Una era de irrelevancia económica europea
«El viejo continente no va a poder pagar su enorme endeudamiento con crecimiento, y lo está haciendo con inflación»
«Se recordará 2022 como el año en que los niveles de vida en los Estados Unidos se alejaron de los de la Europa Occidental». Así arranca Tyler Cowen su último artículo en Bloomberg, y como toda afirmación de ese estilo necesita muchos matices. O quizás sólo algunos, porque lo que sí parece es que asistimos a un nuevo despegue de los Estados Unidos. Nosotros, mientras, tendremos que elevar cada vez más la mirada para poder verlos.
La diferencia la marca, dice Cowen, la energía. Los Estados Unidos son independientes desde el punto de vista energético. Allí, los precios han subido (el combustible ha doblado su precio), pero «el estilo de vida estadounidense apenas se ha visto afectado. Este verano los estadounidenses han salido a la carretera en un número récord. El suministro de energía a los hogares y las empresas se ha mantenido».
No nos ocurre lo mismo a los europeos. La verdad es que no está claro cómo vamos a pasar el invierno. «Incluso los franceses, que dependen en gran medida de la energía nuclear», dice el economista, «se enfrentan ahora a precios muy altos y a una grave escasez; no invirtieron lo suficiente en el mantenimiento de su sistema de energía nuclear». Mal hecho.
Europa importa prácticamente toda su energía, mientras que los Estados Unidos son energéticamente independientes casi por completo. El balance comercial energético es neutro, y en realidad ligeramente positivo para los Estados Unidos, mientras que en la Eurozona supone un déficit del 3% del PIB. Esto quiere decir que un aumento en los precios de la energía empobrece a Europa, que tiene que pagar una mayor renta al resto del mundo por su energía. Eso no ocurre en los Estados Unidos; unos mayores precios de la energía implican transferencias de renta dentro del país, pero no del país al extranjero.
«En lugar de dirigirse hacia inversiones productivas, el sistema político las hunde en inversiones ruinosas»
La transición energética consume los ahorros de los europeos. En lugar de dirigirse hacia inversiones productivas, el sistema político las hunde en inversiones ruinosas. Esas inversiones cambian el modo en que creamos energía, pero en lugar de ser de un modo armónico, aunque más lento, pisamos el acelerador sin tener en cuenta que en cualquier curva nos vamos a salir y nos vamos a estallar. La guerra de Ucrania es sólo la primera curva.
Dirigir a la economía hacia el precipicio de unas tecnologías que no son capaces de aportar crecimiento y que consumen unos recursos escasos puede parecer estúpido, pero forma parte de los «valores europeos» que nos llevarán al hoyo.
Esa apuesta por las tecnologías del futuro nos está empobreciendo, lo cual nos lleva a recurrir a las tecnologías del pasado. Alemania consume carbón como si estuviésemos en el período de entreguerras. Los alemanes se han puesto a buscar como locos en Google las referencias a la leña.
Todo por abandonar unas fuentes energéticas, los hidrocarburos, que nos permiten un crecimiento sostenido. Ese crecimiento es el que nos permite a su vez operar un cambio tecnológico hacia tecnologías con menor impacto medioambiental. Hemos querido tomar un camino recto, pero nos lleva a la deriva.
Hay otro motivo para que la distancia de los EEUU sobre Europa se haga más grande. Son una economía mucho más innovadora que la europea, y tiene la flexibilidad suficiente como para adaptarse rápida y eficazmente. Esa mayor flexibilidad también hace que la economía se recupere más rápidamente de las crisis económicas.
Mientras el mercado laboral europeo languidece, en los Estados Unidos los trabajadores deciden abandonar sus puestos de trabajo. Esto ha causado cierta sorpresa entre los analistas, pero creo que debe entenderse como muestra del dinamismo de aquella economía. Los trabajadores que han dejado su trabajo por otro han visto crecer sus salarios más que los que se han quedado. Esto es señal de que la economía está adaptando procesos más productivos. Esto no ocurre en Europa. Los salarios crecen más rápido de ese lado del Atlántico.
La productividad crece a mayor ritmo en los Estados Unidos desde el arranque del nuevo siglo. Pero desde 2017, las ganancias en productividad se han acelerado allí, mientras que en Europa se enfrían. Si igualamos el S&P y el EuroStoxx en un índice de 100 puntos en 2002, el S&P ronda los 400 puntos, mientras que el EuroStoxx está prácticamente estancado (Natixis).
Europa ha apostado por el decrecimiento. Los Estados Unidos, no. El viejo continente no va a poder pagar su enorme endeudamiento con crecimiento, y lo está haciendo con inflación. La Reserva Federal está abandonando su política monetaria expansiva, mientras que el BCE se siente cómodo con la inflación por todo lo alto. Y parece que va a ser así durante un largo tiempo (Natixis).
China ha liderado el crecimiento en las últimas décadas, pero tiene problemas muy graves que hacen pensar que su modelo se ha agotado. Su población envejece muy rápido, por lo que su crecimiento potencial se reduce. Y el PCCh cada vez dirige más la economía y le resta más a las fuerzas del mercado. Y es una economía endeudada en exceso. India tiene suficientes problemas estructurales como para descartarla. No digamos África. El sudeste asiático sí puede ejercer ese papel, pero a una escala pequeña. ¿Quién va a ejercer ese papel a partir de ahora?
Descartada Europa, sólo quedan los Estados Unidos. Además de todos los elementos que he mencionado, la demografía le es favorable, en parte porque sigue siendo el principal importador de pobreza del mundo.
Nosotros nos quedaremos absortos, reflexionando sobre cómo nuestras virtudes nos han conducido a la irrelevancia, mientras criticamos los vicios que llevan a otros a superarnos.