THE OBJECTIVE
Carlos Granés

Los cantos de sirena del puritanismo

«Son importantes la exigencia y la tradición académica, la rigurosidad y la seriedad, sin duda, pero mucho más lo es descubrir»

Opinión
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Los cantos de sirena del puritanismo

Un grupo de alumnos en clase | David Zorrakino (Europa Press)

Los procesos educativos, con toda su importancia y trascendencia, no dejan de tener un elemento aleatorio y caprichoso. Un buen compañero de clase puede ser más determinante que todo un pensum. Algún profesor en estado de gracia que contagie una pasión, despierte la curiosidad o ejemplifique un modo de relacionarse con los libros y con el conocimiento, con las ideas y la realidad, puede ser mucho más decisivo que un cartón con el escudo de una universidad prestigiosa.

«La especialización y el activismo conspiran contra la idea del aprendizaje con apetito voraz y entusiasmo»

Son importantes la exigencia y la tradición académica, la rigurosidad y la seriedad, sin duda, pero mucho más lo es descubrir -¿y cómo se hace eso, cómo se enseña?- el placer enorme que entraña la comprensión del mundo, lo que significa ampliar los horizontes, los temas de conversación; ganar costas desconocidas y arrojar luz donde sólo había misterio, un eufemismo para la ignorancia. Pero, insisto, ¿cómo se hace eso, cómo se logra y más aún en el mundo contemporáneo donde dos exigencias o tentaciones académicas, la especialización y el activismo, conspiran contra la idea del aprendizaje con apetito voraz y entusiasmo: contra ese ideal añejo de ensanchar el espíritu porque sí, porque vale la pena comprender lo que han hechos las mentes más privilegiadas con las que hemos compartido planeta?

Ninguna de estas dos tentaciones o exigencias me parece, sobre el papel, negativa. Todo lo contrario. Leo con interés a hiperespecialistas en distintos campos y admiro a los activistas que se juegan el pellejo por alguna causa. El conocimiento avanza o convulsiona cuando los primeros traspasan las fronteras de su campo con hipótesis que desafían una tradición, y la moral pública pasa por tránsitos similares cuando los segundos revelan el rostro nefando de ciertas conductas naturalizadas, como el machismo o el maltrato animal. Aclarado esto, también he de decir que he visto a algunas de las mejores mentes de mi generación destruidas por la especialización y el activismo

«La especialización supone dejar a un lado, como irrelevante, como tema de otro experto, todo aquello que no encaje en los límites de un campo de conocimiento cada vez más delimitado»

La primera supone o demanda un sacrificio enorme: dejar a un lado, como irrelevante, como tema de otro experto, todo aquello que no encaje en los límites de un campo de conocimiento cada vez más delimitado. Supone dedicar la vida a señalar un punto en el mapa. En campos como las ciencias duras el empeño puede ser premiado con una explicación que amplíe la comprensión del mundo; en el de las humanidades, que no avanzan, que no necesariamente progresan, incita a rizar el rizo y a inventar teorías y conceptos, a problematizar cualquier cosa con el fin de parecer transgresor o groundbreaking, un término que excita mucho a los teóricos del campo. Queda prohibido abarcar, mezclar, contaminar las inquietudes y las fuentes para ver qué pasa. El ensayo, el más hermafrodita de los géneros, ya ni se contempla como un asunto académico.

Mucho más nefasto, sin embargo, es el activismo, sobre todo cuando se asumen sus demandas antes de tener un entendimiento cabal del mundo. Que hay muchas injusticias y taras por las que vale la pena actuar, no hay ninguna duda. El problema viene cuando se llega a la conclusión antes de haber estudiado el problema; cuando el activismo reemplaza la comprensión: hay un racismo estructural, vivimos en una sociedad heteropatriarcal, la dominación colonial oprime a los cuerpos subalternos… Todas esas sentencias taxativas eliminan los matices. El fresco terrible que pintan no deja más alternativa que la acción. ¿Para qué perder el tiempo en bibliotecas o seminarios si la única opción moralmente aceptable es combatir el mal? Todo lo que no sea asumir una causa es connivencia con la opresión. 

«Nada socava más la misión de la universidad que reducir el conocimiento a sentencias que reemplazan al racionamiento crítico e incuban el moralismo fanático»

El asunto se vuelve más dramático cuando la especialización se transforma en activismo y una pequeña parcela del conocimiento se convierte en un ariete contra los males de la sociedad. Entramos en el terreno del profe activista que usa sus conclusiones teóricas como justificación para purificar el mundo o, como mínimo, la universidad. Esa mezcla, la peor, la que está desnaturalizando la academia estadounidense, es la que debe evitarse a toda costa.

Nada socava más la misión de la universidad que reducir el conocimiento a sentencias que reemplazan al racionamiento crítico e incuban el moralismo fanático. El conocimiento se ideologiza y se convierte en el aglutinante de grupos sectarios, y el activismo deja de sacudir la moral pública para transformarse en cancelación y amenaza. Tal vez las universidades yanquis se liberen de estos vicios algún día. La española y la latinoamericana deberían amarrarse al poste para no sucumbir al canto de sirena. Si hemos de ser antiimperialistas en algún momento, que sea para rechazar el sectarismo y el puritanismo disfrazados de especialización y activismo.

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