THE OBJECTIVE
César Calderón

De cómo Einstein predijo la desaparición de Vox

Cuando un partido sin implantación territorial ni cuadros sólidos entra en crisis, cualquier error corre el riesgo de convertirse un verdadero tsunami

Opinión
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De cómo Einstein predijo la desaparición de Vox

Macarena Olona y Santiago Abascal. | EFE

En su teoría general de la relatividad, Albert Einstein afirmaba que la geometría del espacio-tiempo se ve afectada por la presencia de materia, de lo que resulta que el mencionado espacio-tiempo no será plano en presencia de dicha materia y que la curvatura del mismo será percibida como un campo gravitatorio. 

Y como la política no puede escapar de las leyes de la física por mucho que los prestidigitadores del relato y los trileros de las fake news lo intenten, la teoría enunciada por el genio de Ulm también puede aplicarse sin excesivos problemas al accidentado aterrizaje del  los partidos de la llamada «nueva política» sobre nuestro antaño estable sistema político, un evento producido por el impacto de la ingente masa de la crisis de 2008 sobre la curvatura de nuestro hasta entonces previsible campo gravitacional democrático y que tuvo como consecuencia la evidente aceleración del espacio-tiempo político que ahora sufrimos.

Una aceleración tan dramática que ha logrado que en poco más de tres años Vox haya pasado de ser una joven promesa a convertirse en una vieja gloria, algo muy similar a lo que ya sucedió antes tanto a Podemos como a Ciudadanos, todos ellos partidos que experimentaron crecimientos explosivos a lomos de diferentes crisis, seguidos inmediatamente por caídas más o menos dramáticas propiciadas tanto por su escasa pericia política como por la inexistente penetración de todos ellos en las raíces de nuestro sistema democrático: el mundo municipal y autonómico.

En poco más de tres años, Vox ha pasado de ser una joven promesa a convertirse en una vieja gloria

Ese fue el caso de Podemos, un partido que llegó a superar al PSOE en intención de voto en diversos sondeos de 2015, pero que tras la brutal sucesión de purgas internas, y sobre todo tras el escándalo del casoplón de Galapagar, comenzó una caída tan suave como constante que les ha llevado a que sus posibilidades reales en las próximas elecciones estén situadas en un magro 10% del voto.

También ese fue el caso de Ciudadanos, un partido que eclosionó por la crisis territorial de Cataluña y que tras ganar sorprendentemente las elecciones en esta comunidad autónoma, perdió toda su credibilidad al tratar de realizar un sorpasso prematuro y enloquecido sobre el Partido Popular, algo que sumado a su incapacidad para construir un pacto de estado con el PSOE, a la candidez de sus pactos electorales con el PP tras las pasadas elecciones autonómicas y municipales y al estúpido movimiento de las mociones de censura contra su socio de aquella aventura les ha llevado a las puertas de la extinción como proyecto político nacional.

Y finalmente, ese puede ser también el caso de Vox, un partido que comenzó su ascensión a la cumbre de la irrelevancia en las pasadas elecciones andaluzas y que hoy corre el riesgo cierto de ser enterrado bajo los escombros de su reciente fiasco electoral -también andaluz-  producido tanto por su espantosa campaña como por un manejo inadecuado de las expectativas agravado por el momentum de un PP que comienza a convertirse en el partido-refugio de todos los votantes (conservadores, liberales e incluso socialdemócratas) que quieren que en las próximas elecciones se produzca un cambio de Gobierno.

Y es que lo diga Einstein o su porquero, con relatividad o sin ella y con curvatura del continuo espacio-temporal o sin rastro de la misma, cuando un partido sin implantación territorial ni cuadros sólidos entra en crisis, algo que a todos les pasa tarde o temprano, cualquier error político, táctico o de gestión de egos que antes no tenía consecuencias corre el riesgo de convertirse un verdadero tsunami que puede significar incluso a su desaparición.

Y eso sin mencionar lo de Olona.

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