El periódico
«Lo recuerdo en la mesa como un objeto lujoso, preciso, magnético; algo que trastornaba el día, que lo enriquecía definitivamente, que lo llenaba de interés»
De mis evocaciones de agosto del 82 dejé fuera un elemento: el periódico. Quería ocuparme de él aparte. El periódico era El País, naturalmente. En el pueblo no se recibía. Solo llegaba la prensa malagueña a la papelería de la plaza. Pero en nuestra calle vivía el taxista, que era primo, Pedro el taxista, y le pedía que, cuando tuviese algún viaje a la ciudad, me trajese El País.
No nos podemos imaginar ya lo que era. No existía internet y en la casa de Almogía no había tele (ni teléfono). En mi cuarto tenía un aparato de radio que emitía la lánguida programación de agosto. Y entonces, generalmente hacia el final de la mañana, venía El País. Era la bomba atómica, lo era todo. Era una irrupción como de otro planeta. En aquel rectángulo de papeles estaba, con sofisticación, el mundo. Lo recuerdo en la mesa como un objeto lujoso, preciso, magnético; algo que trastornaba el día, que lo enriquecía definitivamente, que lo llenaba de interés.
Pienso ahora en dos contundencias que se han perdido: la contundencia de estar sin periódico y la contundencia de estar con periódico. Las horas de antes y las horas de después, con el momento fúlgido de la lectura. Era también, para mí, otra educación que no estaba prevista que quedara a mi alcance: un complemento portentoso, el acceso a unos códigos que se iban desbrozando. Sobre todo en las páginas de Opinión, de Cultura y el suplemento Libros de los domingos.
En cuanto a aquel agosto, he estado repasando las treinta y una portadas en la hemeroteca online. Qué mundo perdido. Ronald Reagan, Yasir Arafat, Lech Walesa, Juan Pablo II… Murieron Henry Fonda e Ingrid Bergman. La selección de baloncesto brilló en el Mundial de Colombia (recuerdo la retransmisiones de Juan Manuel Gozalo por la madrugada). El éxito de ‘La historia interminable’. Spielberg habla de ‘E.T.’. Manifestaciones en Polonia. Guerra en el Líbano. Estados Unidos reprende a Francia por el gasoducto soviético. Y en España ETA: secuestros, asesinatos. Sale del hospital el niño Muñagorri, que ha perdido una pierna y un ojo por una bomba…
Y durante todo el mes, el deterioro de UCD, el partido del presidente Calvo Sotelo: las intrigas, las divisiones. Algunos se van con Suárez al CDS. Otros con Alzaga. Titular del día 4: «Los dirigentes centristas se preparan para unas elecciones anticipadas». Titular del día 12: «Calvo Sotelo afirma que UCD no desea adelantar las elecciones». Del día 14 es la foto de Calvo Sotelo en bañador de cuerpo entero, que no se me había olvidado (es, en realidad, lo único que recordaba de las portadas de todo el mes). El día 24: «El PSOE dará facilidades para la admisión de nuevos militantes». El día 25: «La crisis en UCD fuerza a Calvo Sotelo a aplazar su viaje a Dinamarca. El Gobierno podría estudiar la disolución de las Cortes». El día 26: «Lavilla y Calvo Sotelo afirman que las elecciones generales no están lejos». Y por fin el día 28, en la letra grande del mes: «Calvo Sotelo disuelve el Parlamento y convoca elecciones generales para el 28 de octubre». (Como noticia subsidiaria, pero entrañable: «Juan Pablo II mantiene su visita a España en plena campaña electoral». Aunque finalmente se aplazó).
Dos meses después, ya sabemos, la mayoría absoluta del PSOE y el Gobierno de Felipe González y Alfonso Guerra. Justo en las primeras semanas de mi tercero de BUP de Letras. ¡Y la aparición de la Filosofía! (Acababan de estrenar ‘La colmena’, la adaptación de la novela de Cela, que también leí.) Y de allí hasta hoy.