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La solución definitiva para el conflicto catalán: no hacer nada

«La insistencia en 2022 de que el problema es político y su solución es estrictamente política implica un olvido intencionado de lo que ocurrió en 2017»

Opinión

Sánchez y Aragonés se reúnen en La Moncloa para retomar el diálogo | Europa Press

  • Periodista y miembro de la redacción de ‘Letras Libres’ y autor de ‘Mi padre alemán’ (Libros del Asteroide, 2023).

Sobre lo que quieren decir los políticos nacionalistas y sus compañeros de viaje cuando hablan de «desjudicializar el conflicto catalán» ya escribió muy acertadamente Juan Claudio de Ramón en su imprescindible Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña: Breviario de tópicos, recetas fallidas e ideas que no funcionan para resolver la crisis catalana (Deusto, 2018): «Judicializar la política significa […] vivir en un Estado de derecho. Y vivir en un Estado de derecho significa no vivir bajo el arbitrio de nadie. Pretender que la política es una actividad privilegiada, extramuros de la jurisdicción de la justicia, con venia para desplegarse al margen de las leyes, es tanto como liquidar el pluralismo político, que sólo puede darse bajo un marco legal común y vinculante para todos. No poder judicializar la política significa que la justicia está politizada y es de parte: queda destruida la confianza del ciudadano en su Estado, basada en la certeza de que éste tiene límites que no puede desconocer sin castigo». 

Lo peor no es el uso fraudulento de esa idea por parte de los independentistas; al fin y al cabo, su concepción de la política es plebiscitaria y populista. Cuando piden «desjudicializar» la cuestión, lo que reivindican es simplemente la impunidad, una especie de carta blanca para poder practicar todas las veces que quieran y sin consecuencias sus proyectos de construcción (con piezas de Lego) nacional. Lo realmente indignante es cómo partidos como el PSOE le compran la mercancía averiada. El Gobierno central ha firmado con el Govern un «acuerdo para superar la judicialización y reforzar las garantías». Superficialmente, parece una obra maestra de retórica vacía. En parte lo es. Está lleno de eufemismos y vaguedades («apuesta por el diálogo y la negociación como vía para la resolución del conflicto político y la profundización de la democracia»). Pero detrás de ellos hay concesiones retóricas importantes (que luego se traducen  siempre en concesiones reales), si bien no son nuevas. 

«Lo que el independentismo le está pidiendo al Gobierno, y éste le está prometiendo, es que hará todo lo posible para que una cincuentena de procesados por delitos conexos con el 1-O no se siente en el banquillo»

El acuerdo habla de «avanzar en el diálogo y la negociación superando y poniendo fin a la dinámica y los efectos de la judicialización». En esencia, lo que el independentismo le está pidiendo al Gobierno, y éste le está prometiendo, es que hará todo lo posible para que, como ha escrito José Antonio Zarzalejos, «una cincuentena de procesados por los juzgados de Barcelona por delitos conexos en la asonada del 1-O no se siente en el banquillo. [Aragonès] le exige a Sánchez que la Fiscalía retire y/o modere las acusaciones y que en caso de condena —que las habrá— vuelva a utilizar el derecho de gracia».

La insistencia en 2022 de que el conflicto catalán es político y su solución, por lo tanto, es estrictamente política implica un olvido intencionado de lo que ocurrió en 2017. En su libro, Juan Claudio de Ramón cita las palabras del federalista canadiense Stéphane Dion, que en una charla en Barcelona en 2010 alertó de los peligros de una estrategia de «contentamiento» con los nacionalistas. Me interesa especialmente el último punto de su intervención: «La estrategia del contentamiento corre el riesgo de liberar a los líderes secesionistas de la carga de la prueba en cuanto a la oportunidad y a la viabilidad de su proyecto, y de transferir toda esta carga a los defensores de la unidad nacional. Éstos tienen que asumir la responsabilidad de llevar a cabo las grandes reformas que solucionarán todos los problemas, así como la carga de la prueba. Se elude toda reflexión y toda discusión sobre el porqué y el cómo de la secesión. [Los líderes secesionistas] pueden contentarse al repetir: ‘puesto que los federalistas no han llevado a cabo la gran reforma, nos marchamos’». Cuando el Gobierno dice que hay que hacer política, que hay que hacer algo para solucionar el conflicto, y critica a quienes no hicieron nada en el pasado, está asumiendo el marco equivocado: que si no haces nada para resolver el conflicto, eres en cierto modo culpable de él. Los sucesivos gobiernos que intentan hacer «algo» siempre creen que la pelota está en su tejado; es algo que fomentan los independentistas y compañeros de viaje: te toca mover pieza, gobierno central. Pero el gobierno central no debería hacer absolutamente nada. Sueño con un líder político nacional que proponga no mover un dedo para resolver el conflicto catalán.

14 comentarios
  1. Magdalena65

    Cierto, un Gobierno central que no haga nada respecto al nacionalismo y que NO LES DÉ UN DURO

  2. Pepecola

    Cuando el piernas de Antonio quería justificar su actitud claudicante y colaboracionista con los nacionalistas catalibanes que lo tienen cogido por lo blando, siempre se comparaba con don Mariano, malo muy malo por ser del PP, que no solo no hacía nada de nada (hacia de esfinge), y encima les mandaba a los ‘piolines’ para que le diesen pal pelo a los carlistoseparatones. Mientras Su Persona se desvivía con los nacionalistas con regalos costosísimos dignos de sultanes y comprándoles la moto del relato. Las hojas de ruta completas al peso. Oír hablar a Bolaños de Cataluña y de los nacionalistas catalanes y catalanas como si fuesen el pueblo elegido, o unos cuñaos, da grima. Y ver a Iván Redondo haciéndole unas reverencias de dar la vuelta de campana a nuestro presidentin autonómico, y haciendo la croqueta si falta hiciera daba tremendo alipori. O sea, que en el arte por así decirlo de no hacer nada de nada hasta que ya los tenía encima con las fiambreras chinas a las que llamaban ‘urnas’, con el aliento del dragón en el cogote, el campeón era don Tancredo al que Sánchez defenestró por corrupción, dijo. Qué cosas.

    Lo único bueno es que necesariamente los compadres lazis de Antonio y los fans de la banda etarra han tenido que quitarse las caretas y mostrarse tan ultrafachones y tan putinistas como todos sabemos que son.

    Viendo la actitud prepotente y proboscídea del autócrata con los no nacionalistas constitucionalistas que vivimos en Cataluña, siempre me acuerdo de un chiste negro como siete tizones que creo que contaba el gran Gila, de un individuo del montón de cierta edad que sale de noche con su perrito, y en la esquina, a la luz de una farola, ve que le estan zurrando la badana a un hombre mayor, por no decir anciano, que hasta había renunciado a defenderse, dos individuos de aspecto patibulario que llevaban un brazalete amarillo bien visible de Odium Cultural. ¿Me meto…? ¿No me meto …? ¿Me meto..? dudaba el hombre, y al final lo vio claro, se metió y entre los tres le sacaron al pobre hombre una paliza que lo dejaron para el arrastre… Algo habría hecho, digo yo.

  3. Robespierro

    Muy acertado. Hay que desenmascarar esa hojarasca retórica bajo la que se trata de amparar el delito y justificar la impunidad de la delincuencia separatista

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