Narcicismo, asombro y depresión
«Hace siglos que la idea del yo domina el mundo; ya es hora de tomar otro camino», dice Houellebecq, y acierta: puede que ese sea el mejor antídoto contra la depresión.
Estoy casi seguro de que fue Houellebecq el que dijo que la depresión tiene mucho de narcisismo. Lo leí hace mucho, probablemente en Intervenciones —el compendio que Anagrama hizo de sus artículos, ensayos y entrevistas—, y lo he entendido hace bien poco. Lo que Houellebecq quería decir es que uno tiende a deprimirse cuando pasa demasiado tiempo observándose a sí mismo; cuando en lugar de hacia fuera dirige su mirada hacia dentro; cuando, en fin, se erige en medida de todas las cosas.
Quizá por eso la depresión sea la enfermedad de nuestro tiempo. El hombre contemporáneo —y en esto se diferencia de los hombres que le precedieron—, suele dedicar mucho más tiempo a mirarse a sí mismo, a revolver en sus traumas y sus miserias, que a observar el mundo o al prójimo. A él, que lo han acostumbrado a la sordidez, que lo han recluido en edificios de hormigón, la belleza del mundo le resulta ajena. A él, que le han presentado al prójimo como una amenaza, como el límite de su libertad —acaba donde empieza la del otro—, le da la sensación de que le basta consigo mismo. Por eso busca dentro y no fuera. Por eso se deprime.
Con todo, no creo que ese modo de vivir sea fruto de una elección; diría que es más bien consecuencia del individualismo que ha moldeado nuestras personalidades y vertebrado nuestra realidad. Eso es lo que ha provocado que se quiebre la comunidad y que, como dije aquí hace algún tiempo, nos rebelemos ante las injusticias propias y transijamos con las ajenas. «Hace siglos que la idea del yo domina el mundo; ya es hora de tomar otro camino», dice Houellebecq, y acierta: puede que ese sea el mejor antídoto contra la depresión. Porque yo no me imagino un campesino feudal deprimido, y mucho menos un psicólogo en el siglo XII.
Una vez más, todo reside en recuperar lo que nos es propio: la comunidad, por un lado, y la capacidad de asombro, por otro. Porque es cierto que la realidad nos resulta a veces sombría, turbulenta, pero si uno se para a pensarlo descubrirá que es fundamentalmente luminosa; que aunque el doctor Sánchez siga gobernando y aunque la gasolina esté a más de dos euros todavía existe gente que se enamora, niños que nacen y atardeceres que le cortan a uno la respiración.