Adriana Lastra y la banalización del feminismo
«En el PSOE, que hace bandera del feminismo, se dimite de un cargo orgánico por un embarazo»
En la universidad tenía una profesora que contaba que había visto una película de ciencia ficción en la que a unos extraterrestres, cuando presentían algún peligro, les salían unas antenas que les alertaban –danger, danger– y que eso era lo que a ella le pasaba cuando oía a un hombre decir que era feminista. Pues eso mismo me sucede a mí cuando un partido o un gobierno se declaran como tales.
La verdad es que no entiendo esa necesidad de repetir a todas horas la palabra feminismo, especialmente cuando los hechos les desmienten una y otra vez. El caso más reciente saltaba este mismo lunes, cuando se anunció la dimisión de Adriana Lastra como vicesecretaria general del PSOE por un embarazo de riesgo (desde aquí, Adriana, te deseo lo mejor y que el bebé nazca sano). En el PSOE, que hace bandera del «feminismo», se dimite de un cargo orgánico por un embarazo.
Cualquiera que sea la decisión de una mujer, agotar la baja por maternidad o reincorporarse a su puesto lo antes posible, me parece respetable, pero lo que no es de recibo es que se utilice un embarazo para ocultar lo que era un secreto a voces: la lucha interna de Lastra con el ‘número tres’ del partido, Santos Cerdán. Desde luego, la excusa no podría ser peor, porque ante un embarazo de riesgo se coge una baja, no se dimite. Muchos estudios señalan que la brecha salarial entre hombres y mujeres se produce en el tramo de edad en el que estas suelen tener hijos, por lo que el mensaje que envía Lastra es nefasto: si quieres ser madre, olvídate de tu carrera profesional.
Qué diferencia con la imagen icónica de Carme Chacón pasando revista a las tropas española en Afganistán con su preciosa tripa de siete meses. «Una embarazada no es una enferma. Seguro que es más duro ser cajera y estar todo el día de pie», dijo la entonces ministra. Ese es el feminismo que me representa y no el feminismo de palo del Gobierno. Bueno, ni este, ni el del Ayuntamiento de Barcelona ni el de la Generalitat de Cataluña.
«Es evidente que tener un Ministerio, una consejería y una regiduría dedicadas al feminismo y al colectivo LGTBI es bastante inútil»
Ahora mismo tenemos un Ministerio de Igualdad y, en Barcelona y otros muchos lugares, una consejería y hasta una regiduría de feminismos. ¿Han servido para mejorar la vida de las mujeres? Pues más allá de las de aquellas que ven engrosar su cuenta corriente a cargo del erario público, la verdad es que no. Los datos son bastante elocuentes: en los cinco primeros meses de este año, en Barcelona han crecido un 31% las violaciones con respecto al mismo periodo de 2019. En 2021, la provincia de Barcelona fue la que registró más violaciones de toda España ya que más de un 20% se produjeron allí. Lo mismo podríamos decir de los ataques homófobos, puesto que el tema LGTBI también está incluido en dichos organismos: Barcelona encabeza este tipo de ataques con un total de 189 agresiones homófobas en 2021 frente a las 104 de Madrid, pese a que la capital tiene 3,2 millones de habitantes y la ciudad condal, 1,6.
Es evidente que tener un Ministerio, una consejería y una regiduría dedicadas al feminismo y al colectivo LGTBI es bastante inútil. De hecho, ese dinero estaría mejor empleado si dedicara a ayudar a las víctimas de la violencia y a dotar de más medios a la justicia. Por eso resulta insultante que el Gobierno de la Generalitat repita como un mantra «transformación feminista», venga o no a cuento y signifique eso lo que signifique, que yo creo que es nada. Les pongo un ejemplo: la Consejería de Educación realizó unos vídeos para promocionar que este año se adelanta unos días el curso escolar y lo vendían como «transformación feminista». Y, mientras lo van repitiendo, no mueven un dedo con los casos de flagrante machismo dentro de sus partidos.
ERC tiene entre sus dirigentes y diputados a Lluís Salvador que dice que es muy difícil encontrar a mujeres para ocupar altos cargos y que puestos a escoger a consejeras, mejor seleccionar a la que tenga las tetas más gordas. Transformación feminista de la fina. Pero es hay más: según varios testigos, Francesc Dalmases -diputado y vicepresidente de JxC- agarró de la muñeca a una periodista de TV3, la encerró en una habitación y la abroncó a gritos por la entrevista que le habían realizado a Laura Borràs. También entraron esta y su equipo, pero cerraron el paso a una de las trabajadoras de la cadena que habla de auténtico pánico al sentir golpes, no sabe si contra la pared o los muebles.
Borràs estuvo presente y no hizo nada para defender a la mujer agredida ni se ha solidarizado con ella. De hecho, JxC defiende a Dalmases y dice que se trató de un simple intercambio de pareceres profesionales, pese a que este, ante el escándalo originado, ha pedido disculpas a quien se haya podido sentir ofendido. Y, pese a la gravedad del asunto, silencio de Tània Verge, la Consejera de Igualdad y Feminismos a la que tan generosamente le pagamos el sueldo por hacer vete a saber qué.
Y no es el único caso de un ataque de estas características de Dalmases a un periodista. Robert Calvo -defensor públicamente del colectivo LGTBI al cual pertenece- denunció en su perfil de Twitter haber sufrido un episodio similar. De nuevo, silencio institucional al respecto por mucho que se hayan pasado un mes con la banderita arcoíris. Porque de eso se trata: de lucir el violeta en marzo y el arcoíris en junio, de intentar sacar rédito político y de criminalizar al adversario sin destinar los recursos necesarios para analizar cuáles son las causas del aumento de las agresiones para realizar un buen diagnóstico y poder poner en marcha medidas que reviertan la situación. Medidas de verdad, no ministerios de la Señorita Pepis con acceso al Falcon y al coche oficial, pero ningún tipo de utilidad social.