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Simplificación y vacío: una relectura de la estrategia populista de Pedro Sánchez

«Ojo con los relatos conspiranoicos, por muy burdos que parezcan a los ‘muy cafeteros’, pueden ser mucho más eficaces de lo que nunca podríamos llegar a creer»

Opinión

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Alberto Ortega (Europa Press)

  • Fundador y Director General de la compañía de consultoría estratégica Redlines.
    Ha dirigido campañas electorales tanto en España como en diversos países de América latina, y es analista político habitual en diversos medios de comunicación.
    Es autor de los libros : «Guía práctica para abrir Gobiernos» (Goberna, 2015), «Otro Gobierno» (Algón Editores 2012), y «Open Government – Gobierno Abierto» (Algón Editores, 2010).
    Le encantan los platos de cuchara, sufre con cada partido del Athletic de Bilbao y no se pierde un concierto de Los Planetas.

«La relativa simplicidad y el vacío ideológico del populismo, que en la mayoría de los casos es el preludio a su rechazo elitista, debería abordarse en términos de qué es lo que intentan performar esos procesos de simplificación y vacío, es decir, la racionalidad que expresan»- Ernesto Laclau.

Si por casualidad su ajetreada vida social les lleva a ser invitados a cenar una noche cualquiera a casa de algún líder o lideresa de la primera hornada de Podemos o de alguno de sus primeros intelectuales orgánicos -no sé de qué se extrañan, a mí me ha pasado mucho-, seguramente descubrirán que, como ya sucedía desde tiempos inmemoriales a los creyentes de otras religiones milenaristas,  en la cabecera de su cama siempre -¡siempre!- hay un libro al que acudir en tiempos de zozobra ideológica o de derrota electoral.

Lo que sucede es que, mientras que en el caso de esos creyentes incontenibles las obras que adornan sus mesillas de noche son narraciones míticas realizadas por pastores de cabras analfabetos que vivían en en algún desierto de oriente próximo hace 2.000 años, en el caso de estos jóvenes revolucionarios de origen burgués, el libro de cabecera será sin duda alguno de los escritos por el filósofo, teórico político, escritor y además argentino Ernesto Laclau.

Laclau, sin duda uno de los pensadores más importantes de nuestro tiempo, realiza en su obra una deconstrucción sistemática del marxismo cuestionando todos sus paradigmas y categorías a través de una relectura de sus planteamientos en la que tienen mucho que ver tanto el psicoanálisis lacaniano como los postulados posmos de Foucault o Derrida. Pero además, plantea una nueva estrategia revolucionaria, el populismo, una forma de «construir pueblo» que para él no es un movimiento político adscrito necesariamente a una ideología concreta, sino más bien una nueva dimensión del relato político que puede estar presente en movimientos de signo ideológico muy distinto, pero que necesariamente ha de contener dos características esenciales: simplificación y vacío, las mismas que según él caracterizan a la sociedad actual, una realidad a la que el populismo tiene que seguir como la sombra sigue al cuerpo.

Simplificación y vacío. ¿Les suenan?

Pues claro que les tienen que sonar, porque son la clave de bóveda de los sucesivos y no necesariamente coherentes relatos con los que Pedro Sánchez ha ido superando pantallas del videojuego que comenzó a jugar en el año 2014 y que le ha llevado a la Moncloa. Una narrativa en la que ha alcanzado tal maestría que no necesita ni siquiera ensayar, la juega como lo hacía la selección holandesa de los años setenta del pasado siglo liderada por Johan Cruyff, de memoria y con los ojos cerrados.

Una estrategia llevada al virtuosismo en la previa al Debate sobre el estado de la Nación de la semana pasada, en la que sin encomendarse a deidad conocida alguna y en diversos medios de comunicación de masas, el presidente del Gobierno que acababa de ejercer de anfitrión de la cumbre de la OTAN acompañado por, entre otros, el presidente de los Estados Unidos, anunciaba a bombo y platillo que su persona estaba siendo objeto de un ataque orquestado por unos oscuros e indefinidos poderes fácticos groseramente descritos como «señores con puro» (simplificación) con el fin de que no pudiera llevar a cabo una nunca explicitada y siempre cambiante misión liberadora de las clases medias y trabajadoras (vacío).

Un relato victimista y conspiranoico más propio de Steve Bannon que de un político socialdemócrata y que no resiste una mirada crítica pero que en las actuales circunstancias puede cumplir con su objetivo último, el rearme moral, aunque sea transitorio, de sus deprimidas huestes.

Y ojo con los relatos conspiranoicos, por muy burdos que parezcan a los «muy cafeteros», si son capaces de conectar con alguno de los sesgos cognitivos que guardamos bajo llave en nuestro escasamente racional cerebro, pueden ser mucho más eficaces de lo que nunca podríamos llegar a creer.

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4 comentarios
  1. Oropesano

    Sr, Calderón usted conoce muy bien al personaje, pero tambien le conocemos ya los electores y este ya no engaña a nadie, la derrota será escandalosa y veremos como acaba, su ego no le permite ver la magnitud del golpe

  2. Oropesano

    Sr, Calderón usted conoce muy bien al personaje, pero tambien le conocemos ya los electores y este ya no engaña a nadie, la derrota será escandalosa y veremos como acaba, su ego no le permite ver la magnitud del golpe

  3. ToniPino

    Las conspiraciones de verdad existen, pero todo relato conspiranoico se basa en la idea de un poder más o menos oculto que mueve los hilos en la sombra: Soros, Bildeberg, las élites globalistas, los viejos poderes fácticos, la casta, la masonería, los jesuitas, los Rockefeller, la Fundación Ford. Durante la pandemia esto ha funcionado a toda máquina, pero no ha llegado a la población en general, sino a personas predispuestas a la conspiranoia. No creo que sea suficiente conectar con un sesgo cognitivo para creer en una teoría conspiranoica.

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