MyTO

Johnny Depp y el género de la verdad

«Tener vagina no obliga a las hembras a decir la verdad, y tener pene no convierte a los machos en maltratadores»

Opinión

El actor Johnny Depp, la pasada semana a la salida de su juicio en Virginia. | Ron Sachs (EP)

  • Soy licenciada en Derecho, abogada en ejercicio y gerente del bufete NOVALEX SPAIN. Autora del libro ‘Populismo punitivo’ (2020 Ed. Deusto)
    Antes, columnista en Disidentia y Vozpópuli y colaboro en la tertulia del programa Herrera en Cope. Mis críticos me acusan de ser una extremista de la presunción de inocencia, algo de lo que yo me congratulo.

El MeToo nació muerto porque la verdad no es una cuestión de sexo, sino de pruebas. Sus valedores han intentado ideologizar la entrepierna y convertir su dogma de «hermana, yo sí te creo» en ley, pero ni las condenas pueden sustentarse en eslóganes, ni la credibilidad o la culpabilidad pueden reducirse a una cuestión de genitales. Tener vagina no obliga a las hembras a decir la verdad, como tampoco tener pene convierte a todos los machos en maltratadores o violadores.

La condición de delincuente no puede asignarse en función de lo que eres, sino de lo que haces, al contrario de lo que sucede con la presunción de inocencia, un derecho humano universal inherente a cualquier individuo al margen de su condición biológica: cualquier persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario.

Uno de los grandes errores estratégicos del MeToo ha sido el de intentar sentar precedente con denuncias dirigidas contra hombres imbuidos de fama y popularidad, porque si el escarnio es público, también lo será la mentira en las que se sustentó el linchamiento cuando ésta se destape. Y esto es, precisamente, lo que ha sucedido en el caso de las acusaciones de malos tratos que la actriz Amber Heard dirigió contra Johnny Depp: el juicio por difamación iniciado contra ella a instancias del también reconocido actor ha dejado al descubierto que las incoherencias, las mentiras y hasta las agresiones físicas no son patrimonio exclusivo del varón.

Efectivamente, las grabaciones, mensajes y testimonios que se están reproduciendo en la vista que se celebra en los juzgados de Virginia arrojan sombras sobre el ser de luz que el feminismo y los medios construyeron en torno al personaje de Heard cuando, allá por 2018, ella escribió un artículo en el Washington Post contra la violencia de género en el que señalaba a Depp, aunque sin nombrarlo.

Cierto es que, en un primer momento, las inercias políticas que impulsan el MeToo elevaron a Amber a los altares del victimismo feminista sin necesitar más prueba que la palabra de ella: con motivo del septuagésimo aniversario de la declaración Universal de Derechos Humanos, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU la nombró campeona de los derechos humanos. También fue designada embajadora de los derechos de la mujer en la American Civil Liberties Union y en 2021 fichó como oradora contra la violencia de género por la agencia de representación de los Obama a razón de 40.000 euros por aparición.

En lo que a Depp se refiere, el haber sido objeto de acusación mediática -que no judicial- no solo no le ha deparado reconocimiento institucional alguno por hacer valer algo tan valioso como es la presunción de inocencia de quien no ha sido juzgado ni condenado, sino que le ha acarreado, según él, la perdida de millonarios contratos.

No obstante, las pruebas que se han viralizado como consecuencia de la contienda judicial que mantienen demuestran que, al margen de lo que finalmente pueda el tribunal concluir sobre la acusación de difamación y las cantidades que ambos se reclaman de forma cruzada, ella mintió y miente. Los audios evidencian que la violencia verbal en modo alguno fue unidireccional, sino recíproca, e incluso existe una grabación en la que Heard admite haberlo golpeado -discute con Depp sobre si le ha propinado puñetazos o simples bofetones-.

Hasta parece haber mentido sobre algo tan absurdo como el kit de maquillaje con el que, según su abogada, consiguió disimular los moratones provocados supuestamente por el actor: la propia marca ha desmentido que ese producto estuviera en el mercado en el momento en el que acontecieron los hechos.

