THE OBJECTIVE
Fernando Cocho

Cuando olvida el ingrato se asesina el futuro

Durante mucho tiempo la incertidumbre sólo se superaba con suerte. Vemos el éxito de lo que sale bien, no de lo que en el camino quedó

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Cuando olvida el ingrato se asesina el futuro

Siempre creí, y conmigo al menos una generación si no dos, que el éxito devenía de la constancia, la honestidad, el cumplimiento de las reglas, y sobre todo de las normas consuetudinarias, que con ejemplo y un poco de “zapatilla” teníamos en la retina una vida vicaria soñando con mejorar lo recibido.

Mantengo que a la “prole” hay que darle riadas de amor y comprensión, buenas palabras, y un poco de disciplina; y que la ecuación de esfuerzo, más constancia, multiplicado por actitud, daría sociedades mejores. Craso y sangriento error.

Hoy caminas por las mismas calles de hace medio siglo, calles en las que se cruzan las diferencias cada vez más notables entre los que ascienden entre risas, como humo de eterna felicidad y beldad estética (mas no sabemos por cuánto tiempo), viviendo un Carpe Diem; y también nos cruzamos entreverados con signos de una reciente decadencia, o pujantes ilusionados con abrirse un camino en el que vislumbrarán pronto su techo de cristal, y los que ya rozan el lumpen y la subsistencia propia de “terceros mundos” en las fronteras y grietas del mal llamado “primer mundo”.

Juraron nuestros padres no cometer de nuevo la estúpida ignominia de fijarse en lo que separa y no fijarse en lo que une; gritaron que jamás volveríamos a “luchar entre hermanos”, por cosas que ningún Dios, mono o politeísta dictó en sus “revelaciones”, y escribieron en la educación de sus hijos, que enfrentaríamos las desavenencias con diálogo hasta la extenuación. Reconocieron todos la mentira de la frase que a tanto consultor “hizo rico” a costa de incautos: el infausto “Win-Win” (ganar todos).

Ellos, con la clarividencia del tiempo y las cicatrices de la historia, reconocieron el “Lost-lost” (¿a qué renuncias tú y a qué yo?) y que todos “debemos ceder en algo en una tarea colectiva”, que siempre hay tiempo para la reconciliación. Por eso son los nietos que ni sabemos ni vivimos un 36, ni nos deslomamos en los 60; somos los que olvidamos sus instrucciones y reventamos el sistema con nuestro “egoísmo social”.  Ellos accedieron a no envenenar su estirpe, por que no importaba que “España ganara” con tal de que ganara “una España”; sus nietos enarbolan banderas sacadas de libros y de relatos “sesgados”, cosas que ni vivieron, ni sus padres les contaron para mirar hacia adelante.

Como buenos bastardos, aquellos que portan sangre, pero también un oscuro e incomprensible resentimiento, nosotros hemos quebrado como rabiosos niños malcriados las normas recibidas, la paz sellada, y hemos olvidado los límites de lo “inmoral”.

De los bisnietos, nuestros hijos, mejor no hablamos porque son el puro reflejo de nuestra hipocresía y del olvido de nuestras obligaciones. Nos quejamos de ellos porque nos demuestran con el descaro de la juventud las consecuencias de nuestra cópula contra natura ética.

¡¡Vamos a practicar el tiro!!

Hemos olvidado durante más de cuarenta años a los que quebrantaron la vida de muchos bajo la supuesta “defensa” de algunos. Ahora, pasado un “sacrílego bautizo” se sientan en la mesa y eligen los platos que los demás deben tragar.

Aguantamos pléyade de “revolucionarios” de panfleto y lectura apolillada, que ni siquiera se atreven a reconocer sus raíces privilegiadas. Muchos como en catarsis bíblica se prueban a la sazón “camisas azules, pardas, o tricolor” apolilladas, leyendo cartas sacadas de contexto. Odian o aman lo que ni conocen, ni viven… pero opinan y “dictan sentencia”.

Abrimos historias cerradas en carreteras y muros, pero no aprendemos de cómo cerraron heridas en otros lares. Hacemos una pésima gestión de algo honorable y digno para sanar memoria, convirtiéndolo en arma arrojadiza para contar votos; se podría dar paz y justicia sin culpar a los nietos que ni siquiera saben de qué se habla. Pero es más rentable el conflicto. Pero para eso hace falta saber, querer y sobre todo no buscar “rédito” a corto plazo.

