THE OBJECTIVE
Fernando Cocho

El silencio de la inteligencia colectiva

Cuando los que callan durante décadas comienzan a hablar es que tal y como eran las cosas ya no volverán a ser. Nadie escucha a la Inteligencia Colectiva.

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El silencio de la inteligencia colectiva

Siempre me enseñaron que hay cosas y gentes que nunca en público se manifiestan, sea por que tienen otra visión y datos que les hacen comprender lo que a otros se nos escapa, sea por que la reserva de su conocimiento pertenece a esa Inteligencia que se llama Colectiva, que articula y embrida en silencio los hilos de un país, de la sociedad, y del cumplimiento efectivo de todo aquello que se crea en la sombra del sistema, para darnos esa paz y prosperidad estructural que hace que podamos vivir tranquilos, e intentar progresar en nuestro “micro entorno” personal.

Pero cuando esas gentes empiezan a sentir, aunque en su caso es “saber” con conocimiento de causa, que las cosas no se embridan y que los gestores de la cosa pública están, no a por uvas, si no a su propio medro… entonces es cuando empiezo a preocuparme de verdad.

En inicio no debo preocuparme, pues estoy dentro de la ley, uso “las armas” que la constitución me permite, y munición, presas, entuertos, lejos de disminuir están en crecimiento casi geométrico. Pero ya he recibido varios avisos porque ahora la palabra parece ser “el enemigo a batir”, cambiando discursos, creando narrativas… en definitiva una censura donde “otros” dicen lo censurable y lo permitido.

Tal y como se están poniendo las cosas debo pasar de “Francotirador de palabra” a empezar el acopio de 12/70, 22LR, 38 spl, 303 y todo calibre que la restrictiva ordenanza de tenencia me permita adquirir, por que al parecer la amnesia de tiempos pasados nos hacen estar reproduciendo los mismos fatídicos pasos de la década de los treinta del infame siglo XX.

Siempre estoy atento a las noticias sobre los cambios administrativos o “señales” que permitan intuir el advenimiento de sucesos dignos de historia, y veo que ahora nos empieza a tocar no ser narradores, sino figuras en primera persona que se encuentran encerrados en una eterna pesadilla. Suena a risa cuando declaro que leo cosas tan edificantes como los “diarios de sesiones” donde sus señorías aforadas cambian nuestra vida a golpe de interés propio o dictamen de puro “lobby”, pero más risa causa en quien me oye decir que temor me da ver como en el BOE se refleja cada día una decadencia a golpe de decreto al que nadie parece darse por aludido o afectado… miedo me da el atrevimiento con el que se legisla por “fulanos y menganos” que dictan leyes más contra las otras bancadas que para gestionar lo público; pánico me da la molicie mental en la que estamos sumidos, aunque el número de los llamados “indignados”, crece sin parar.

Y crece no contra nada en concreto, sino contra “el otro”, el que piensa diferente, el que está en la otra rivera del Río, que hace acopio de piedras como se hacia por los chiquillos en las lindes de los pueblos para defender un no sé qué identitario.

Esa gente que contra todo pronóstico siempre guarda distancia y silencio sobre lo que ocurre, empieza a tomar partido, a manifestar o filtrar, e incluso declarar por vías interpuestas, su desagrado con lo reinante. En ningún caso se habla de involución, insumisión o “movimientos contra el orden establecido”; se habla de hartazgo, de incomprensión de las líneas estratégicas, de falta de norte que no sea el enriquecimiento personal o estatutario hasta que “el perro reviente” (como se decía en el salvajismo de las batidas del siglo XIX).

Cuando no hay nadie al aparato, nadie sabe realmente qué está por venir, que es la idea de futuro que se tiene de las instituciones, y ni siquiera se ve un orden sucesorio de inercias en los pilares del Estado… entonces sí he de decir que tengo miedo. El miedo sordo que avisa siempre de un choque irremediable por la tozudez de los maquinistas, que ni siquiera gobiernan el tren en presencia… para eso están los “siervos” del partido o de los “paniaguados” de la subvención o el soborno.

Me consta que el color da igual y que todo lo anterior es aplicable desde hace unos veinte años a cualquier proyecto social o político. Mismo perro, con collares mejores cada día.

Ya me queda sólo “esperar que escampe el temporal” y salir a ver de entre las ruinas que podemos restaurar. Será entonces hora del deslome y esfuerzo de los “jornaleros”, por que el francotirador ya no tendrá sentido. Todos vivirán en una vorágine de fuego cruzado, sin reglas, sin tregua y sin honor. Siendo la única máxima triunfar y ver perecer al otro.

Cuando la inteligencia colectiva empieza a comportarse como todos los demás, significa que un cambio de régimen está larvado; pero nadie queda que bosqueje las fronteras de este, ni por propuesta reformista, ni por “dialéctica negativa”.

No se si ha llegado el momento o podemos aguantar un poco más esperando una señal “salvífica”, pero sea como fuere, veo que estamos perdiendo rápidamente las capacidades de mantener una posición con guardia alta y apta para el combate. Por que cuando la “inteligencia colectiva”, cuando los guardianes del derecho y de mantener la calma para dar respuestas, se cansan, entonces empieza la descomposición de un sistema y seremos carne de mercadeo en los Zocos de las banderías. Pujarán no por nosotros como país, si no como zona a “colonizar”.

La última línea de defensa se resquebraja porque nadie la escucha desde hace tiempo, no se la nutre y se la apoya. Prefieren poner sus cabezas como premio de consolación ante cualquier torcedura. No se quedarán quietos, pero tampoco pensemos que podrán solos.

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