso no tiene importancia. Pero para quienes opinamos, con pasión, que la democracia es mucho más, esto suponía una peligrosa traición a la voluntad de la gran mayoría de los votantes, y, por lo tanto, a la democracia.
Para los que creemos que la democracia es un sistema ético y de valores implícitos para que una ciudadanía soberana y bien informada otorgue en libertad real su confianza para que unos políticos gobiernen al servicio del bien común. Porque, notémoslo bien, el engaño con escenografía superlativa («Me quitaría el sueño imaginar gobernar con Podemos», llegó a decir, y «jamás pactaré con Bildu, jamás») no versaba sobre un detalle de gestión, unos impuestos por aquí o unas ayudas agrícolas por allá, sino sobre la esencia misma de la visión y del futuro de España, sobre las raíces mismas de nuestra convivencia democrática. Y al someter el Gobierno de España a la introducción de la ideología woke, del totalitarismo «bolivariano», (por abreviar), del separatismo filoterrorista y de anti sistemas destructivos, estaba sacrificando el bien común a unas ideologías minoritarias que los votantes habían arrinconado, confiados en que Sánchez jamás las acercaría al poder. Confiados…
Algunos, ya no sé cuántos, pensamos entonces que esa convulsión antidemocrática, pero absolutamente legal, era muy peligrosa y que convenía abortarla rápidamente, por supuesto de manera pacífica y democrática, porque podía traer muy malas consecuencias para los españoles. Las únicas posibilidades consistían en utilizar al máximo las leyes, sin misericordia, contra todos los intentos de desvirtuar el espíritu de nuestra Constitución y de caminar hacia totalitarismos, y hacer ver a los españoles a través de todos los medios y machaconamente la burla a la que habían sido sometidos y sus muy inquietantes consecuencias. Hubiéramos deseado la movilización de la sociedad civil, de la Academia, de las Instituciones independientes y que desenmascarar el atentado contra nuestra democracia se instalara permanentemente como prioridad uno de cualquier oposición, intentando forzar así otras elecciones. Algunos, además, ya no sé cuántos, por tener el corazón en el centro izquierda o en la social-democracia de toda la vida, intentamos o bien recuperar el asesinado PSOE de la Transición, o bien volverlo a crear con otras siglas, con el fracaso que todos conocemos ¡Ay dolor! ¡Cuánto necesita hoy España un centro izquierda patriótico y respetuoso de los valores de unión, libertad, igualdad y solidaridad, inherentes al progreso de las sociedades y traicionados por el SPS! Parafraseando a Felipe Gonzalez, hay mucha, muchísima gente, no sé cuánta, huérfana de partido al que votar.
Llegados a este punto, nos interesa recalcar que a ninguno de los que queríamos que no prosperara la traición a la democracia profunda se nos ocurría forzar unas elecciones nuevas o, incluso, un cambio de pacto con un Gobierno de salvación nacional, por miedo a errores o deficiencias de gestión del nuevo Gobierno. Eso hubiese sido tan antidemocrático como la creación del SPS. En las elecciones, los votantes tienen el derecho a equivocarse, los gobernantes pueden salir incompetentes y eso se corregirá votando distinto al final del ciclo electoral. Lo que no tienen derecho los votantes es a ser brutal y obscenamente engañados sobre los temas torales de la convivencia democrática desde el día uno. Es más, y es opinión personal, conociendo muy de cerca los políticos españoles de hoy en día y conociendo los límites a la gobernanza que impone nuestro disparatado sistema autonómico, tenemos dudas que los hipotéticos grandes fallos de gestión del Gobierno actual (la covid, la crisis económica, la inflación, la energía, las políticas sectoriales, etc…) hubiesen sido muy distintos con Gobierno de otro signo, o incluso de salvación nacional.
Lo grave era lo ideológico y el modelo de España que se había rechazado, creyendo en la palabra de Sánchez, y al que se le entregaba una parte crítica del poder y del Gobierno, y con manos libres.
Como es sabido, el renacimiento del centro izquierda en España fue imposible, la sociedad civil siguió dormida o engañada y la oposición mayoritaria muy rápidamente banalizó y asumió «el golpe de estado electoral» por lo que evitar sus consecuencias fue imposible. Y pasó lo que tenía que pasar, el indulto, la banalización (a veces con exaltación) de ETA, la Ley Celáa, la ruptura de la Caja única de la Seguridad Social, acciones inconstitucionales irreversibles, ataque sectario implacable a la independencia del poder Judicial….Nada que ver con la gestión, todo que ver con la descomposición de la ciudadanía española, de su convivencia y de su democracia.
El mal ya está hecho, tras dos años y medio, y los objetivos han de cambiar. En trazo grueso diríamos que hay que recomponer y reconstruir la democracia española y la nación española. Hay que ofertar un modelo de España que vuelva a ser de ciudadanos, y de ciudadanos libres, iguales y solidarios, hay que reformar las instituciones, hay que corregir y reformar los gigantescos problemas creados por el Estado Autonómico, hay que recuperar nuestra unidad de mercado, hay que desterrar la ideología woke en todos sus aspectos totalitarios y hacer desaparecer radicalmente de España todo totalitarismo y todo racismo, etc….
Por eso nos chirría que la oferta actual del primer partido de la oposición se limite a una promesa de mejor gestión, centrada en una mejor tributación… Es decir, afinar mejor los instrumentos de la orquesta del Titanic. ¡No es la gestión, es España!
Es deprimente esperar a que la próxima contienda electoral se dirima entre el SPS, un confederalista asimétrico gallego mejor gestor y un partido dispuesto a dinamitar la UE. El partido mayoritario seguirá siendo la abstención…