Esperando sentado al próximo incendio
«El problema de los incendios está relacionado con el abandono del medio rural y la sobreprotección de la masa forestal»
Desde que tengo uso de razón cada verano asisto a algunos incendios catastróficos, a veces muy difíciles de controlar y que en ocasiones incluso se cobran las vidas de algunos bomberos. Cuando esto sucede hay mucho llanto y crujir de dientes, y luego el tema se olvida, hasta la próxima catástrofe.
Sabemos que incendios como los que se desatan en España cada verano suceden también en Portugal, en Grecia, en California, en tantos lugares expuestos a altas temperaturas estivales, que a menudo se ven sorprendidos por la virulencia y la velocidad con la que avanza el fuego. Pero nuestro país, con tanta experiencia acumulada a lo largo de estas décadas, de manera que sus cuerpos de bomberos están entre los más respetados de Europa, ¿no puede ser más eficaz contra esta lacra? ¿No estaremos haciendo algo mal? Es lo que piensan los expertos a los que he consultado.
Veamos, antes de exponer sus opiniones, algún aspecto del último caso, el incendio de Zamora. Desde 1987, o sea desde hace treinta y cinco años, el PP gobierna la comunidad de Castilla y León ininterrumpidamente, así que en cuanto atañe a la política de protección del patrimonio natural alguna idea debería tener sobre lo sucedido en la Sierra de la Culebra. Cuando se pierden así docenas de miles de hectáreas algo tiene que decir el gobierno autónomo, algo más que echarle la culpa a un rayo, como hizo el presidente, el señor Alfonso Fernández Mañueco. Nada tiene de extraño que los perjudicados le increparan cuando pasaba por los pueblos con su séquito de relucientes coches negros para constatar la magnitud de la tragedia.
Zamora es la provincia con mayor pérdida de población de toda España. La que menos ha crecido en estas décadas de democracia. Si algo tiene, ya que no una situación ventajosa en las rutas de comunicación entre regiones ricas o productivas, ni tampoco una industria floreciente, es su patrimonio de Naturaleza, que es espectacular, pero que este año incluso antes de que empiece el mes de julio ya ha empezado a arder, ruinosamente.
Nos referimos a Zamora porque es el último caso, pero es evidente que algo que no funciona desde hace tantos años en toda España debe ser repensado, corregido y afrontado con una nueva política de Estado. En esto coinciden José Lascurain, CEO de SGM, una empresa dedicada a la gestión científica de los servicios ecosistémicos, y María Álvarez el Vayo, especialista en incendios de la Fundación Civio, que se dedica al análisis de datos, el periodismo y el estudio de la actuación de los poderes públicos.
«Es evidente que algo que no funciona desde hace tantos años en toda España debe ser repensado, corregido y afrontado con una nueva política de Estado»
Creo –la verdad es que no lo sé a ciencia cierta- que uno de estos agentes es más «liberal»y el otro más «progresista»; pero da igual cuál es cuál porque coinciden en el diagnóstico: el problema, o parte del problema de los incendios está relacionado con el abandono del medio rural y la sobreprotección, o la protección mal entendida, de la masa forestal.
Lascurain: «El gran problema de gestión del ecosistema y de la cartografía de los hábitats de interés comunitario es que no la llevan los técnicos sino los políticos, que es como si la medicina la gestionase la Iglesia«. No hay que pensar que por culpa de los incendios España se desertiza, porque sucede lo contrario: «Lo que vemos ahora en cuanto a paleta de especies es algo que nunca había existido antes. Nunca había habido tanta extensión de bosque. Pero el demonio está en los detalles: el bosque que ha nacido por abandono de la actividad económica está expuesto. Nunca nadie ha analizado que si por un lado Europa es más ecológica que nunca es por el abandono de los campos de cultivo, y entonces presumimos de que tenemos más espacio protegido que nadie, casi un tercio del territorio, lo que además es una falacia publicitaria.
La respuesta que damos al problema, sostiene Lascurain, es de carácter moral, y sin política común. «Legislamos y moralizamos. La espiritualidad ecologista, para la que es un sacrilegio cortar un árbol, es un obstáculo muy grande: en realidad tenemos bosques que crean más CO2 del que absorben, porque la materia muerta se va degradando y, como están medio secos, hacen muy poca fotosíntesis. Y esto pasa en muchísimos sitios del planeta… Con el prejuicio cultural de que hay que separar la naturaleza de la actividad económica, prácticamente es imposible cualquier actividad humana en los bosques y eso trae gravísimas consecuencias. Luego están las realidades físicas: ves un bosque y por la ramas puedes calcular las toneladas de combustible. A partir de 10 toneladas por hectárea, se produce una posibilidad en que en un incendio ya no puedan ni trabajar los bomberos: las dimensiones del riesgo físicos son inaceptables».
María Álvarez del Vayo coincide con este análisis: «El éxodo rural a las ciudades hace que haya un montón de bosque nuevo sin gestionar, debido a la falta de una reforma agraria y a que ya no sabemos qué hacer con este campo que a falta de cualquier gestión se va a convertir en bosque. El cambio climático, desde luego, viene a añadir complejidad al problema».
Álvarez del Vayo estudió el incendio de la Sierra de la Paramera (Ávila) del verano pasado, en la que ardieron 22.000 hectáreas: «Desde hace años hay una sobreprotección de los bosques, para aislarlos de toda actividad humana. Se prohíben las agriculturas, la creación de infraestructuras, la apertura de caminos… ; en la sierra de la Paramera la mitad del espacio estaba adscrito a la Red Natura 2000 (una red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad), y lo que me comentaban los lugareños era esto. Cuando llegan los incendios nos acordamos de esas infraestructuras».
En fin, tenemos aquí un caso de candente actualidad –perdón por el calembour-. Hemos querido apuntar en estos párrafos la opinión de dos expertos como invitación a que aporten sus ideas otras personas con conocimientos técnicos del problema e ideas para encararlo. Conviene poner manos a la obra, se anuncia un verano muy caluroso, ardiente.