Dimensión del Estado y Stop & Go
«Se puede ser muy rojo y muy pro Fisco pero no por ello desconocer que son mayoría los españoles que consideran que en España se pagan muchos impuestos, de hecho quintuplican a los que consideran que se pagan pocos»
Según parece, entre los planes expuestos a las autoridades europeas con motivo de la remisión del nuevo cuadro macroeconómico que rectifica al que se empleó para elaborar los Presupuestos para el presente ejercicio, el Gobierno de Sánchez mantiene su proyecto de aumentar la carga fiscal a los españoles si bien que posponiendo su ejecución. Alegan para ello la excepcionalidad de la situación creada por la guerra de Putin, aunque resulta más que posible que el retraso decidido obedece a encontrarse ya avanzado el penúltimo año de la legislatura lo que supone que, de iniciarse ahora el proceso de subidas tributarias, su entrada en vigor y sus primeros efectos serían en víspera electorales. Se puede ser muy rojo y muy pro Fisco pero no por ello desconocer que son mayoría los españoles que consideran que en España se pagan muchos impuestos -según la encuesta del CIS, quintuplican a los que consideran que se pagan pocos-. Quiere decirse que el subidón se está preparando para aplicarse después de las próximas elecciones salvo, claro está, que los electores lo impidamos.
De cumplirse los planes del Gobierno, España seguirá avanzando por un camino suicida que nos ha llevado a aumentar la presión fiscal desde el 23,4% en 1.982 hasta prácticamente el 39% en 2.021, incremento estratosférico que, sin embargo, lejos de haber servido para cuadrar las cuentas públicas, se simultanea con un déficit público más que elevado -6,9% a final del último ejercicio- y una deuda pública en máximos históricos. Es decir, se nos cobran cada vez más impuestos y, pese a ello, las cuentas del Estado están cada vez más descuadradas.
La explicación de la aparente paradoja estriba en el discurrir absolutamente desbocado de nuestro gasto público que, en el mismo periodo antes considerado (1.982-2.020) ha pasado de ser el 35% del PIB a representar el ¡52,4%! De este modo, no hay sistema tributario que permita cuadrar las cuentas, pues los crecientes recursos que se detraen a los ciudadanos no se utilizan para reducir endeudamiento, sino para inventar nuevos y nuevos gastos en importe superior al aumento de ingresos obtenido. Así no hay manera.
Es de justicia reconocer que el crecimiento disparatado de lo que representa el gasto público sobre el PIB es un resultado global al que no se ha llegado linealmente. En efecto, en nuestra historia reciente, la evolución de la ratio Gasto/PIB ha seguido una línea quebrada con dientes de sierra que refleja de manera nítida la orientación seguida al respecto por los sucesivos Gobiernos. Así, en la etapa de Felipe González el Gasto/PIB creció desde el 35% hasta el 44%, porcentaje que el Gobierno de Aznar logró reducir al 38,8%. Con Zapatero se volvió a las andadas, elevándose hasta el 46,2%, ratio que disminuyó con el Gobierno de Rajoy hasta el 41,7% para volver a crecer con Pedro Sánchez, pues hemos finalizado 2.021 con el 50,6%.
Los datos históricos evidencian una constante: Con los gobiernos de izquierda, el peso del Estado crece -y de qué manera-, siendo por tanto necesario aumentar los impuestos y detraer más recursos al contribuyente. Con los de centroderecha, los individuos recuperan relevancia frente al Estado, atemperándose los efectos anteriores. Provoca escalofríos imaginar donde estaríamos en términos de presión fiscal, del porcentaje Gasto/PIB y, en definitiva, de tamaño del Estado, si los gobiernos de centroderecha no hubieran revertido parcialmente los desmanes provocados por los de izquierda. El Estado sería todo y el individuo nada.
Por otra parte, esta práctica del Stop & Go no es la más conveniente para favorecer un eficaz comportamiento de nuestra economía, siendo por el contrario aconsejable que sus parámetros estructurales gozaran de una básica continuidad. Podría -debería- lograrse mediante un gran acuerdo político duradero que estableciera un marco estable en el que las oscilaciones coyunturales por razón del Gobierno existente en cada caso fueran menores. Para nuestra desgracia, actualmente esta posibilidad no más que un sueño de una noche de verano.