Real Mercado
«El éxito del Real Madrid se basa en los pilares de la economía de mercado: iniciativa individual y meritocracia en un marco de competencia»
Mucho se ha escrito sobre las victorias del Real Madrid en la Champions League esta temporada. Dicen muchos expertos que el Madrid ha pasado a la final «jugando peor». Estos tecnócratas del fútbol querrían dar ganador al Manchester City «a los puntos». Creen que «mereció ganar» y que «fue claramente superior» al Madrid; y decían lo mismo en sus dos eliminatorias previas, con el PSG y el Chelsea.
Como bien señala mi colega J. Manuel Cabello, en el fondo imitan a aquellos políticos empeñados en enseñarle al ciudadano lo que debe y no debe consumir. Olvidan que los triunfos del Madrid representan la victoria del mercado sobre el «estado», de la libertad sobre la planificación, del individuo sobre el grupo.
Si le extraña esta afirmación, observe, de entrada, que esos tres clubes se han construido a base de subvenciones. En los últimos 10 años y de acuerdo con sus propias cuentas anuales, los propietarios de PSG, Chelsea y City les han inyectado un total de 1.953 millones de euros. El Madrid no ha necesitado inyección alguna, pues en esa década obtuvo un beneficio total de 265 millones. Mientras tanto, esos tres clubes acumulaban pérdidas conjuntas de 928 millones, y eso contando como ingresos los falsos patrocinios con entidades vinculadas a sus propios dueños.
Esas subvenciones les han permitido fichar grandes jugadores de calidad, encareciendo las nóminas de sus competidores y acercando a la quiebra a algunos de ellos. En esos 10 años, según Transfermkt, el Madrid invirtió 146 millones netos en traspasos, frente a los 757 millones que dedicó en promedio cada uno de sus tres rivales. Antes de que sus equipos salten al campo, estos clubes practican un dopaje financiero que corrompe y desequilibra las competiciones.
Cierto que tanto el City como el Madrid son organizaciones. Pero el Madrid es más fruto del mercado, por su origen y porque, relativamente, su funcionamiento se asemeja más al mercado. Desde luego, mucho más que a una organización doblemente estatista como es el City. Éste no sólo es el más dopado, pues acumula un 41,2 % de las subvenciones percibidas por los tres rivales derrotados y es el que más ha gastado en fichajes (987 millones, el 43,4 % del total gastado por los tres). Además, juega siguiendo un plan diseñado al detalle por su entrenador, plan que sus jugadores se limitan a ejecutar, con un método que en su disciplina sublima los modos y maneras de los mejores equipos de la antigua Unión Soviética.
Hay más espectáculo y, por ende, más valor en un solo minuto del Madrid que en tres horas del fútbol que planifica Guardiola cuando hace honor a su apellido.
Por el contrario, sobre todo en ataque, el Madrid se limita a proporcionar a sus jugadores el marco, la situación en que puedan ser creativos y desarrollar su potencial, su personalidad y su talento. La clave de sus últimos éxitos no reside en tener los mejores jugadores sino en hacerlos mejores. El valor de mercado de la plantilla del Madrid es de 756,5 millones, un 19,6% inferior al promedio de la de sus tres últimos rivales, que ronda los 905 millones. Lógico que su juego sea menos monótono, más impredecible y espectacular. Lógico también que, al final, sea más eficaz en lo deportivo y, sobre todo, más rentable en lo económico. Hay más espectáculo y, por ende, más valor en un solo minuto del Madrid que en tres horas del fútbol que planifica Guardiola cuando hace honor a su apellido.
La competencia moviliza al Madrid en dos planos. Externamente, se beneficia de participar en una liga ultracompetitiva, donde lucha con mejores equipos que, por ejemplo, el Bayern de Múnich, quien, tras ser apeado de la Champions por un Villarreal que iba el séptimo en nuestra Liga, se proclamaba campeón de la Bundesliga por décima vez consecutiva.
Pero el Madrid no sólo compite con mejores equipos, sino que sufre el doble hándicap de que donde más dan por supuestos sus triunfos internacionales sea en Madrid y de que donde menos se perdonen sea en el resto de España. Esto asegura su competitividad exterior, pues todos los rivales se esfuerzan más, lo que genera un bucle de competitividad y virtuosismo, al que los muy forofos pueden incluso añadir sus prejuicios sobre la aplicación de las reglas de juego.
Es mérito de Ancelotti, pues ha interpretado a la perfección el papel institucional que cumple representar al estado respecto al mercado: el de proteger la competencia asegurando la meritocracia
Al lado de la tradicional competencia externa, la competencia interna al propio equipo ha sido este año el factor diferencial, para bien; como lo fue a menudo en el pasado para mal. Es mérito de Ancelotti, pues ha interpretado a la perfección el papel institucional que cumple representar al estado respecto al mercado: el de proteger la competencia asegurando la meritocracia. Su decisión de sustituir en el partido del miércoles a toda su línea central lo dice todo a este respecto.
Pero no es ese el único gran mérito de Ancelotti. Es revelador que, tras haber sido sustituido, uno de esos tres centrocampistas titulares le propusiera un cambio adicional, en vez de quedarse rumiando su suplencia. Esta anécdota sugiere que ha sido capaz de superar el fallo principal en toda organización: el de que, pese a tener la información necesaria para resolver los problemas, esa información no se use, porque quien decide no sabe y quien sabe carece de autoridad para decidir.
Como demostró Hayek hace muchos años, en el mercado no se plantea este problema, pues los decisores siempre tienen interés en descubrir y aplicar la información sobre cómo usar bien sus recursos. En el fondo, el éxito de las organizaciones depende de que sean capaces de replicar esa eficacia del mercado, uniendo decisión e información y aprovechando al máximo el conocimiento disperso entre sus miembros. Por ese motivo, el pasado miércoles, hasta Hayek se hubiera hecho madridista.
Las perspectivas del Madrid para la final de París el 28 de mayo son halagüeñas. El Liverpool está en manos de otro planificador obsesivo que también preferiría que sus futbolistas fueran robots y no hombres. Más importante, la moral de los jugadores del Madrid está en máximos, y eso les permitirá superarse. No obstante, les vendría bien una vacuna contra el virus de creerse superiores. No lo son. Sólo se hacen superiores cuando ejercen una concentración y un esfuerzo que están reñidos con la complacencia. Les conviene perder su partido de hoy con el Atlético. El mejor «pasillo» que éste les puede regalar es ganarles por goleada, como hizo el Barça a los 11 días de que el Madrid se inflara con su memorable victoria sobre el PSG. Como bien sabían los romanos, al triunfador conviene recordarle su naturaleza mortal.
Las remontadas del Madrid este año también ofrecen una lección para España. Tras tantos años de derrotas, encajando tantos goles, muchos en propia meta, algunos de ellos adrede, también España necesita remontar. El Madrid nos demuestra que es posible, y nos enseña cómo hacerlo. Confiemos en el mercado, que es tanto como confiar en el individuo: démosle más libertad. En vez de condicionar los resultados, preocupémonos de que las reglas de juego sean estables y meritocráticas. El éxito, individual y colectivo, está garantizado.