Hablamos de cercenar corrupción y prebendas, propias del peor repugnante caciquismo de siglos. Pero lo hacemos con revanchismo, cambiando fichas por subvenciones, o justificando con un “ahora toca a los nuestros”. Como si hubiera un “nosotros” o un “ellos” desde hace décadas. Los hijos y nietos de los unos en poco estarán en las antípodas, cuando los necios “corre turnos” que nos gobiernan den la enésima vuelta a la tortilla.

Criticamos el populismo de “verdes, azules, morados o carmesí”, pero les abonamos el terreno con leyes, actitudes y ejemplos que tienen de positivo lo que una “hiena” sabe de maternidad. Eso sí, las “escuelas de oratoria y pensamiento” están repletas de ingeniosos futuros “salva patrias y próceres”, que aprenden como nadie las reglas de la manipulación, la subversión y el engaño. Eso sí, hay que reconocer dos cosas: una, que son muy hábiles cada cierto tiempo en “clavárnosla” con palabras talismán como democracia y justicia; y dos, que han tomado la “medida” a una población adormecida y atemorizada. Listillos imitadores de la maldad y el corporativismo “del aparato de partido”, pero, al fin y al cabo, listillos imitadores, porque “para crear doctrina” les falta más de un hervor. No tenemos apenas “Think Tanks” de pensamiento estratégico, pero “fundaciones y sistemas de adoctrinamiento” … a decenas de miles. Miren si no a la web del Ministerio del Interior y pásmense. Me dan igual “tirios que troyanos”, cortados todos por el patrón de la oratoria de manual y del sectarismo.

Bueno, es cierto que sí tenemos “centros de pensamiento y estrategia”, sea económica, política, de seguridad, de sanidad… Pero ¿independientes y que no cobren o sirvan a intereses sectarios, o directamente financiados bajo intereses de otros países? Tras treinta años de profesión en estas lides, me temo que no más de los dedos de una mano.

Eso sí, somos tan íntegros y honorables, y tanto nos la “cogemos con papel de fumar” que hacemos leyes para beneficios de otros países, reconocemos y pedimos perdón por no sé qué “vilezas” de hace un “chorro” de siglos. No niego que las hubiera, pero como en Juan 8:1-7: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, y en la historia de la humanidad creo que desde Babilonia cada Imperio cometió más latrocinio que el anterior. Es lo que tiene ser “hijos de Caín”, quizá si Abel hubiese vivido… Injusticias manipulativas como las que ahora “adalides de la democracia” a golpe de cine y música de moda cometen por sus intereses “geoestratégicos”, metiendo cada cierto tiempo a otros en “guerras de mierda” para seguir siendo los salvadores de la patria. O los que hablan de igualdad de pueblos, dignidad internacional contra el opresor, pero que transforman lo que pillan en “paraísos distópicos” y frecuentemente, por el bien del pueblo, en gulags.

Parece que una vez más no sabemos las “reglas del gran juego” de la historia, de la economía y del poder. Estas reglas cambiarán cuando otra especie evolucione o nos “visiten” desde Alfa Centauro. Seguro que allí estarán nuestros “líderes” para recibir su merecido galardón por adoctrinar a a su gente. En toda invasión hay quien se pasa al enemigo para sobrevivir un poco más, en todo mundo hay “Kapos”.

No les voy a martirizar con una lista infinita de oprobios e injusticias flagrantes. Por hoy la munición se acaba, y tal y como están las nuevas normas de ciudadanía contra “los ataques al Gobierno” con la creación de ministerios de control de la verdad/información para evitar la desinformación… Sutil paradoja que causa risa allí donde lo leen, puede que pronto me quede “sin armas” en virtud de la ley, y sin “munición” por delito de acopio de datos.

Mientras, “ladran, luego cabalgamos amigo Sancho” , frase por cierto que no se encuentra en ningún lugar de “El Quijote”. Y que está en el poema de 1808 ‘Ladran’ (Kläffer), de Goethe: «Pero sus estridentes ladridos / sólo son señal de que cabalgamos».

Defendamos pues lo nuestro, aunando cultura donde aún no se pone el Sol. Rubén Darío tomó del poema de Goethe para acuñar una expresión que solía decir cuando era criticado debido al mestizaje de su origen: Si los perros ladran, Sancho, es señal que cabalgamos”.

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