¿Entraremos en guerra con China?
«La lógica de ‘si hay que luchar, luchemos ahora, cuando todavía podemos ganar’ es demasiado tentadora en Estados Unidos como para sacudírsela con facilidad»
Resuenan los cañones por tierras cosacas. El estandarte de la muerte, rojo de sangre, salpica las tierras negras y fértiles de sus extensas llanuras. En Ucrania ya se lucha pueblo a pueblo, calle a calle, mientras que los tambores de guerra redoblan amenazantes en el otro extremo del planeta, donde China agobia a Taiwán con unas maniobras militares de fuego real nunca conocidas hasta la fecha. Mientras, una delegación del Congreso americano viaja de nuevo a la isla tras la famosa visita de Pelosi que tanto irritara a Pekín. La tensión se palpa en el ambiente.
La pregunta está servida: ¿podría declararse una guerra a gran escala entre EEUU y sus aliados – donde nos encontramos nosotros – contra China y los suyos? Esta, por ahora, hipotética Tercera Guerra Mundial sería tan terrible que, a su lado, la Segunda y la Primera no pasarían de la categoría de simple juegos de niños. Nos resulta tan pavorosa esa posibilidad que tendemos a rechazarla. No, no es posible -nos consolamos -, eso no puede pasar. Amagarán, queremos pensar, pero al final no abrirán fuego, al modo de una Guerra Fría reeditada. Así, al menos, lo repiten muchas de las personas con las que he hablado en estas últimas semanas. Desgraciadamente, la historia nos enseña exactamente lo contrario. ¿Y qué es lo que podemos aprender de ella? Pues que, con las actuales circunstancias mundiales y las dinámicas internas de los contendientes, la probabilidad de que se enzarcen en un conflicto militar son altas, demasiado altas como para obviarlas sin más.
La historia es una fuente de conocimiento, también para el futuro, por supuesto. Mientras viajo por Galicia para grabar un par de programas de Arqueomanía de TVE2, finalizo la lectura del libro de Ray Dalio, Principios para enfrentarse al Nuevo Orden Mundial (Deusto). Debo reconocer que me ha impresionado su clarividencia a la hora de definir los ciclos y dinámicas históricas que han hecho surgir y decaer a los grandes imperios de todos los tiempos. Ray Dalio, creador y presidente de Bridgewater, uno de los mayores fondos del mundo, utiliza los aprendizajes del pasado a la hora de decidir las cuantiosas inversiones bajo su responsabilidad. Sería prolijo resumir sus principios, pero quedémonos con la idea básica, la de que todas las sociedades o países tienen ciclos de crecimiento, auge, decadencia y colapso, determinadas por unas series de indicadores y dinámicas, entre las que destacan los ciclos de deuda e inflación, los conflictos internos y externos y las diferencias económicas entre sus ciudadanos, por citar algunas de las más destacadas.
Resulta curioso comprobar como la historia de casi todos los imperios de la edad moderna han seguido esos ciclos, con sus pompas y sus obras. Si Ray Dario estuviera en lo cierto, EE UU estaría en fase acelerada de decadencia, con una deuda elevada que debilitará su moneda y con una fuerte división interna, social y política, que podría desembocar en un grave conflicto interno, incluso, una guerra civil. Todo eso es cierto, pero aún tiene el ejército más poderoso del planeta y vigor suficiente como para seguir luchando por la supremacía mundial. En estas circunstancias, ¿qué aconsejarán a Biden los cabildeos del poder? Seguro que escuchará opiniones de todo tipo, pero, visto lo visto, han sido las abiertamente frentistas las más influyentes y determinantes. Los Estados Unidos saben que, de continuar las actuales dinámicas, China pronto los superaría, primero en poderío económico y, no mucho después, en el militar. Por tanto, dado que consideran el choque inevitable, muchos e influyentes son los que piensan que mejor colisionar ahora, cuando todavía pueden ganarle la partida que mañana, cuando resultarían derrotados con toda seguridad.
«Vamos a tensionar, con esperanza de que, como ya ocurriera con la URSS, el sistema chino implosione desde dentro»
Cuando un poder emergente podía llegar a convertirse en un rival poderoso, el Senado romano no dudaba en enviar a sus legiones para aplastarlo antes de que creciera y les resultara demasiado costoso y arriesgado el conseguirlo. Pues esa misma lógica aplica EEUU desde unos años para acá. Primero fue la guerra comercial, con aranceles, aduanas y demás. Después, la guerra tecnológica, vetando a las compañías tech chinas y condicionando el desarrollo 5G de occidente. Y no dudó – dudamos – en enseñar la patita militar con la extensión de la OTAN hasta las mismas fronteras rusas o con la invitación de Japón, Corea del Sur y Australia a la pomposa cumbre atlantista recientemente celebrada en Madrid. Vamos a tensionar, con la esperanza de que, como ya ocurriera con la extinta URSS, el sistema chino implosione desde dentro por sus propias contradicciones internas. Ojalá se quedará ahí la cosa, pero todo parece apuntar a que las provocaciones recíprocas irán a más. La lógica de «si hay que luchar, luchemos ahora, cuando todavía podemos ganar» es demasiado tentadora como para sacudírsela con facilidad.
Y mientras Pelosi y los congresistas visitan Taiwán, Venezuela organiza unos juegos militares en los que competirán los campeones de los ejércitos de Rusia, China e Irán, entre otros sospechosos habituales. Unos y otros se tocan peligrosamente las narices, al borde mismo de la hecatombe. Los tambores de guerra atronan los vientos de la historia y nos empujan hacia el Campo de Marte para rendir tributo al dios del combate y de la destrucción. Que bien es conocido aquello de que se sabe cómo se comienza una guerra, pero jamás cómo se termina. La historia militar nos enseña que nunca se desarrolla como se planificó inicialmente y que siempre resulta mucho más terrible de lo que el más pesimista de los observadores se hubiera llegado a figurar.
Las ideas de Ray Dalio tienen un seguro precursor en el gran Ibn Jaldún, considerado como el padre de la sociología. El erudito de familia andalusí, criado en Túnez, vivió en el siglo XIV y escribió una obra imprescindible, Muqaddima o Introducción a la historia universal (BLU, Almuzara), en el que postula el ciclo inevitable de los imperios, que siempre albergan la semilla de su propia decadencia. La rueda fatal de la historia hará que los pueblos bárbaros alcancen el poder tras destronar al imperio antiguo, para comenzar poco después su propia decadencia. Y así gira que gira, uno tras otro imperio, como los tiempos tenaces se han encargado de demostrar. ¿Ha llegado el momento del imperio americano? Pues eso, sólo el tiempo nos lo dirá.
Y mientras, ¿qué pasará? ¿Habrá guerra, tal y como nos indican las enseñanzas del pasado, o, por el contrario, habremos aprendido su lección y sabremos encauzar los conflictos sin derramamiento de sangre? ¿Qué cree usted? Atrévase a pronunciar su veredicto. Por lo pronto le aporto un dato. Ray Dalio, en el momento de escribir su libro, algunos meses atrás, otorgaba a la guerra EEUU-China una probabilidad del 50%, previendo que Taiwán sería su chispa incendiaria. Hoy, con toda seguridad, la habrá subido hasta el 60% al menos. Una terrible pesadilla que, desgraciadamente, bien pudiera destrozarnos, a ellos y a nosotros, en un futuro no demasiado lejano. Hace bien, pues, en preocuparse, la guerra EEUU-China no sólo es posible, sino probable. Que Dios nos pille confesados.