Agresividad fiscal inaguantable
Está claro que Sánchez ha decidido seguir aprovechándose de la inflación para exprimir aún más a los paganos del IRPF.
Ya no hay duda, la receta básica de Pedro Sánchez ante la grave crisis económica actual consiste en aumentar más y más la agresividad fiscal que padecemos hasta hacerla imposible de aguantar. Es así, en el debate sobre el estado de la nación no tuvo a bien referirse siquiera a la necesaria deflactación de la tarifa del IRPF ni a la actualización según la variación del IPC de aquellos parámetros del impuesto fijados monetariamente (ingreso mínimo vital, deducción ppr hijos, por ascendientes …). Está claro que Sánchez ha decidido seguir aprovechándose de la inflación para exprimir aún más a los paganos del IRPF. Un ejemplo concreto: a un contribuyente que tenga como ingreso exclusivamente el salario medio español (26.832 €), la jugada de Sánchez le cuesta pagar 500 € más en su declaración de IRPF. No está mal ¿Eh presidente?
Esta rapiña fiscal basada en la inflación se observa también en el IVA, cuya recaudación en los cinco primeros meses del año ha aumentado en 6.000 millones de euros, al pasar de ser 31.000 en 2.021 a ser 37.000 en 2.022. Pues bien, si tenemos en cuenta que los precios, y por tanto las bases imponibles del impuesto, han aumentado un 10,2%, resulta que la mitad del aumento habido en el actual año en la recaudación del IVA (3.000 millones de euros) responde exclusivamente a la inflación, por mucho que Sánchez atribuyera todo al crecimiento económico. Es evidente que no es así ¿verdad presidente?
La conducta fiscal de Pedro Sánchez resulta poco edificante, poco ética y, desde luego, en nada ayuda a fortalecer la legitimidad de ejercicio de la Hacienda española. Pero sucede que, además de constatar que, como feroz perro de presa, Sánchez no está dispuesto a soltar la pieza que le está llenando la caja del Fisco, nos ha anunciado que quiere aumentar su bocado. Para hacerlo, se dispone a instaurar dos nuevos impuestos que tendrían como objeto imponible los beneficios extraordinarios obtenidos y por obtener de las empresas energéticas y bancarias.
Más allá de los múltiples interrogantes técnicos y jurídicos que plantean los nuevos tributos proyectados -más que probablemente, serán fuente de futuros litigios judiciales- lo que resulta innegable es que las sociedades gravadas intentarán en la medida en que les sea posible trasladar hacia adelante -vía precios- el coste tributario que se les impone, de manera que en última instancia, seremos el conjunto de los españoles los que, en tanto que consumidores finales, soportemos la carga fiscal del nuevo invento de Sánchez que, por cierto, tendrá inevitables efectos inflacionistas. ¡Tampoco está mal presidente!
Es inevitable interrogarse por la motivación real que ha llevado a Pedro Sánchez a decidir la aplicación de los impuestos que proyecta aplicar. Una posible explicación consiste en que se trate de un error -otro más- de su equipo económico pues tanto N. Calviño como M. J. Montero acumulan ya unos cuantos. Por el contrario, y según no pocos analistas, se trata de un giro a la izquierda para robarle el terreno a Yolanda Díaz. Si así fuera, se trataría de una actuación execrable, pues execrable sería exprimirnos fiscalmente aún más con el único deseo de ganar una batalla a una rival política. Prefiero quedarme con la hipótesis según la cual Sánchez ha vuelto a equivocarse.