THE OBJECTIVE
David Mejía

El antimadridismo y el estilo Barça

«Hay pocos autores contemporáneos capaces de reflejar emociones tan humanas como la envidia, la manía o el odio como lo hace un periodista culé»

Opinión
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El antimadridismo y el estilo Barça

Pep Guardiola reacciona a la derrota ante el Real Madrid en Champions. | Carl Recine (Reuters)

Nunca me acostumbraré a la naturalidad con que asumimos la paradoja entre la aspiración del estilo futbolístico del Barça y su estilo mediático. En lo futbolístico, el estilo Barça se define como una apuesta por el juego limpio y ofensivo, fluido y combinativo, donde priman la posesión sobre el patadón y la técnica sobre el músculo. El juego del Barça sería más de salón dieciochesco que de campo de batalla; eso queda para las clases inferiores, que se contentan con ganar sin jugar «bonito». Pero la exquisitez se vuelve tabernaria en la esfera mediática, donde el mismo barcelonista gourmet, indignado por un césped dos milímetros más alto, se permite bajezas contra su principal adversario, el Real Madrid

Confieso que tengo el placer culpable de asomarme a la prensa de Barcelona tras un éxito del Madrid y admito que el antimadridismo es un género fabuloso, con una larga tradición, y si usted aprende a disfrutarlo no se arrepentirá. Mi primera incursión en él fue un 16 de mayo de 2002. Oteaba la prensa en el VIPS de Fuencarral y me detuve en la portada del Sport: «Llega Van Gaal», un titular sorprendente cuando el Real Madrid había ganado la Copa de Europa la víspera gracias a un gol estelar de Zidane y a la actuación histórica de un jovencísimo Casillas

A nivel informativo, la prensa de Madrid es más ecuánime -los éxitos del Barcelona se celebran en portada- pero a nivel artístico no puede competir: hay pocos autores contemporáneos capaces de reflejar emociones tan humanas como la frustración, la envidia, la manía o el odio como lo hace un periodista culé. Durante los años dorados del tiki-taka, de Guardiola, del mejor Messi, de Xavi e Iniesta y el 2-6, el antimadridismo perdió su duende. Algunos llegamos a temer que nunca volvería, que, tras años de hegemonía mundial, el barcelonismo superaría sus turbaciones. ¡Cuánto nos equivocamos! Tras la reciente proclamación del Real Madrid como campeón de Liga y sus últimas machadas en la Champions, se ha demostrado que el partisanismo antimadridista está más vivo que nunca. Claro que existen madridistas cuya animadversión hacia el Barcelona es comparable, pero están muy lejos de ser representativos de la voz mediática del Real Madrid. Quizá eso también duela: el odio no correspondido es casi tan doloroso como el amor.

Observar el desagüe de las iras ajenas es, ya digo, un placer no exento de culpabilidad. Porque detrás de la ira se esconden los complejos, motor de tantas emociones tóxicas. Es inevitable trazar un paralelismo entre el antimadridismo y el antiespañolismo que ha promovido el nacionalismo catalán. Digo «inevitable» porque el F.C. Barcelona ha hecho frente común con el nacionalismo, contribuyendo a la articulación de un régimen emocional obligatorio.

Arcadi Espada señaló a Messi como agente esencial del procés por hacerles creer que todo era posible. Del mismo modo, la concentración de rabia hacia el Real Madrid trasciende la rivalidad futbolística. Es un mal síntoma y habría que tratarlo. Un buen comienzo sería que el barcelonismo exigiera que sus medios se comportaran con la misma finura estilística que reclaman a los jugadores.

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