Por supuesto que este caso tan mediático en particular no debe usarse como pretexto para negar la existencia de la violencia machista, de la misma forma que tampoco debe utilizarse el maltrato para negar la existencia de denuncias instrumentales o de acusaciones difamatorias realizadas por mujeres.

Si para algo han de servir las lecciones que nos está dejando el recorrido judicial de muchas de las denuncias formuladas bajo el paraguas del MeToo es que la culpabilidad no puede determinarse mediáticamente en función de la biología de la acusación y del acusado, sino por los hechos considerados probados por un tribunal tras un juicio con todas las garantías. Los intentos de institucionalizar los dogmas de este movimiento feminista a los que venimos asistiendo no persiguen la igualdad, sino la consecución de un privilegio legal por razón de sexo que lleva a los varones de hoy a penar por los pecados de otros hombres en el pasado. Si el feminismo tiene una razón de ser, ésta radica en la justicia y no en la venganza.

4 comentarios
  1. AlphonseZheimer

    Yo no sé en qué terminará este juicio por difamación; la verdad existe, pero tiene sus condicionamientos. Sí partimos de que en España, el Tribunal Constitucional se saltó el artículo 14 para atender a las presiones de grupos de opinión (incluido el gobierno), nos da la pauta de la relativización de la verdad, condicionada por intereses y cobardías.
    No somos punteros en estas prevaricaciones, más bien son fruto del seguidismo atolondrado que hacen nuestros administradores, de las tropelías que cruzan el Atlántico apenas sin mojarse.
    «La campeona» y el Me Too», son el farolillo rojo de la liga de la justicia, y tarde o temprano irán al descenso, dejando tras de sí un tendal de barbaridades jurídicas y millones de damnificados y saqueados.

  2. 23xtc

    La he leído y la vuelvo a escribir. No comprendo porque usted no hace lo que un español consiguió en el TJUE, ya que opina de las leyes hembristas que se han legalizado desde el Bambi, que han llenado de jurisprudencia el Supremo, A N , TSJ, AP, como la que se hizo para Juana Rivas con las ayudas meritorias de Hembritas como Ana Bernal, Griso, Pilar Álvarez, Ana Rosa, Marodo, Palomeras, Cristina Fallaras, María Peral de ELESPAÑOL, legisladoras como la ex jueza de Podemos, Calvo, Soraya Sainz, y la ex jueza que hizo de ministra de Justicia del Bambi todas expertas en derecho, que consiguieron que el T C blindará la carga de la prueba a los hombres, diera veracidad a la palabra de una mujer en España contra un hombre, sometieran a los hombres a prisión preventiva de hasta casi 7 días sin más delito que ser investigados por las leyes Hembristas. La sentencia del TJUE resuelve la cuestión que un hombre español sin ayuda de usted, del ex juez Serrano, de VOX, que consigue por su empeño a no ser tratado como una mierda en este país. Las razones porque esto pasa, la nula capacidad de conciencia entre los hombres normales y corrientes para no organizarse legalmente y defender la presunción de inocencia en el TJUE, y de las declaraciones de mujeres y hombres que impunemente denigran a los varones nacidos y no nacidos en España. Sentencia C-450/18 publicada el 12-12-19 en la web del TJUE la puede ver Guadalupe

  3. Pasmao

    Buenos días Doña Guadalupe

    Dice usted » la verdad no es una cuestión de sexo, sino de pruebas». Yo creo que primero hay que aceptar que la verdad existe. Y que no debe de ser una acomodo a lo que «convenga». Después se podrá probar o no.

    Porque el previo en el Meetoo y todo lo que le rodea es que la verdad no existe, que el bien y el mal son relativos, y que son instrumentos a la causa de una ideología, yo mas bien diría religiçon laica (que no separa Estado de «iglesia»), donde si no pasas por el aro date por jodido.

    Además eso de las verdades judiciales, las basadas en pruebas, está sujeto a determinados imponderables. Y se me viene a la cabeza nuestro 11M y esa verdad judicial que se parece como un huevo a una castaña a la verdad real. Que cada uno elija el color del huevo o castaña respectivo (en eso no me meto), pero «eso», lo que salió del juicio, no fue ni de lejos lo que pasó.

    Un saludo

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